ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

LA CONFORMACIÓN DEL ESTADO NACIONAL Y LA ORGANIZACIÓN DEL SISTEMA EDUCATIVO


Enviado por   •  14 de Noviembre de 2022  •  Biografías  •  1.781 Palabras (8 Páginas)  •  35 Visitas

Página 1 de 8

INSTITUTO SUPERIOR DE FORMACIÓN DOCENTE Y TÉCNICA Nº 25 Profesorado de Educación Inicial Historia y prospectiva de la educación Prof. Daniela Vega Riberas

 LA CONFORMACIÓN DEL ESTADO NACIONAL Y LA ORGANIZACIÓN DEL SISTEMA EDUCATIVO

El desarrollo de la modernidad en territorio americano tiene características muy particulares, dado que el trasplante del modelo de sociedad europea se realiza sobre la base de la colonización que las principales monarquías, entre los siglos XV y XVIII, impusieron sobre el territorio y población originaria americana. Las instituciones (como los Cabildos, los Virreinatos), las relaciones de poder (como la encomienda y la mita), la implantación de un tipo de economía (extracción de metales preciosos), la aculturación y el proceso de mestizaje propias del colonialismo, establecen una sociedad muy diferente a la europea; y es sobre esta base donde comienzan a desarrollarse los estados modernos, recién a fines del siglo XIX. La organización del Estado Moderno en Argentina se traduce en el lema Orden y Progreso. La influencia de las ideas iluministas, racionalistas, liberales y republicanas en los jóvenes intelectuales del siglo XIX, se imprimen en las plataformas políticas que comienzan a desplegarse como proyección de la “república posible”. Para estos estadistas la base del Progreso es el Orden: ordenar implica desterrar prácticas, relaciones e instituciones políticas premodernas, hispánicas, coloniales, despóticas, tradicionales. En este sentido, para los jóvenes de la Generación del `37 imbuidos del pensamiento liberal francés y anglosajón, J. M. de Rosas representa el desorden, el caos; tradiciones anquilosadas que no permiten el desarrollo del país, que por el contrario, lo someten al atraso y la barbarie. Es necesario comprender el pensamiento de los intelectuales del ´37 como producto de un clima de época internacional donde se asiste al quiebre de una estructura tradicional, tanto en el plano político, como cultural, religioso y económico. El quiebre de un modelo tradicional de organización social da paso a otra forma de regulación social: racional y formal, es decir, legal. Se instituyen leyes que regulan la convivencia de hombres libres. Por otro lado, el auge del capitalismo produce una red de relaciones comerciales entre países, quedando sujetos los distintos territorios, a la necesidad de comercializar sus producciones para poder sostener sus soberanías. Insertarse y pertenecer a la red de comercio internacional, es perentorio para los países nuevos que aspiran a la soberanía y, por ende, a la descolonización. Ordenar para Progresar, entonces, constituye la guía y orientación en el período de organización y consolidación del Estado. Ordenar implicó formar instituciones centralizadas (Constitución Nacional; Banco de la Nación; Ejército Nacional; Sistema Educativo Nacional, una moneda, una aduana, etc.), una forma de gobierno formal con tres poderes autónomos (Ejecutivo, Legislativo, Judicial) y un modelo de desarrollo (Agroexportador) que se consolida y expande durante el primer mandato de J. A. Roca en 1880. La característica que asume el Orden en nuestro territorio, es que se asienta sobre la base de la exclusión y eliminación del Otro. El Otro que es catalogado de indisciplinado, bárbaro, atrasado, incivilizable ya que no puede incorporar la idea de desarrollo y progreso por estar fundido él mismo en la naturaleza. Es lo que refleja la obra de Sarmiento “Facundo” como la de Estaban Echeverría “La Cautiva”, demostrando el vínculo entre el hombre y la naturaleza en estado puro. Esta forma de vida “salvaje” es incompatible con las ideas vertidas por el positivismo, en boga por aquellos años, que basa sus principios en el conocimiento científico de la naturaleza para que el hombre pueda ejercer un dominio sobre ella. Valga decir, que la naturaleza esté al servicio del hombre y no el hombre sujeto a sus designios. A partir de estas ideas comienza a desarrollarse un gran relato moderno donde se difunde la idea de que nuestro territorio es un desierto vacío que hay que llenar con mentes y manos europeas que enseñen a la población autóctona los hábitos y cultura de trabajo como también las normas y costumbres citadinas, urbanas, civilizadas. Sobre la base de este ocultamiento y eliminación disfrazados de legitimidad, es que comienzan a establecerse, no sólo el andamio material del Estado (administración, burocracia, definición de fronteras, construcción de circuitos productivos y comerciales, etc.) sino también el andamiaje simbólico, lo cual implica la construcción de la nacionalidad (sentimiento nacional, símbolos, liturgia, idioma, memoria colectiva, etc.).

