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Habiendo ya pasado dos años bajo los cuidados de Juan...


Enviado por   •  17 de Noviembre de 2015  •  Ensayos  •  1.667 Palabras (7 Páginas)  •  104 Visitas

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Habiendo ya pasado dos años bajo los cuidados de Juan. Estaba cerca de cumplir los 15 años. Juan estaba fascinado por mi manera de tocar el violín, decía que era sorprendente que alguien de mi edad tuviera el talento y la naturalidad para manejar dicho instrumento.

-        Juan: Nunca había visto a alguien como tú. Tienes talento natural para esto.

-        Raquel: Pero practico y practico y no le veo fin…

-        Juan: Eso no importa, tienes el tiempo y el apoyo para hacerlo. Con el pasar de los días demostrarás la mejoría necesaria.

Seguían pasando los días y no había problema que me angustiara, A pesar de todo, no era algo que se me hiciera sencillo pro moría de ganas de poder llamar papá a Juan, sólo que no podía adivinar como lo tomaría.

Disfrutaba tanto en la hacienda, hasta por cómo me trataban Amira y Alfonso, tan amables conmigo para todo, incluso en los raros momentos que me ponía de necia para no hacer mis tareas.

-        Amira: tienes que hacer tu tarea pequeña. Con una buena educación, tendrás un gran futuro por delante.

-        Raquel: Pero me aburro, además prefiero jugar o tocar el violín que estar haciendo tarea.

-        Amira: Es comprensible a tu edad, pero ya verás, entre más pronto la termines, más pronto estrás tocando tu violín.

Y tenía razón, terminé pronto la tarea, y me dediqué el resto de la tarde a tocar.

Cuando terminé de tocar, yendo hacia mi cuarto, escuché una conversación que tenía Juan con Alfonso.

-        Juan: Tendré que ir a visitar a mi querido amigo para hablar acerca del futuro de Raquel.

-        Alfonso: ¿Seguro de que es una buena idea señor?

-        Juan: Claro, esa niña,  pesar de quererla como una hija. Tiene un gran futuro por delante, y espero que no lo desaproveche.

-        Alfonso: Como usted diga señor.

-        Juan: Ten preparado mi carruaje para ir a la ciudad este sábado.

Me intrigaba saber quién era el amigo del que Juan hablaba, no podía opinar porque era de mala educación escuchar conversaciones ajenas.

Faltaban cinco días para que Juan emprendiera ese viaje, esperaba que me pidiera que lo acompañara. Pero él trataba lo más posible de no tocar el tema. Pintaba para ser una gran sorpresa para mí, a pesar de que hubiera sido complicado separarse el uno del otro.

Por esos días, Juan llegó con una sorpresa para mí: un arco nuevo para mí violín, ya que el que tenía estaba muy desgastado; y un pequeño ruiseñor, el cual me acompañaría con su canto cada que me ponía a practicar.

Al regalármelo, me contó una pequeña historia de un viejo Emperador de China que quedo embelesado con el canto de un ruiseñor, al cual premió con su chalina de oro.

Me enamoré de la historia y más me fascinó tener a un acompañante que disfrutara de mis notas mientras yo disfrutaba su melodía. Fue mi amigo más grato, además de Juan, estaba conmigo mientras tocaba en el jardín de la hacienda.

El jardín estaba lleno de flores maravillosas, y de las más bellas colgaban campanillas de plata improvisadas que sonaban para que nadie pudiera pasar de largo sin fijarse en ellas. Sí, en el jardín todo estaba muy bien pensado, y era tan extenso que el propio jardinero no tenía idea de dónde terminaba.

Hasta que Juan me escucho tocar con mi amigo y se acercó:

-        Juan: Todo este jardín fue pensado para mi querida esposa…

-        Raquel: ¿Le gustaban mucho los jardines?

-        Juan: No los jardines, pero si la sensación de calma que generan este tipo de lugares.

Y así me contó de cómo se enamoró de su mujer desde el momento que la vio, una historia tan conmovedora que no pude contener las lágrimas y abracé al hombre que era lo más cercano que tenía a una familia en todo ese tiempo.

Fue la primera vez en todo ese tiempo que llevaba ahí que mostraba afecto hacia él. A pesar de mi agradecimiento, no me sentía con la seguridad de ser afectuosa.

Fue entonces cuando llegó aquel sábado que haría que mi vida tomara un giro radical en los próximos días.

Juan salió hacia su carruaje mientras Alfonso ibas detrás de el con su equipaje.

-        Juan: Espero que Amira y tú se hagan cargo de todo mientras no estoy. No me tomará muchos días, pero ambos sabemos que Xavier es un poco difícil de convencer.

