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Evaluacion Holografica

josearaque10 de Julio de 2014

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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA EXPERIMENTAL LIBERTADOR

INSTITUTO PEDAGÓGICO RURAL GERVASIO RUBIO

SUBDIRECCIÓN DE INVESTIGACIÓN Y POSTGRADO

RUBIO ESTADO TÁCHIRA

LA EVALUACIÓN EDUCATIVA DESDE UNA PERSPECTIVA HOLOGRÁFICA

Santa Bárbara del Zulia, Mayo de 2014

REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA EXPERIMENTAL LIBERTADOR

INSTITUTO PEDAGÓGICO RURAL GERVASIO RUBIO

SUBDIRECCIÓN DE INVESTIGACIÓN Y POSTGRADO

RUBIO ESTADO TÁCHIRA

LA EVALUACIÓN EDUCATIVA DESDE UNA PERSPECTIVA HOLOGRÁFICA

Autor: José Gregorio Araque

Santa Bárbara del Zulia, Mayo de 2014

CAPÍTULO I

EL PROBLEMA

La evaluación supone una forma de conocer y relacionarse con la realidad educativa, para tratar de favorecer cambios de mejora en ella. Su desarrollo resulta fundamental para la optimización e innovación de sistemas, programas, servicios, profesores, alumnos, etc.

Mateo (2000)

Planteamiento del Problema

La evaluación educativa constituye para el sistema uno de los procesos esenciales para lograr la mejora en cada uno de los ámbitos que la conforman, de acuerdo con Díaz Barriga (2006), estos espacios constituyen holografías que son indispensables analizar para interpretar las realidades que actualmente vive la educación venezolana, específicamente la generada en el municipio Colon, desde una perspectiva global.

En este sentido, al hacer referencia a la holografía, se debe tener claro que la evaluación docente se redimensiona al asumir la gestión pedagógica administrativa del centro escolar como un todo, lo cual es posible por él, cuya relación entorno/sistema derivada la connotación holístico-holográfica que conlleva a la conciencia de la reestructuración sistémica del centro escolar.

De allí que, lo holístico deviene del entorno del Modelo y lo holográfico lo define la concreción de una red de relaciones internas del Modelo, a partir de la reestructuración sistémica o de procesos en red, para transformar lo irrelevante, paradójico, anómalo, unilineal, atomizado e insular de la gestión escolar, producto del desarrollo institucional integrado por la comunidad educativa, lo cual equivale a reducir el exceso de trabajo, generar sincronización entre los desarrollos del aula con la proyección social y producir selectividad frente a las presiones coyunturalistas y heterorregulantes, como producto de la asertividad en la micropolítica escolar, es decir, de gestionar con calidad la autonomía escolar. En consecuencia, la reestructuración sistémica en la relación holístico-holográfica, confronta el conformismo y la colaboración cómoda, complaciente, artificiosa y formalista, propios de la hiperformalización, capaz de resemantizar el sentido tradicional y prevaleciente.

Entre los diversos ámbitos que conforman la institución y que al momento de analizarse como un todo no pueden obviarse se encuentran: el profesorado, la gerencia institucional, el currículo, las edificaciones, la dotación, la relación escuela – comunidad, entre otros.

Al hacer referencia a la evaluación se debe hacer un exhaustivo análisis del clima organizacional que se desarrolla dentro de las instituciones escolares y de qué manera este influye de forma favorable o desfavorable en el proceso de evaluación educativa del mismo, aunado a ello, la profesionalización y experiencia del cuerpo de docentes de la institución, la actualización que estos poseen así como el manejo y actualización del currículo empleado dentro del proceso de enseñanza-aprendizaje en las instituciones escolares como un todo

Por su parte Tapiero (2001) sostiene que

La autonomía escolar se relaciona con la ampliación de las decisiones sobre la política escolar por la comunidad educativa y dota de libertad y responsabilidad a los centros escolares sobre la formación requerida en los nuevos tiempos, con la consecuente redefinición de las relaciones intra-institucionales e inter-institucionales y la capacidad autorregulativa del currículo escolar en los ámbitos de la intra, inter y transdisciplinariedad (p. 423),

En este sentido, se puede acotar que la autonomía escolar se mueve en tres ámbitos mutuamente interdependientes: la identidad institucional, la iniciativa institucional y la capacidad de gestión institucional, la primera, reconoce la existencia o no de procesos integrados y coherentes del desarrollo institucional para producir alternativas, la segunda, establece la toma de decisiones para reorientar y asumir con calidad la formación integral y, la tercera, pone en marcha, evalúa, interpreta y redirecciona el tipo de gestión requerida, de allí que la autonomía escolar equivale a la autonomía institucional y la autorregulación relaciona la calidad del desempeño profesional de la docencia con el desarrollo institucional integrado.

