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LA PROBLEMATICA ADOLESCENTE

s02d04b1525 de Julio de 2013

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PARA COMPRENDER LA ADOLESCENCIA PROBLEMÁTICA.

El artículo presenta los siguientes elementos

1 TABLERO, 4 PATAS, 8 TORNILLOS y 1 MANUAL DE INSTRUCCIONES

(Usted con la mesa montada, seguirá trabajando)

INTRODUCCIÓN

Este artículo fue escrito por Carlos Lamas pero no habría sido posible sin el trabajo del equipo del Centro de Terapia Relacional y Familiar de Tarragona, formado por Maria Rosell, Fina Palomar, Mar Vergés, Adela Anglés e Imma Díaz. De la misma forma que para comprender a los adolescentes desde el modelo sistémico relacional hablamos de familias, entorno sociocultural y demás. Para comprender la génesis de una reflexión individual justo es referirnos al entorno laboral y, también a otros profesionales que, a través de sus libros, configuran una plataforma sólida desde la que puedo mirar más allá de mi quehacer cotidiano. Para completar el cuadro de forma convincente faltan los pacientes y sus familias. Son los verdaderos maestros. Trabajar con ellos es un honor para mí.

He configurado este artículo desde una estructura sencilla que permite agrupar los temas en dos grandes principios y cuatro apartados. Esos seis elementos, cuatro patas, tablero y tornillos permiten construir una mesa virtual sobre la que el lector seguirá trabajando. Usted debe colocar encima de ella, su experiencia profesional, personal y su modelo teórico, para diseñar su metodología de intervención. El manual de instrucciones acompaña y pretende guiar, aunque no siempre sea comprensible.

Empieza el artículo por el tablero, la historia que nos contextualiza al adolescente problemático. Le sigue la primera pata, la estructura familiar que nos proporciona una brújula para no perdernos. La siguiente pata de la mesa nos habla de dos ejes que configuran el entorno de crecimiento del menor, la conyugalidad y la parentalidad, fundamental para diseñar la intervención. La tercera pata recupera al individuo para que comprendamos los cambios evolutivos y las diferentes estrategias de los hermanos. La última pata que da estabilidad a la mesa, es el entorno sociocultural, que nos permite acercarnos a los padres. Como elemento de unión de todo lo anterior tenemos los tornillos, la biología. Y para finalizar le proporcionamos el manual de instrucciones que es el constructivismo que nos lleva a la ética.

EL TABLERO : LA HISTORIA

Para comprender la adolescencia problemática se debe empezar por un salto conceptual: No hay adolescentes problemáticos sino niños sufrientes que crecieron. La adolescencia es una fase importante en el crecimiento individual, donde se inicia el proyecto de individuación de una forma consciente, donde se sientan las bases para definir la identidad. Sin embargo, la adolescencia no es una fase en el ciclo vital familiar, sino tan solo un paso más de la crianza de los hijos que culmina con la emancipación y el nido vacío. Por tanto, prefiero conceptualizar a los adolescentes problemáticos como niños sufrientes que al crecer evidencian su malestar y sus rígidas estrategias de supervivencia. Los adolescentes encuentran en los contextos sociales extrafamiliares, cajas de resonancia para su malestar, a la vez que encuentran en esos contextos sociales otra fuente de frustración, al no saber poner en marcha estrategias relacionales funcionales.

La primera idea, que nos dará forma al tablero, es la necesidad de conocer la historia del adolescente. Por tanto, debemos conocer cual es el sufrimiento de ese niño y como sobrevivió.

El sufrimiento infantil se produce por la combinación de dos factores, una baja parentalidad y la inclusión del menor en dinámicas disfuncionales de adultos. En otras palabras, las familias que se configuran bajo el signo del conflicto, al nacer un hijo, tienen grandes posibilidades de que ese conflicto se traduzca en dos elementos negativos para la crianza del menor. Por un lado, la escasa parentalidad, ya que los adultos, en dificultad relacional con su pareja y con su familia de origen, tienen grandes posibilidades de ejercer su papel parental con menor eficacia. Por otro lado, esos adultos incluyen al menor en sus propios líos, encontrando en los pequeños lo que otros adultos les niegan y munición para combatirlos. Véase esquema adjunto.

