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Historia De Guadalajara


Enviado por   •  25 de Abril de 2014  •  1.615 Palabras (7 Páginas)  •  193 Visitas

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Historia:

La primera catedral fue construida en 1541 en lo que hoy es el templo de Santa María de Gracia. Esta iglesia estaba construida originalmente con adobe y techos de paja.

El 18 de mayo de 1561 se obtuvo la autorización por Cédula Real para edificar la iglesia Catedral, cuyo costo sería cubierto por la Real Hacienda, los encomenderos y los indios (disposición que no se cumplió del todo); así que el 31 de julio de 1561, Fray Pedro de Ayala quien fue el segundo obispo de la Nueva Galicia, colocó y bendijo la primera piedra de este bello templo.

A la ceremonia de esta colocación asistieron los cabildos eclesiástico y civil, la Real Audiencia y los nobles de la ciudad.

Hasta el día 30 de mayo de 1574 todo había transcurrido con normalidad, sin embargo, mientras se celebraba una misa, unos vecinos lanzaron unos disparos al aire en el corral contiguo, algunos cayeron en la iglesia y esta se incendió. La iglesia quedó semi-destruida.

Por cédula real se obtuvo el dinero para la nueva catedral. La obra avanzó muy despacio, pues escasearon los fondos, más para febrero de 1618 el maestro arquitecto Martín Casillas había llevado los trabajos a su término. Por fin en abril del mismo año se trasladó el Santísimo Sacramento, de la antigua iglesia a la nueva. En el año de 1818, un fuerte terremoto sacudió a la ciudad, y cuando este terminó había ocurrido una nueva tragedia: las torres y la cúpula se habían derrumbado. Fueron sustituidas por unas nuevas, mismas que también se derrumbaron por un posterior terremoto en el año de 1849. Las nuevas torres fueron construidas por el Ingeniero Arquitecto Manuel Gómez Ibarra, costaron 33,521 pesos más 7,166 de honorarios al arquitecto, se tardaron tres años en ser construidas y fueron terminadas en 1854. El Papa Pío XII la elevó al rango de basílica menor, dedicándola a la Asunción de María Santísima.

Plaza Guadalajara:

Exactamente frente a la catedral entre las calles Hidalgo, Morelos y Av. Alcalde, se encuentra esta popular plaza conocida primero como Plaza del Ayuntamiento, Plaza de la Fundación, Plaza de los Laureles y desde 1992, Plaza Guadalajara; le sirve de "atrio laico" a la Catedral y de "vestíbulo" al Palacio Municipal.

La historia de esta plaza comienza en la administración de Jesús González Gallo, que fue cuando se comenzó a derribar todas las construcciones de esta área para construir un estacionamiento subterráneo y sobre éste, la plaza que vemos actualmente. En el gobierno del licenciado Agustín Yáñez, la administración anterior dejó hecha la mitad de la excavación y una tercera parte de la bóveda,

al mismo señor Yáñez lo tocó finiquitar el amparo que había sido interpuesto por los propietarios de la finca que había quedado en pie y terminar totalmente la construcción, tanto del estacionamiento como de la plaza.

Al poco tiempo se terminó por completo con la obra, costando en total un millón ochocientos mil pesos (estacionamiento, plaza y fuente), la historia nos cuenta que "en acuerdo del 2 de febrero de 1955, el Ejecutivo cedió el usufructo del estacionamiento subterráneo de la Plaza del Ayuntamiento al Patronato de la Asistencia, con aplicación expresa de sus rendimientos, por mitad, para desayunos escolares y biberones a lactantes desnutridos".

En la parte céntrica de la plaza, se construyó una fuente en el periodo 1953 a 1956, y se hizo para conmemorar la fundación de esta ciudad, es por eso que ostenta el escudo de armas de esta ciudad. La fuente fue diseñada por el arquitecto Ignacio Díaz Morales, como dicen que Guadalajara es "La Perla de Occidente", la fuente fue simbolizada por una gran media perla de cantera y en el centro se colocó un cuerpo cilíndrico para sostener la pértiga símbolo de la autoridad, rematada con el escudo de la ciudad, estos símbolos son de metal.

Hombres Jaliscienses Ilustres:

José Clemente Orozco (n.23 de noviembre de 1883 - m. 7 de septiembre de 1949), muralista y litógrafo mexicano, nacido en Zapotlán actual Ciudad Guzmán, Jalisco y falleció en la Ciudad de México. Graduado en la Escuela Nacional de Agricultura, estudió más tarde matemáticas y dibujo arquitectónico.

