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Etica Unidad 2

andycr74 de Marzo de 2014

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Implicaciones éticas de los avances científicos

Esta investigación pretende mostrar las implicaciones éticas en los avances científicos desde distintas perspectivas y analizar las soluciones para este problema. Esta investigación fue llevada a cabo en distintas paginas web que examinaron este problema, consta de el contexto del problema para avanzar y argumentar las soluciones posibles.

Como lo había argumentado Hans Jonas, el crecimiento descomunal del poder tecnológico nos sitúa ahora ante una responsabilidad de dimensión extendida y creciente en la misma medida en que aumenta dicho poder. La responsabilidad humana se vuelto, en verdad, cósmica. Pero no hemos todavía cobrado conciencia plena de este factum histórico que nos compromete con el futuro de la humanidad e incluso de la biosfera en su conjunto. El aumento del poder tecnológico implica un nuevo y distinto grado de responsabilidad, para el cual la tradición ética no nos ha preparado. Los antiguos preceptos de esta tradición son vigentes para el ámbito personal e interpersonal, pero son insuficientes para la esfera global de la acción tecnológica colectiva que se extiende por toda la Tierra y temporalmente hacia el futuro remoto.

Surgen entonces nuevos problemas éticos: a) ¿quiénes deben y mediante qué procedimientos determinar la viabilidad de las innovaciones tecnológicas y establecer los criterios de riesgos razonablemente aceptables?; b) ¿quiénes tiene responsabilidad ante los daños causados por las innovaciones tecnológicas?; c) ¿qué tipo de pruebas son suficientes para determinar que una realización tecnológica es inocua o comporta un riesgo aceptable?; d) ¿cómo deben decidirse las compensaciones y soluciones a los daños ya provocados?

El problema primordial para una ética del mundo tecnológico no reside en la distinción entre buenos y malos usos del poder tecnológico, sino en la ambivalencia intrínseca de sus consecuencias necesarias a gran escala. El problema ético del desarrollo tecnocientífico no sólo está en las malas tecnologías (los armamentos no convencionales, químicos, biológicos y nucleares, y en las tecnologías más “sucias” e ineficientes desde el punto de vista ambiental), sino también en aquellas tecnologías pacíficas y bien intencionadas que a largo plazo pueden provocar daños irreversibles que no se podrían remediar adecuadamente. Como lo ha advertido Jonas, el riesgo que motiva una interrogación ética reside en los éxitos mismos de la tecnología, en su progreso incesante y acelerado, pero también en el hecho de que la tecnociencia se embarca en empresas que apuestan al “todo o nada”, pues comprometen la sustentabilidad de la civilización tecnológica misma. Como Jorge Riechmann señala, “no hay nada tan peligroso como una tecnología a la que no se le permite fracasar”. Las tecnologías que funcionan a una escala reducida pueden ser perfeccionadas en una lógica de ensayo y error, como de hecho ha ocurrido en toda la historia de la técnica. Pero los complejos sistemas tecnológicos globales de nuestro tiempo han incrementado los riesgos, pues un fracaso grave puede implicar un verdadero desastre que no sería posible remediar fácilmente con los medios tecnológicos de los que se disponen. La radiactividad y la liberación al ambiente de organismos genéticamente modificados podrían ser dos casos que ilustren este riesgo mayor. Así pues, una tecnología que se encadena éxito tras éxito en una línea irreversible, y cuyo error o fracaso significaría una catástrofe, nos expone a un peligro que se acrecienta en la medida en que se diversifican y se hacen más complejos los sistemas tecnológicos.

En suma, el creciente y expansivo poder tecnológico ha convertido en objeto de responsabilidad colectiva a la naturaleza terrestre y, en particular, al futuro mismo de la naturaleza humana. La conciencia extendida de esta nueva situación no habría sido posible, en gran medida, sin los diagnósticos como los que hicieron los anunciadores del riesgo mayor.

