Estrategias Ludicas
mikasalome19 de Enero de 2013
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Conducta de los niños y niñas con Autismo Atípico
Cada niño autista es un individuo, y en muchos aspectos es diferente de otros niños con igual diagnóstico. En parte esto se debe a que este estado puede hallarse en grados que van de muy leve a muy grave, pero también cada niño tiene su propia personalidad, que de alguna manera logra mostrarse a pesar de sus desventajas. Toda descripción tiene que ser una generalización, y muy pocos niños tienen todos los síntomas que se describirán. La mayoría de ellos cambian al crecer, puesto que los problemas pueden hacerse menos notables y algunos desaparecen totalmente. Sin embargo, los niños tienen un tipo especial de esquema de conducta en común, especialmente en los primeros años de su niñez.
Primera infancia, algunos bebés que llegarán a ser niños autistas parecen desarrollarse normalmente durante un tiempo, y sus padres no observan nada fuera de lo común en los primeros dos años (aunque un interrogatorio cuidadoso puede demostrar que estos niños, ya desde la primera infancia, mostraban poco interés activo en lo circundante). Otros bebés dan a sus padres motivos para preocuparse casi desde el nacimiento. A veces las madres dicen que intuyeron que algo andaba mal en los primeros días, pero generalmente no pueden decir por qué tenían tal sensación. Son bastante comunes los problemas de alimentación, y algunos bebés no se amamantan bien.
Parece haber dos clases de bebés autistas entre los que obviamente no son normales desde el nacimiento. Algunos lloran gritando mucho durante el día y la noche, especialmente al despertar, y no se pueden consolar o calmar. La única forma de detener su llanto suele ser un paseo en el cochecito y por lo general reanudan su protesta cuando cesa el movimiento. El bebé puede estar rígido y ser difícil de tener en brazos, y es posible que luche contra todo, incluyendo que lo laven, vistan o cambien.
El bebé autista de la otra clase es plácido y nada exigente; se contenta con estar tranquilo en su cochecito todo el día. A veces las madres de algunos de estos niños no saben cuándo tienen apetito porque nunca lloran pidiendo el alimento y se morirían de hambre si no los alimentan rutinariamente. Este tipo da menos trabajo que el primero y es una causa de preocupación menos obvia, pero los padres, al pasar el tiempo y no volverse más activo el niño, empiezan a intranquilizarse.
Una de las cosas que las madres observan con más frecuencia es que su bebé nunca levanta los brazos ni se prepara para que lo levanten. Cuando lo abrazan, no se acurruca confortablemente en los brazos de la madre, y cuando crece no aprieta con manos y rodillas si lo llevan “a caballo” Algunos niños autistas se quedan en sus cochecitos y rascan o golpean sus cubiertas durante largo tiempo, y otros se hamacan o golpean con la cabeza cuando los dejan solos. Pueden sentirse fascinados por las luces o por cualquier cosa que brille o parpadee. Por otra parte, parecen desinteresarse de las cosas que llaman la atención de un bebé normal al crecer y desarrollarse. No se asoman fuera de sus cochecitos con ansiosa curiosidad para mirar a las personas y animales y el tránsito que pasa; tampoco intentan atraer la atención de su madre hacia esas cosas señalándolas o gritando con entusiasmo.
Esta falta de interés hace que los padres se pregunten si su niño es retardado mental grave, pero generalmente no aceptan esta posibilidad porque los bebés autistas tienden a sonreír, tener los primeros dientes, sentarse, gatear y caminar a las edades acostumbradas, y aumentan normalmente de peso una vez que pasaron los problemas iniciales de alimentación. A veces esos momentos claves suceden más tarde de lo normal, pero esto es más probable en un niño que tiene otras desventajas paralelas al autismo. Sin embargo, las madres pueden decir que su bebé sonreía cuando le hacían cosquillas, lo acunaban en los brazos o lo arrojaban al aire y lo recogían, pero no cuando miraba la cara de otra persona. También pueden recordar que no se preocupó de sentarse aun cuando fuera capaz de hacerlo, aparentemente porque el mundo no tenía suficiente interés para él
De los dos a los cinco años, esta es la etapa en que la conducta autista se torna más evidente. Si un niño lo ha sido desde el nacimiento, puede transcurrir mucho tiempo antes de que sus padres se atrevan a expresar en palabras sus temores y sospechas; generalmente se comienzan a preocupar seriamente hacia la edad de dos o tres años, cuando es más difícil de manejar. Si por otra parte, el niño a parecido normal desde que nació, pero tiene un cambio notable en la conducta que se produce en el transcurso de pocas semanas, es probable que sus padres se alarmen rápidamente ante la gravedad del problema.
