La Ciudad Ausente Como máquina Contra El Olvido

La ciudad puede entenderse como un depósito de la memoria cultural de cada pueblo; sin embargo, necesita ser decodificada luego de un periodo de caos político–social como el ocurrido durante la última dictadura militar en Argentina. La literatura, por su parte, ayuda a decodificar las huellas que se han tratado de ocultar e incluso anular. La novela La ciudad ausente (1992) de Ricardo Piglia, muestra a la ciudad inmersa en un trabajo de simulación mediante un manto que teje el Estado durante la dictadura como un medio para manipular y mover masas a su conveniencia con el único fin de aniquilar la memoria colectiva.

El presente comentario busca mostrar que La ciudad ausente aspira a la reconfiguración de una identidad quebrantada que mira al pasado para construir su futuro. Y por esta razón puede ser leída como una novela política , en el sentido que expresa la contratapa de la edición de Anagrama (2012): “La novela de Ricardo Piglia, sin embargo, es una novela política: los personajes se relevan, los acontecimientos adquieren una velocidad desconcertante y Junior, adentrándose en el nucleo de la intriga, accede a una galería inaudita de voces simultáneamente traidoras y fieles a la literatura argentina”.

Ricardo Piglia utilizó la historia de amor entre Macedonio Fernández y su esposa Elena de Obieta para escribir una ficción sobre su deseo de eternizarla, rescatándola de la muerte. Así, en La ciudad ausente, Macedonio le pide a Russo que lo ayude a construir una máquina, una réplica de Elena, que inmortalice su memoria. Sin embargo, el genio creativo de Piglia no se detuvo allí. El autor dio una nueva “vuelta de tuerca” a la historia de amor entre Macedonio y Elena para ubicarla en el contexto de la sociedad argentina de la postdictadura, porque como señala Corbatta “la máquina no sólo recupera la memoria de Elena muerta sino que recaptura todas las narrativas que circulan en la ciudad y que se basan en memorias reprimidas, provenientes del inconsciente colectivo político de una ciudad ocupada” (CORBATTA, 2010: 56).

De este modo, la novela de Piglia aborda la necesidad histórica de la memoria. La máquina comparte tanto con la política como con el Estado represivo la capacidad para reproducir imágenes y construir una simulación de la realidad. De acuerdo con Russo el Estado basa su poder en la capacidad de controlar las imágenes, mientras que la tortura y otros mecanismos de vigilancia se basan en la analogía de visión y conocimiento:

“La inteligencia del Estado es básicamente un mecanismo técnico destinado a alterar el criterio de realidad. Hay que resistir. Nosotros tratamos de construir una réplica microscópica, una máquina de defensa femenina, contra las experiencias y los experimentos y las mentiras del Estado. Ve, dijo, y levantó la mano con un gesto que abarcaba los árboles y las islas ajenas, hay micrófonos y cámaras ocultas y policías por todos lados, todo el tiempo nos vigilan y nos graban y yo no sé si usted mismo es de veras un periodista o si es un espía o las dos cosas a la vez” (PIGLIA, 2012: 142 - 143).

La máquina funciona como un depósito donde se hallan todos los relatos posibles: es por ello que desconoce completamente la idea de un autor o un lenguaje original (en la máquina todo lenguaje es una traducción, toda palabra es la repetición de otra):

“Un relato no es otra cosa que la reproducción del orden del mundo en una escala puramente verbal. Una réplica de la vida, si la vida estuviera hecha sólo de palabras. Pero la vida no está hecha sólo de palabras, está también por desgracia hecha de cuerpos, es decir, decía Macedonio, de enfermedad, de dolor y de muerte” (PIGLIA, 2012: 139).

Es en ese depósito donde se almacena la memoria colectiva, una memoria grabada en la materialidad de un cuerpo. Y es también en sentido donde La ciudad ausente es una reflexión acerca de los mecanismos de la memoria en las sociedades totalitarias, es decir, una denuncia y una lucha contra el poder establecido. En la novela, el personaje

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