Como una conclusión provisional del análisis que hemos efectuado de los diagnósticos de los anunciadores, se puede plantear una hipótesis para una investigación futura. Es necesario reintentar la formulación de principios éticos universales, pero no sobre la base de una concepción moral sustancial o una deontología abstracta, sino reconociendo y respetando la pluralidad histórico-cultural de concepciones y prácticas morales habidas hasta ahora. Y ello es posible si se aprovechan las características sistémicas y de alcances extendidos de las acciones en el mundo tecnológico. Por primera vez en la historia, las culturas coexisten en un mundo interconectado, tanto por las telecomunicaciones, el comercio, la política, como por los problemas ambientales, los desastres naturales o sociales. Los rasgos negativos que los críticos del mundo tecnológico identificaron, tales como la fragmentación de la vida social, el declive de la razón dialógica, el aplanamiento temporal de la experiencia mundana, etc., pueden ser revertidos pues las redes materiales de interconexión del mundo tecnológico; la misma uniformidad de la vida social contiene la potencialidad para soportar un conjunto de valores universales que posean eficacia práctica, en vistas de los objetivos cruciales de preservación y de reducción de riesgos tecnológicos. Tales valores universales (precaución, responsabilidad, justicia, autonomía individual y social, preservación, conservación, remediación, deliberación pública y democrática) no tienen por qué ser contrarios a la diversidad social y cultural ni amenazar a las comunidades tradicionales.

Los anunciadores comenzaron a trazar esa ruta al poner en práctica una razón que da razón acerca de las consecuencias de un poder tecnocientífico incontrolado en el mundo contemporáneo. Para la razón ética que puede desplegarse a partir de la conciencia del peligro mayor, no pueden prevalecer ya sólo los valores técnicopragmáticos, económicos, políticos y militares, el beneficio inmediato y el derroche, la actitud antropocéntrica, la irresponsabilidad con respecto a las acciones humanas en el mundo entero. Hace falta, por tanto, contraponer a la racionalidad tecnocientífica valores ético-políticos para reorientar y someter a un examen público aquellas tecnociencias que posean riesgos potenciales sobre la naturaleza y la vida humana. Los debates y las controversias sobre los efectos de las innovaciones tecnológicas se agudizarán en los próximos años en campos como la tecnomedicina, la ingeniería genética y la biotecnología, las tecnofísicas y tecnoquímicas (la nanotecnología, principalmente), el uso de la energía nuclear y la búsqueda de formas de energía renovable, las tecnociencias sociales (propaganda, ciencias cognitivas, biónica, la Internet y la realidad virtual, la neurofarmacología y las aplicaciones de las neurociencias, etc.). Es preciso que a través de las controversias se transparenten los fines y los intereses que impulsan el desarrollo tecnológico, y que se difunda ampliamente la información científica para que la sociedad pueda deliberar sobre las consecuencias, fines y circunstancias de esas innovaciones.

Así pues, los diagnósticos de los anunciadores pueden servirnos de plataforma para construir un sistema de principios para una ética del mundo tecnológico, que contribuya a crear un nuevo “contrato social” para la tecnociencia, como se planteaba ya en la Declaración de Budapest de 1999.

Para ello, es necesario democratizar la ciencia y la tecnociencia para reorientarlas mediante un debate público e informado. Así, los principios de la ética del mundo tecnológico podrían impulsar también el rediseño de instituciones políticas nacionales e internacionales para elaborar directrices públicas y regulaciones normativas del desarrollo y la innovación tecnocientíficas. Pero en esta tarea de innovación moral o verdadera reingeniería de la conciencia pública, la ética misma no puede quedar indemne, pues en ella se ponen a prueba diversos conceptos muy caros a la tradición filosófica occidental; a saber, los conceptos de autonomía, de libertad y de naturaleza humana, así como la visión antropocéntrica del mundo que ha sido típica de nuestra civilización y que ha visto a la naturaleza como mero recurso al servicio de los intereses humanos. Es decir, la reflexión sobre los problemas ético-políticos del mundo tecnológico es una tarea que nos obliga a una revisión crítica de los principales paradigmas conceptuales de la tradición ética occidental, a una confrontación con sus limitaciones, pero también con sus potencialidades. Sin embargo, una posible ética para el mundo tecnológico no se propone constituirse como una “nueva” ética que reinvente sus fundamentos. Algunos rasgos son imprescindibles para la formación de una ética global para el mundo tecnológico. Requerimos una ética fundada en principios con contenido universal que atienda a los problemas globales y que contribuya a resolver las controversias sobre el progreso tecnológico, respondiendo a las necesidades sociales y a los intereses de desarrollo autónomo de las personas. Pero los principios de la ética no pueden ser meramente formales, requieren un contenido axiológico que exprese los intereses mínimos y más universales de la humanidad. La ética del mundo tecnológico se apoyará en el principio de protección de la autonomía y en el de justicia distributiva, para que los beneficios y los riesgos del desarrollo tecnológico se distribuyan equitativamente entre las naciones y entre los individuos, y para que la tecnología sirva a la satisfacción de las necesidades básicas y de desarrollo de toda la humanidad, sin

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