Los niños pequeños, especialmente los que no tienen otras desventajas que pudieran afectar su presencia, parecen físicamente sanos y a menudo son excepcionalmente atractivos. Tienen ojos grandes que no miran directamente a los demás. Parecen sentirse alejados e indiferentes ante el mundo, interesados solamente en algún objeto especial, como un guijarro liso o una caja vacía. Si pierden este objeto o si se perturba una rutina familiar, entonces el niño tranquilo y distante se convierte en un haz de furia hasta que su rabieta se extingue tan rápidamente como se originó.
Estos síntomas “característicos” son tan notables en la primera niñez que tienden a atraer toda atención. Esto es lamentable, porque esta conducta es extraña es consecuencia de otras desventajas, fundamentales, y es imposible entender y ayudar a un niño autista a menos que se conozcan los problemas subyacentes que le hacen tan difícil comprender el mundo. El mejor modo de describirlos es tomar cada esfera de problemas por turno y dar algunos ejemplos observados en la realidad.
Problemas en la comprensión del mundo
Respuestas desusadas a los sonidos, con frecuencia se piensa que un niño autista es sordo porque tiende a ignorar los sonidos muy fuertes y no parpadea si quiera si alguien deja caer una pila de platos detrás de él. Es común que sus padres estén seguros de que puede oír porque observan que se da la vuelta inmediatamente si, por ejemplo, desenvuelven un caramelo detrás de él (es decir, si le gusta la clase de caramelos que se envuelven en papel) (Itard, 1799)
Dificultades en la comprensión del lenguaje, La respuesta de un niño autista a lo que se le habla es tan poco usual como sus reacciones ante otros sonidos. Cuando tiene aproximadamente un año, a un niño normal le gusta oír que su madre le habla y demuestra su contento con todo su cuerpo, pero el niño autista no presta atención a lo que ella dice. En conjunto, se desentiende, aunque que un grito fuerte lo puede inquietar, o lo puede fascinar un suave murmullo. Parece no advertir que el lenguaje tiene un significado, aunque puede atender si oye una de las pocas palabras que conoce y que están vinculadas a las cosas que le gustan (“caramelos”, “comer”, etc.). Pueden pasar varios años antes de que el niño aprenda a venir cuando alguien lo llama por su nombre. En esta etapa no obedece ninguna orden verbal, ni escucha advertencias. Es fácil ver que la crianza de estos niños presenta muchos problemas.
Generalmente, cuando se acercan a los cinco años, muchos comienzan a adquirir cierta limitada comprensión del lenguaje. Obedecen instrucciones simples, como “ponte el abrigo” o “ven a comer”. Más tarde quizás les sea posible comprender lo suficiente como para “darle esto a papá”, a condición de que el padre esté en la misma habitación. Toda complicación (como demasiadas órdenes en la misma frase) lo confundirá, de modo que se enojará o angustiará o, si no, se retraerá y no hará nada.
Dificultades en el habla, Algunos niños autistas nunca hablan, permanecen mudos toda la vida. Otros aprenden a decir algunas palabras, aunque casi siempre comienzan mucho después de lo normal. Por lo general se inician repitiendo palabras dichas por otras personas, especialmente la última palabra de una frase. Con frecuencia pueden copiar el acento de quien habla y el tono de su voz. La repetición de palabras parece tener poco significado para el niño; esta vacía repetición se denomina “ecolalia”. Algunos repiten palabras y frases que han oído anteriormente; esto se denomina “ecolalia demorada”. Ocasionalmente ocurre que un niño produce una de estas frases repetidas en un momento adecuado. Resulta fácil ser inducido por error al creer que el niño comprende más de lo que en realidad sucede, salvo que se lo conozca bien y se tenga en cuenta que él repite las cosas que dijeron otras personas, correspondan o no a lo que ha sucedido.
Los niños autistas, aun aquellos pocos que realizan bastantes progresos
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