El caso más típico es la madre abandonada por su marido y por su familia de origen que busca el cariño y la complicidad en un hijo. El menor responderá con extrema lealtad haciéndose cargo del sufrimiento materno ofreciéndole su apoyo incondicional. El precio a pagar será inhibir, incluso falsear sus estados emocionales negativos y acelerar su crecimiento cognitivo. Siempre sonriente e hipermaduro, el niño recogerá alabanzas de los adultos y envidia y hostilidad de sus pares. Nada de ello será trágico hasta que el menor desee la aceptación de sus compañeros. En ese momento, el escondido sufrimiento infantil se manifestará como adolescente problemático. Por un lado, la rabia por haber sido utilizado en tareas que no le correspondían, suplir la ausencia del marido, consolar a la esposa. Por otro, habérsele escamoteado los progenitores, uno no estaba, el otro debía ser cuidado. A todo ello, se suma que la estrategia funcional en la infancia, la hipermadurez e inhibición de las emociones, es una pésima herramienta para afrontar los retos de la adolescencia. Ese adolescente que se encierra en si mismo, que no tiene amigos ni novios y que estudia de forma compulsiva es el retrato del fracaso. Ese fracaso que eclosiona en la adolescencia se gestó durante largos años.

La historia también se aplica a los padres. Debemos comprender las razones que empujan a estos padres a actuar de esa forma, para ello deberemos conocerlos.

Esa madre triste busca consuelo en su hijo porque huyó de su propia familia de origen, escogiendo a un hombre que le había prometido reparar todo el daño recibido. El príncipe azul se destiñó en el primer lavado apareciendo una rana. La madre no podía volver con los suyos, ya que la elección de pareja había sido un desafío dirigido a alguno de los progenitores. Y éstos respondían delante de las desavenencias conyugales, apoyando al yerno.

El marido creyó encontrar una pareja que le proporcionaría todo el reconocimiento que le faltó en su familia. Era un patito feo que el amor transformó en cisne. Pero poco le duró la dicha, su esposa seguía mirando a su propia familia. Él se sintió estafado, utilizado. Su rabia explotó. En el alcohol encontró un euforizante que, por un momento, lo convertía en un príncipe.

El nacimiento del hijo cambia el escenario. Se convierte para la madre en un refugio para su malestar. Con la dedicación al hijo demuestra al marido y a la familia de origen lo buena madre que es, además de mostrarles como le gustaría ser tratada, con cariño, con lealtad, con complicidad, con diversión,.... Todo ello irrita al padre que ve cómo lo que desea de su esposa se lo lleva el recién llegado intruso. Esa rabia le dificulta el acceso a su hijo y ejercer las funciones parentales. Al ser un bebé, el padre convertirá su hostilidad en ausencia. Más tarde, cuando el chico empiece a enfrentarlo, la hostilidad del padre se manifestará.

La razón por la que la historia es el tablero de la mesa es la siguiente: En la intervención, nuestro punto de partida es que los padres son los mejores terapeutas de los hijos. La función de un terapeuta de familia es la del traductor entre partes, la de co-constructor de la historia familiar y la de ayudar a reparar daños causados. En definitiva, poner en marcha unas relaciones más funcionales. Para realizar todas esas actividades, un psicoterapeuta debe partir de una complicidad, de un enganche con los miembros de la familia. Para conseguirlo debe comprenderlos de una forma amable, debe responsabilizarlos sin culpabilizarlos, debe animarlos a cambiar sin conducirlos más allá de sus limitaciones, debe identificar y ampliar sus propios recursos,..... Debe hacer muchas cosas pero ninguna de ellas es hacer de padre o de madre. El primer paso, por tanto, es recuperar y colaborar con los adultos responsables de la crianza.

El siguiente punto de nuestra intervención es ayudar a transformar el sufrimiento del adolescente en fuerza creativa. Los chicos precisan, en un primer momento, de una explicación para entender y poner palabras a su malestar. Con un lectura histórica y relacional, el sufrimiento disminuye ya que el adolescente es tratado como superviviente del drama familiar pero también como actor, ya que puso en marcha una estrategia que le permitió sobrevivir. Esta intervención se realiza en entrevistas familiares, en donde los padres tiene un doble protagonismo, el de ayudar a co-construir la historia, a la vez que se apoya a estos padres para que retomen sus funciones. Todo ello sin olvidar responsabilizar al adolescente de sus actuaciones en la familia.

El paso siguiente es ayudar al adolescente en su proyecto vital, diseñando estrategias eficaces de relación con el exterior. Este punto se realiza a través

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