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La Escritura En El Preescolar

sabelita5 de Junio de 2014

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Era una noche oscura y fría. Daniel bebía un café sentado en su sillón favorito en la sala de su casa. Su familia dormía y èl reflexionaba tantas cosas que perdió la noción del tiempo. Eran las tres de la mañana, llevó su tasa vacía al lavaplatos, y abrió el refrigerador para prepararse un refrigerio. Cuando cerró la puerta vio junto a él a una figura muy conocida, pero en nada preciada.

La espectral imagen le arrebató el sueño en un instante y lo miró fijamente y le dijo con voz tenue:

- ¿Sabes bien a que he venido?

El asintió con la cabeza y dijo:

- Si. Lo se. Ya es hora.

La muerte confundida le preguntó a su víctima.

- ¿No vas a llorar? Todos lo hacen, se arrodillan y suplican, juran que serán mejores, ruegan por una oportunidad. ¿Tu por qué no?

Temeroso aun y con un nudo en la garganta, Daniel le respondió:

- ¿De que me sirve? Nunca me darás otra oportunidad. Tu solo haces tu trabajo.

- Cierto, solo hago mi trabajo

- ¿Puedo despedirme de mi familia? cuestionó Daniel con la ligera esperanza de recibir un si.

- Tú has dicho que solo hago mi trabajo, yo no decido la hora ni el lugar, mucho menos los detalles.

- Lo siento.

- No tienes de que disculparte, poca gente piensa en su familia en vida pero al llegar este momento, todos piden lo mismo.

- No lo entiendes – dijo Daniel con tono de reproche – yo perdí a mi padre cuando tenia 15 años, y mi sufrimiento fue grande… pero mi hija menor tiene tan solo 4, déjame decirle que la amo.

- Tuviste 4 años pare decírselo, tuviste muchos días libres, muchos cumpleaños, fiestas y momentos en que pudiste decirle a tu hija que la amas. ¿Por qué solo pensaste en tu hija?

- Mi hijo mayor no me creería, y mi esposa, a ella no creo que le interese si la amo o no. No hemos distanciado mucho. Pero mi niña, no hay día que entre yo por la puerta y no este ahí para recibirme con un beso.

- Deja de hablar ya se hace tarde.

- Esta bien.

- Sabes este momento hace que mucha gente haga conciencia de su vida. Lástima que sea demasiado tarde.

Salieron ambos al patio; un extraño tren aguardaba en la calle y lo abordaron.

- No todo es aburrido en la muerte. No te puedo decir lo que pasará al llegar, pero te propongo que juguemos ajedrez para matar el tiempo.

Con una sonrisa y una lágrima Daniel dijo:

- Que curioso, creí que no tenias sentido del humor.

El juego inició. Daniel no se calmaba aunque comenzó ganando, consiguió un alfil y un caballo. Pero era obvio que eso no lo alegraba.

La muerte le preguntó

- ¿A que te dedicabas en vida?

- Soy… es decir, era un simple empleado en una fábrica de calzado.

- ¿Obrero?

- No. Trabajaba en la administración.

- Ah. Supongo que tú te encargabas de ver si algo faltaba en producto o dinero.

- Si. En parte así era.

- No lo entiendo…

- ¿No entiendes qué?

- Porque ustedes teniendo tantas cosas que hacer se encierran en el trabajo, se olvidan de los sentimientos, no les importan los demás, se vuelven egoístas y violentos para que al visitarlos yo demuestren ternura, humildad, tristeza, miedo, e incluso lloren. ¿Por qué esperar a que llegue yo, si ya nada podrán hacer?

- No lo sé….

-En cambio yo, soy como un simple peón, haciendo lo que debo hacer y nada más. Mientras ustedes son dueños de su propia vida, capaces de decidir que harán con ella, ¿y para qué? Si su peor decisión es desperdiciar su vida.

- Te creí más cruel- comentó Daniel

- Nada es lo que parece.

El silencio reinó por unos instantes mientras Daniel ponía en jaque a la muerte.

- Dime ¿qué pensabas cuando te casaste?

- Pensaba en ser feliz, en formar una linda familia,

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