 Hay que considerar que, previo a la organización del Estado, no existía un sentimiento unificado de pertenencia a la nación, de allí la frase conocida “Una nación para el desierto argentino” y la de Esteban Echeverría en el Dogma Socialista: “La patria, para el correntino es Corrientes; para el cordobés, Córdoba; para el tucumano, Tucumán; para el porteño, Buenos Aires; para el gaucho, el pago en que nació. La vida e intereses comunes que envuelve el sentimiento racional de la patria es una abstracción incomprensible para ellos y no pueden ver la unidad de la República simbolizada en su nombre”. Por lógica puede deducirse que la conformación de las identidades y sentimientos de pertenencia al territorio se fueron construyendo en el largo período colonial, donde existía un alto grado de aislamiento entre regiones al interior del Virreinato; donde los lazos que se establecían por cercanía generaban identidades particulares (las provincias del litoral argentino con Brasil y Paraguay; el norte con Bolivia y Perú; el noroeste con Chile; Buenos Aires con Europa). La unidad nacional necesaria para conformar un Estado Moderno fue un proceso que demandó un gran esfuerzo de construcción por parte del proto-estado, motor que impulsó la modernización al interior del territorio. En este sentido es importante considerar los cuatro atributos de estatidad que menciona Oscar Oszlak donde se imbrican tanto los elementos materiales como simbólicos para dar forma a una estructura de gobierno moderna. Igual de importante es considerar lo señalado por Max Weber cuando define al Estado como una organización que reclama para sí el monopolio sobre la violencia legítima. Es decir, dentro del Estado se hallan instituciones como la administración pública, la policía, las Fuerzas armadas y los tribunales. Teniendo en cuenta estos aspectos podemos analizar al Sistema Educativo Moderno como un dispositivo de lo más eficaz para dar legitimidad a la nueva organización política, social y económica en auge. Los orígenes de la educación moderna en nuestro país están marcados por las luchas por el poder simbólico con la Iglesia Católica. La educación elemental se constituye en campo de disputa entre el clero y el Estado quien finalmente se impone mediante la Ley 1420 de Educación Común en 1884 estableciendo la laicidad de la misma. Al mismo tiempo, el esfuerzo del estado estuvo puesto en lograr la homogeneización cultural de la población heterogénea y diseminada con que contaba el país en la última mitad del siglo XIX. Para lograr este objetivo, Sarmiento trae de Norteamérica un contingente de maestras bostonianas imbuidas del modelo estadounidense de educación, muy vinculada a la formación de individuos modernos y civilizados en función de las ideas progresistas y liberales de la época. Formación que se garantiza homogénea y es impartida desde las Escuelas Normales por él creadas. Sarmiento encara con decisión el área de la educación común, tornándola popular, universal, laica, gratuita y obligatoria. Ampliando y difundiendo, al mismo tiempo, la cultura moderna a partir de la creación de escuelas y bibliotecas populares en todo el territorio. La universalidad y obligatoriedad de la educación respondió a la necesidad de formar a todos los niños comprendidos entre los 6 y 12 años de edad con el fin de nacionalizarlos y, por sobre todas las cosas, civilizarlos. Es decir, legitimar el poder de las instituciones estatales sumado a la forma de vida moderna, urbana. Sólo a partir del auge de experiencias educativas de comunidades extranjeras (por ejemplo, los italianos) comienza la preocupación por la argentinización de la infancia argentina. La educación patriótica y nacionalista comienza a ser, a partir de los primeros años del siglo XX, la manera de nacionalizar al total de la población, ya que se corría el riesgo de estar incubando distintas naciones dentro de la nación argentina. En cuanto a la educación media, ésta respondió, desde la creación de los Colegios Nacionales fundados por Mitre en 1863, a la formación de la élite dirigente. Estos Colegios permitían el ingreso a una minoría quienes tenían la posibilidad de continuar estudios universitarios o bien formar parte de la burocracia del estado. Es importante considerar el contexto político de la época, donde lo “popular” era considerado peligroso, un mal recuerdo de las épocas rosistas caracterizadas por el desorden y el caos. Los sectores porteños y mitristas se abroquelaba impidiendo el paso de la participación popular en los asuntos del gobierno. En este sentido, la fórmula prescriptiva alberdiana, habla a las claras del propósito elitista de los gobiernos que se iniciaban luego de Caseros.

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (11.6 Kb)   pdf (52.2 Kb)   docx (11.1 Kb)  
Leer 7 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com