ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Juntos Hasta El Final


Enviado por   •  26 de Mayo de 2013  •  1.831 Palabras (8 Páginas)  •  224 Visitas

Página 1 de 8

Juntos hasta el final.

Un grito desgarrador me despertó. Luego llegó el suave susurro de un disparo a lo lejos. Entonces sentí como el miedo se apoderaba de mi cuerpo y escuché la puerta de mi habitación que se abría de par en par. Era mi padre. Estaba desesperado, su cara denotaba cansancio y sufrimiento. Me levanté de mi cama y lo miré empacar en una maleta todas mis pertenencias. En un silencio quebrado, comencé a ayudarlo. Solo paró durante unos segundos para encontrarse con mis ojos.

No había palabras para describir aquellos sentimientos que se introducían en mí lentamente al ver la mirada cristalizada de mi padre. Pronto entendí que aquel podría ser el final, nuestro final. Él siempre decía en las tardes que conseguíamos estar todos juntos, que un final significaría un nuevo comienzo. Sus ojos me demostraban más de lo que las palabras podían expresarme. Sin embargo, solo fueron unos segundos y fue el turno de mi madre para entrar en el cuarto. Vestía su camisón de dormir, aquel que mi abuela le había comprado en uno de sus viajes, en sus brazos acogedores llevaba a mi hermana más pequeña. Se acercó poco a poco para llegar a mi lado donde depositó a mi hermana en el suelo y me regaló un beso en la frente.

-Te amo Madeleine- me dijo.

Unas lágrimas se deslizaron por mi rostro sin piedad y me pregunté por qué debía ser de aquella manera. Pero el odio hacia nuestro pueblo se incrementaba día a día en las mentes débiles que creían las absurdas propagandas y mentiras creadas por el siniestro hombre conocido como Adolf Hitler. ¿No podíamos vivir en paz?

Volví a la cruel realidad que se llevaba cada pensamiento razonable de mi cabeza y contesté a mi madre que también la amaba.

Mi padre seguía guardando nuestras prendas de ropa en la bolsa de viaje. Mi hermana Maggie, preguntaba llorando que ocurría y sus manitos llenas de hoyuelos se extendían a los brazos de nuestra madre para que la acurrucara, pero ella ayudaba a su esposo.

Caminé hasta donde estaba Maggie esperando un cálido abrazo y la sujeté fuertemente.

-Estaremos juntos hasta el final, tranquila- sus ojos marrones me hacían recordar al color de las hojas cuando cambiaban a causa del otoño y caían en cámara lenta de sus arboles.

Me separé para cambiarme la ropa, sabía que era cuestión de tiempo y pronto nos iríamos de allí. Escapar, eso haríamos. La pregunta era: ¿lo lograríamos?

Si nos encontraban y nos descubrían, no negaríamos nuestra existencia como las personas que somos. Aquello ni pensarlo. Tenía muy en claro desde hace mucho tiempo quien era mi familia y la diferencia que había entre mis compañeras de clase conmigo, ellas nunca lo comentaron hasta hace unos días cuando comprendí los cambios que empezaron a surgir.

Recordé las palabras que usaron contra mí, las que me resaltaban de la sociedad y parecían convertirnos en personas inferiores.

Estábamos en un recreo cuando me acerqué a la joven alguna vez considerada mi amiga, su rubio pelo largo resaltaba de una manera destellante y era imposible confundirla. Traía unos patines muy lindos, un gusto que no he podido tener aunque adoraba ver como sus pies se movían en el suelo. Un día me los había dejado llevar y estaba feliz. Pero esta última vez, se limitó a mirarme como si no me reconociera y dijo con una voz fría:

- No me dejan compartirlos, y menos con un judío como tu.

No lo podía creer, me giré sin decir nada para sentarme en una esquina sola donde lloré hasta volver a mi casa.

La abuela nos enseñó a no negar nuestra identidad y no le fallaría ni a ella ni a mi familia.

Si debíamos pagar un precio injusto en esta vida lo soportaríamos sin rodeos con la cabeza en alto.

Maggie sacudió mi mano para llamarme la atención, y con esfuerzo, dejé atrás aquel recuerdo.

Entre las prisas, me explicaron que intentaríamos llegar a una cuidad llamada Varsovia en carreta, antes de que los jefes militares arrasaran con lo último de Polonia.

Al terminar de abrigarnos, salimos a la oscura y fría noche. Dirigí mi mirada hacia el cielo donde vislumbré una luna llena acompañada del brillo de las estrellas. Cuando miré hacia la calle de tierra vi una carreta de un tamaño mediano que lograba andar sobre sus ruedas gracias al impulso de dos grandes caballos negros. Mi madre me dio un empujoncito en la espalda para indicarme que caminara y juntas subimos al vehículo. Unos segundos después, llegó Maggie cargada en el brazo derecho de mi padre ya que, con la otra sostenía una gran maleta marrón. A continuación, el coche comenzó a traquetear y me despedí de mi hogar.

No éramos los únicos en el carruaje, si no me equivoco, había otra familia de hebreos tratando de escapar de esta pesadilla. Los dos niños pequeños dormían abrazados a su padre. Las bolsas debajo de sus ojos indicaban que no estuvieron descansando bien por bastantes días. La mujer apoyaba la cabeza en el hombro de un niño pero de vez en cuando se despertaba sobresaltada en el momento que el carruaje sufría una sacudida.

Me hubiera gustado cerrar mis ojos y huir al mundo de los sueños, donde yo soy su única dueña, pero aunque lo deseara con todo mí ser, no era yo quien podía controlar la situación que nos acorralaba.

No estaba muy segura de cuanto tiempo habíamos viajado cuando mi estomago reclamó que lo alimentara. Busqué entre la cartera de mi madre hasta que saqué una manzana. En el fondo de nuestro jardín teníamos plantado un manzano y comprendí de donde provenía la fruta

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (10.6 Kb)  
Leer 7 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com