Es por ello que, la educación como proceso que aspira a dotar al ser humano de un andamiaje valórico, que traduzca principios de orden superior, que le habiliten para una convivencia madura y proactiva en sus entornos históricos, culturales, sociales, naturales y físicos, ha tenido un punto de inflexión en su desarrollo histórico. Esto como consecuencia del peso cada vez mayor que han adquirido los procesos de la evaluación educacional, que en sus concreciones actuales deforman las finalidades substantivas que sostienen a la educación como una empresa esencialmente moral.

En este sentido, las actividades de enseñanza y aprendizaje requieren procesos de evaluación para poder realizarse. La acción educativa no es una acción sin propósito, tiene un carácter finalista. Se acompaña siempre de procesos en los se toma una conciencia más o menos clara de la distancia y diferencia que existe entre una situación a la que se ha llegado y unos objetivos o criterios educativos determinados.

Es por ello que, para ser eficaz, la acción educativa debe autocorregirse de forma continua, regularse a sí misma en función de las diferencias observadas entre el propósito de la guía y los puntos sucesivos alcanzados. Como toda actividad propositiva, la educación tiene un carácter autor regulatorio, y la evaluación es parte constitutiva, por derecho propio, de su sistema de autorregulación. En este sentido debe entenderse la afirmación de que los procesos educativos no son posibles sin evaluación.

Evidentemente, el término evaluación se relaciona usualmente a la idea de medición; sin embargo, medir significa determinar la extensión y/o cuantificación de una cosa, en tanto que la evaluación implica valorar la información, a través de la emisión de un juicio. Asimismo en el ámbito educativo la operación de evaluar consiste en estimar su valor no material; evaluar hace referencia a cualquier proceso por medio del que alguna o varias características de un grupo de alumnos, profesores, materiales, programas u objetivos educativos, reciben la atención de quien evalúa, analizando y valorando sus características y condiciones en función de criterios o puntos de referencia para emitir un juicio relevante para la educación.

Por otra parte, la gestión de la mejora de la calidad ha pasado a ser un tema prioritario en la mayoría de políticas educativas. Sin embargo aún estamos lejos de que la evaluación de sistemas educativos constituya una coordinación entre países que promoviera una verdadera cultura de evaluación. Según dice Mateo (1998) “uno de los cambios fundamentales es el acontecido en el enfoque clásico respecto de la valoración del proceso de enseñanza aprendizaje” (p. 121). La tendencia actual se centra en orientar toda la atención en valorar los resultados de los aprendizajes de los alumnos en relación de los medios, en términos de recursos para la enseñanza, que se han invertido para conseguirlos.

Llama la atención que, los factores que han contribuido a esto según Mehaffy (2000) “ha sido la cultura del consumo, las medidas de responsabilidad impuestas por las instituciones y la demanda” (p. 44). Todo ello ha originado cambios en los contenidos sujetos a evaluación: A los contenidos académicos clásicos se añaden los contenidos procedimentales y actitudinales complementados con un conjunto de capacidades, habilidades y valores de tipo transversal que también deberían ser objeto de evaluación.

Hasta el presente, el contenido de los aprendizajes se entienden desde un sentido mucho más amplio que como se hacía desde la perspectiva tradicional, los métodos para su evaluación van a precisar de la misma transformación. Hay que ampliar la tipología de los procedimientos empleados y extender su uso a todos los ámbitos. También son necesarias nuevas formas organizativas de la institución en general y del profesorado en particular

Es por ello que, el colectivo más afectado por los cambios en la evaluación del aprendizaje, es el del profesorado. Las nuevas técnicas exigen que los profesores usen sus juicios respecto de los conocimientos de sus alumnos de forma eficiente, entiendan que deben incluirlos en la retroalimentación de su actividad docente y en atender las variables necesidades de aprendizaje de sus alumnos.

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