Pedro Moreno (insurgente) González de Hermosillo1 (Lagos de Moreno, Jalisco, México, 18 de enero de 17752 - Guanajuato, 27 de octubre de 1817). Fue un caudillo de la Guerra de Independencia de México, sus padres fueron Manuel Moreno de Ortega y Verdín de Villavicencio y María del Rosario González de Hermosillo y Márquez.3

Nació en la hacienda de La Daga, jurisdicción de Lagos (hoy de Moreno, en el estado de Jalisco). Estudió en el Seminario de Guadalajara; a fines del siglo XVIII regresó a su tierra natal y se dedicó al comercio.4 Hacendado progresista, casado con Rita Pérez Jiménez, desenvolvió actividades en pro de la independencia mexicana. Moreno entró en relaciones con los caudillos insurgentes, a los que auxiliaba. Sospechoso a los ojos de las autoridades españolas, vigilado y amenazado de prisión, se marchó a su hacienda La Sauceda. Ahí organizó una partida de campesinos, con los que se dedicó a combatir a las fuerzas realistas.4 Formó grupos guerrilleros junto con su familia, trabajadores de sus tierras y otras cientos de familias, quienes lucharon a favor de la emancipación mexicana, uniéndose a los combatientes en la Sierra.

La Leyenda de la casa de los perros.

Cuentan los viejos libros que en Guadalajara había un rico cafetalero llamado Jesús Flores, quien tenía su casa en la calle de Santo Domingo, hoy llamada Av. Alcalde. Don Jesús, en el momento en que iniciamos esta historia, era un viejo viudo de setenta años, que harto de su soledad buscaba con afán el tener una compañía.

Ahí en la esquina, de lo que es hoy Alcalde y San Felipe vivía una viuda con tres hijas muy hermosas, dedicadas a realizar trabajos finos de costura, en lo cual habían hecho buena fama. Una de las hijas de aquella costurera, debido a su gracia y belleza pronto fue desposada por un apuesto y acomodado caballero. Pero el rico viejito se derretía por Elodía, otra de las hermanas, aunque ella no le hizo jamás el menor caso y terminó contrayendo matrimonio con un rico alfarero de Tlaquepaque.

Ana, la última de las hijas, no vio con malos bigotes a Don Jesús, y aunque él jamás la había pretendido, pronto se vio seducido por su coquetería, a todas luces manifiesta; y sin pensarlo demasiado, le propuso a la jovencita matrimonio. A falta de pan, buenas son semas. Quizás en sus años mozos Don Jesús fue un joven atractivo, pero en esos tiempos ya no quedaba absolutamente nada digno de verse en aquel anciano, excepto su fortuna, que le borraba hasta las arrugas y lo encorvado.

Anita no perdió tiempo. Ante la insistencia de aquél hombre, que sentía se le acababa el tiempo; ella le hizo ver que la única forma de casarse con él era que le hiciera a la casa un segundo piso; porque solo las gentes adineradas tenían una así, y ella pretendía mostrar una excelente imagen ante la sociedad.

Don Jesús ni tardo ni perezoso, llamó de inmediato al ingeniero Arnulfo Villaseñor y le encargó la remodelación de la casa. Una vez terminada, y después de haber contraído matrimonio la desigual pareja, Doña Ana, y la llamo ahora así, porque ya era la “gran señora”, completó la decoración exterior con un par de esculturas que vio en una revista de decoración, y las cuales tuvieron que ser traídas directamente desde Nueva York. Dando con ello el toque final, y el motivo para que aquella finca a partir de entonces fuera conocida como “la casa de los perros”.

Al frente de sus negocios, Don Jesús, tenía a un honrado caballero llamado José Cuervo, quien con gran habilidad le multiplicaba día con día la fortuna, lo cual después de pasada la emoción de tener de nuevo compañera, para Don Jesús se convirtió en la única ilusión en la vida.

Pero el reloj de arena se quedó sin granos y Don Jesús falleció dejando a Doña Ana sola, quien para no sufrir aquél terrible mal de la viudez, muy pronto encontró consuelo a su tristeza en los brazos del fiel mayordomo, quien prosiguió afanosamente acrecentando la fortuna con el buen manejo de los negocios.

Y como el dinero fluía por todas partes, Doña Ana y Don José hicieron una casa nueva, la cual se aprecia aún el la esquina de Colón y Libertad, donde se fueron a vivir su insólito romance, dejando atrás aquella casona que Doña Ana ya no vio con simpatía porque estaba llena de recuerdos no del todo gratos.

Poco tiempo después vendieron la “casa de los perros”, pero quien sabe que pasó con el nuevo dueño, porque la finca duró mucho tiempo abandonada y aquello dio pie a una gran leyenda.

Se corrió el rumor de que quien rezara un novenario en el mausoleo de Don Jesús Flores, recibiría en premio las escrituras de la “Casa de los Perros”. Era requisito que los rezos se efectuaran a las 12 en punto de la noche, llevando como única compañía una vela. Dicen que lo intentaron una buena cantidad de gentes, hombres y mujeres. Que hasta se hizo una gran vendimia noche a noche afuera del panteón de Mezquitán. Por todas partes surgieron los valientes, que vieron en aquella situación una forma fácil de hacerse de fortuna. Pero todos fracasaron. Algunos salían antes de cinco minutos, corriendo como alma que lleva el diablo, otros se tardaban tanto en salir, que cuando los iban a buscar los encontraban desmayados.

Con el tiempo pasó la euforia, o se acabaron los valientes. Se dice que el problema de todo ello estaba en que una voz de ultratumba se empeñaba en contestar cada uno de los rezos. Y así, hasta el hombre más valiente se cuartea.

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