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Estrategias Y Didácticas Innovadoras Y Creativas


Enviado por   •  16 de Mayo de 2013  •  3.065 Palabras (13 Páginas)  •  521 Visitas

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INTRODUCCIÓN

OBSERVANDO Y ASIMILANDO NUEVOS CAMBIOS

Tanto en nuestra sociedad, como en nuestras vidas el siglo XXI, ha llegado a ser un símbolo de cambio y de telecomunicaciones. Al mismo tiempo de incluir y dar lugar a la ciencia y la educación. Que de alguna manera han estado siendo relegadas durante siglos. Esto, se refiere a la DIMENSIÓN EMOCIONAL del ser humano.

En esta eran de las telecomunicaciones, el desarrollo de nuevas tecnologías, del avance científico, eleva la demanda de los valores personales, espirituales y emocionales. Lo cual, es característico del ser humano (proviene de adentró, de su interior). En algún modo las conquistas de progreso y civilización. Niegan la libertad, la creatividad, la comunicación permanente del ser humano en contacto con su entorno.

Gracias, al potencial humano (creatividad) se debe el desarrollo tecnológico, de las telecomunicaciones, del avance científico y progreso social. Sin, la creatividad (capacidad y entusiasmo de ir hacia adelante) en busca de nuevos caminos. Seguiríamos en una era retrograda.

La tecnología y tiumanismo, son dos conceptos complementarios. Lo más intimo del ser humano y su dimensión emocional.

El texto analizado nos muestra un ejemplo de ello. Al mencionar la experiencia vivida en un curso de formación pedagógica. Con el tema del cantante Luis Miguel (Sueña). En el cual se describen los cambios y las diferentes repercusiones que se dan al complementar dicho tema. Todo esto con ayuda de la Informática, que es considerado un instrumento al servicio de nuestros propósitos. “La expresión de emociones es superior cuando se unen palabra, texto e imagen apoyada en recursos informáticos”.

La interrogante llegaría a ser ¿Es posible educar las emociones y sentimientos? Y más cuando se tocan temas como ciencia, matemática, física, etc. ¿Es cuestión de estrategia?

Ya no se debería de seguir hablando de enseñanza en ningún nivel educativo sin hablar de cambio. Cambio que algunas veces, aunque no siempre, tiene que ver con la sociedad de la información, como explica J. Majó (1999). El cambio es un nuevo concepto organizador de la realidad y de los procesos que tienen lugar en la formación, tanto a nivel escolar como no escolar. En este tiempo vivimos momentos de cambios turbulentos promovidos por el avance incesante de las nuevas tecnologías, por las telecomunicaciones, por las demandas sociales y laborales, por los avances científicos, etc. Si estos cambios llegan a formar parte de la cultura, es preciso que redunden en los canales transmisores de dicha cultura.

Hemos visualizado el método didáctico como canal o tubo transmisor de conocimientos. Esto es, la generación de conocimiento mediante la investigación, la reflexión o la experiencia en el ámbito de la Pedagogía no se han transferido a la práctica docente.

De este modo, el conocimiento psicopedagógico no ha repercutido significativamente en la mejora de las estrategias metódicas. Nuestro texto base, se refiere a que el reto de la Didáctica moderna es de cambiar la imagen de tubo conductor, que transporta contenidos sin retener ninguno de ellos, por otra imagen como la fuente o concha que revierte hacia afuera una vez está llena.

En el ámbito cultural, el método didáctico como vía para lograr objetivos culturales debiera ser el primero en apropiarse y enriquecerse con los nuevos hallazgos provenientes de la otra metodología: la científica. Esta se ocupa de generar nuevos conocimientos en un determinado campo del saber; la didáctica de interiorizarlos.

«Por extraño que parezca —escriben A. Hargreaves, L. Earl y J. Pcyan (1999:13) — a finales del siglo XX, las sociedades occidentales también se hallan inmersas en cambios y transiciones turbulentos y plenos de incertidumbre». Y más adelante sugieren como supuesto: «El desarrollo y puesta en práctica de cual­quier cambio debería tomar como base las teorías y concepciones ya existentes sobre el cambio educativo» El cambio es, pues, un nuevo organizador de la realidad educativa.

Hemos de acostumbrarnos a la complejidad, a la incertidumbre, a la partici­pación, a la construcción colaborativa del conocimiento, al aprendizaje de por vida. Pasamos de una sociedad de la industrialización a una sociedad de la infor­mación, como afirma J. Majó (1999: 18).

«La explosión de la sociedad de la información, amparada en la revolución tecnoló­gica, cambia nuestra manera de aprender; producir y trabajar... y poco a poco, sin dar­nos cuenta, también ha transformado nuestra manera de vivir, nuestra manera de ser y de estar, porque modifica la perspectiva del tiempo y del espacio».

De este modo, la dimensión emocional del ser humano, que tan solo hace dos décadas estaba proscrita en muchas instituciones educativas, emerge con valor propio junto a la experiencia y la razón. Porque nos hemos percatado que al ana­lizar los hechos humanos desde la vida o desde la educación, es preciso recurrir a la vertiente emocional si queremos obtener una explicación comprensiva de los mismos.

La inteligencia emocional, y no la capacidad abstracta de razonar, es realmente la que determina actos y decisiones importantes de la vida. Es la inteligencia emo­cional la que determina el éxito en las relaciones humanas y muchas veces tam­bién el profesional. Es la inteligencia emocional la que más contribuye a un clima constructivo en las organizaciones. Es la inteligencia emocional la que permite sacar provecho social de los aprendizajes. Es la inteligencia emocional la que gobierna los actos de la vida diaria. Es la inteligencia emocional la que está en la base de muchas actuaciones creativas. Es la inteligencia emocional la que más nos aproxima a la felicidad. Porque ésta tiene que ver con la propia conciencia y arrnonía con uno mismo y con los otros, tiene que ver con el equilibrio entre expectativas y logros. Y eso arraiga en lo emocional. Para M. Csikszentmihalyi (1997), uno de los investigadores de la creatividad más relevantes de nuestros días, el éxito no depende de los acontecimientos externos, sino de la interpretación y comprensión de los hechos de la vida.

Es asombroso, dice Csikszentmihalyi (1997: 404), lo poco que la mayoría de la gente sabe acerca de sus sentimientos... En oposición a este estado de apatía crónica, los individuos creativos están en muy estrecho contacto con sus emo­ciones. Siempre saben la razón de lo que están haciendo, y son muy sensibles al dolor, al aburrimiento, a la alegría, a la tristeza y a otras emociones.

D. Goleman (1996:23) afirma en su primer capítulo de inteligencia emocio­nal: «Cualquier concepción de la naturaleza humana que

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