-        Alfonso: Claro que sí señor, espero tenga éxito con el señor Domingo, aunque a mi gusto, hubiera sido más convencional que él hubiera venido a la hacienda ¿No cree usted?

-        Juan: Tal vez, pero insisto en lo quisquilloso que puede llegar a ser. Por eso es mejor que nos veamos allá en la ciudad, para tener una charla más amena como los buenos camaradas que somos.

Terminando de decir eso, me llamó y salí corriendo mientras me recibía en sus brazos y me besaba la mejilla.

-        Juan: ¿Estarás bien durante mi ausencia?

-        Raquel: Depende de cuánto te vayas.

-        Juan: Prometo que no será mucho ¿De acuerdo?

-        Raquel: De acuerdo- le decía mientras me bajaba y entraba al carruaje.

Corría tras el carruaje debido a la emoción que me causaba ver a los caballos jalar tremendo transporte, mientras Alfonso iba detrás de mí tomándome con precaución diciéndome que era peligroso estar tan cerca de los caballos

Tal vez mi imaginación me engañaba, pero al escuchar acerca de ese hombre del que hablaban Alfonso y Juan, vinieron a mi memoria imágenes de aquel hermoso hombre que supo de mí en el orfanato y no me llevó a su academia por culpa de mi terror a la madre superiora.

Nunca imaginaría que Juan se encargaría de convencerlo para poder inscribirme en su escuela y así terminar de desarrollar el talento del que Juan tanto hablaba.

Pasaban los días y me dedicaba a hacer mis tareas junto a Amira, tocar por las tardes acompañada de mi ruiseñor. Ya había transcurrido una semana y no recibíamos notas de Juan hasta que ocurrió algo que provocaría que mi corta vida diera un vuelco.

Escuchamos a uno de los caballos que jalaban el carruaje de Juan llegar solo a la hacienda, no había rastros del carruaje, solo traía restos de su montura.

Todos temimos lo peor, ya no importaba el que me aceptaran en la escuela. El dar por muerto al hombre por el cual había encontrado sentido a la vida me destrozó.

Después de un funeral sin tumba sólo unos cuantos dolientes, despedimos a un señor maravilloso. Me ahogaba en llanto mientras Amira me consolaba, estando ella visiblemente afectada.

Había perdido a un hombre maravilloso, aquel que tuvo compasión de una pequeña que se le acercó en la calla a pedirle unas monedas e hizo que se sentará acompañarlo a desayunar. Aquel que podía contar las historias más increíbles del mundo y solo porque era el, le creías.

Aquel que podía decirte que podías lograr lo que te propusieras, y hablaba con tal convicción que aceptabas todo lo que dijera, y hacías lo mejor para salir adelante.

No podía aceptar el haberlo perdido,  

Después del sepelio, las cosas cambiaron en la hacienda…

Alfonso se volvió déspota como si fuera el que mandara en la casa. Escuché una de sus conversaciones con Amira mientras me hacía la dormida.

-        Alfonso: Tenemos que encontrar la manera de deshacernos de la mocosa sin levantar sospechas.

-        Amira: ¿Pero de qué hablas? No voy a lastimar a una pequeña sólo porque tú lo digas.

-        Alfonso: Más te vale que hagas caso vieja loca ¿Qué no sabes que ella es la única heredera de la fortuna Martínez?

-        Amira: A mí eso no me afecta y lo sabes, yo nunca estuve aquí por avaricia.

-        Alfonso: ¡Haz lo que quieras! Esto se acabará más pronto de lo que crees. La muerte anticipada del viejo y la llegada de esa niña han cambiado mis planes.

No podía creer lo que escuchaba. Juan siempre tuvo su confianza depositada en aquel hombre ruin que solo estaba ahí por codicia. Era algo que mi mente no podía manejar.

Tuve que disimular lo suficiente para no levantar sospechas. No podía arriesgarme a que Alfonso supiera que yo conocía acerca de sus planes.

Hasta que sucedió lo peor…

Fue una noche mientras me encontraba practicando a la luz de la chimenea, tocando hasta perderme dentro de la música. Mientras tocaba, escuche algo que me asustó por completo.

Escuché el “grito” de mi ruiseñor, una desesperación de como moría y no podía hacer nada para salvarse. Y me quede ahí llorando, sabiendo quien había sido el perpetrador de tan cobarde asesinato.

El ruin de Alfonso, salía de mi habitación fingiendo que no sabía nada…

A la mañana siguiente, desayunando, solo pude mencionar el hallar muerta a mi ave.

-        Alfonso: No escuche nada, señorita. Pero lo más seguro es que haya caído y muerto.

Amira lo fulminaba desde el otro lado del salón. Ella sabía a la perfección lo que había hecho al igual que yo, solo que ninguna de las dos iba a mencionarlo, al menos por ahora.

 

 

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