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La Naturaleza Del Hombre. Carl Rogers.


Enviado por   •  24 de Septiembre de 2014  •  2.087 Palabras (9 Páginas)  •  464 Visitas

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LA NATURALEZA DEL HOMBRE

Carl Rogers

Mis puntos de vista acerca de las características básicas del hombre los he conformado a través de mi experiencia en psicoterapia. Incluyen ciertas observaciones relativas a lo que no es el hombre, así como alguna descripción de lo que, en mi experiencia, él es. Permítaseme formular esto brevemente y después tratar de aclarar mis significados.

No encuentro que el hombre esté bien caracterizado en su naturaleza básica mediante términos tales como fundamentalmente hostil, antisocial, destructivo o malo.

No encuentro que el hombre sea, en su naturaleza básica, completamente sin naturaleza, una tábula rasa en la que se pueda escribir cualquier cosa, ni tampoco una masa maleable que puede ser configurada en cualquier forma.

No encuentro que el hombre sea esencialmente un ser perfecto, tristemente desviado y corrompido por la sociedad.

En mi experiencia he descubierto que el hombre tiene características que parecen inherentes a su especie, y los términos que en diferentes ocasiones me han parecido descriptivos de estas características son tales como positivo, que se mueve hacia delante, constructivo, realista o digno de confianza.

Permítaseme ver si puedo llevar la discusión de estos puntos a un área nueva en la que tal vez tengamos un poco menos de preferencias preconcebidas. Supóngase que centramos la atención en el mundo animal y nos preguntamos cuál es la naturaleza básica del león o de la oveja o del perro o del ratón. Decir que cualquiera o todos ellos son básicamente hostiles o antisociales o carnales parece ridículo. Decir que vemos su naturaleza como neutral significa que es neutral en términos de algún conjunto no específico de valores o que sus naturalezas son todas semejantes, todas como una masa que espera recibir una configuración. Esta visión me parece igualmente ridícula. Sostengo que cada uno tiene una naturaleza básica, un conjunto común de atributos generalmente característicos de la especie. Así, la oveja es, con mucho, el más gregario o con mentalidad de grupo, en tanto que el ratón es generalmente el más tímido. Ninguna cantidad de entrenamiento –terapéutico o de otro tipo hará un león de un ratón, o viceversa, aun cuando es posible un amplio grado de cambio. Existe un substracto básico de características de la especie que haríamos bien en aceptar.

Podríamos examinar con más detalle algunas de esas características. Escojamos al león, ya que tiene la más marcada reputación de ser una “bestia voraz”. ¿Cuáles son las características de su naturaleza común, de su naturaleza básica? Mata un antílope cuando tiene hambre, pero no continúa una matanza salvaje y violenta. Come hasta llenarse después de haber matado, pero no existen leones obesos en la sabana. Es indefenso y dependiente cuando es un cachorro, pero no se aferra a la relación dependiente. Se vuelve cada vez más independiente y autónomo. En la primera etapa de su vida, que corresponde al a infancia en el hombre, es completamente egoísta y centrado en sí mismo, pero al ir madurando muestra, además de dichos impulsos, un razonable grado de cooperatividad en la caza. La leona alimenta, cuida, protege, y parece disfrutar a sus cachorros. Los leones satisfacen sus necesidades sexuales, pero esto no significa que se entreguen a orgías desenfrenadas y lujuriosas. Sus diversas tendencias y necesidades apremiantes llegan a un continuamente cambiante balance dentro de él mismo, y en ese sentido se autocontrola y se autorregula en forma muy satisfactoria. En aspectos básicos, es miembro de la especie Felis leo, esencialmente constructivo y digno de confianza. Sus tendencias fundamentales apuntan en dirección al desarrollo, a la diferenciación, a la independencia, a la autorresponsabilidad, a la cooperación y a la madurez. En general, la expresión de su naturaleza básica asegura la continuación y el mejoramiento de él mismo y de su especie.

Con las modificaciones apropiadas, puede hacerse el mimo tipo de afirmaciones acerca del perro, de la oveja o del ratón. Seguramente todos se comportan en formas que, desde el punto de vista específico, son destructivas. Nos sobresaltamos al ver al león matar al antílope; nos molestamos cuando la oveja se come nuestro jardín; nos quejamos cuando el ratón se come el queso que estábamos guardando para nuestro día de campo; veo al perro como destructivo cuando me muerta a mí, a un extraño; pero, seguramente, ninguna de estas conductas nos justifica para pensar que cualquiera de estos animales sea básicamente malo. Con muy justa razón, el lector se reiría de mí si yo tratara de explicarle que si fuera liberada la “leonicidad” del león o la “ovejicidad” de la oveja, estos animales se verían impulsados por anhelos insaciables, agresiones incontrolables, conductas sexuales desenfrenadas y excesivas, y tendencias innatas de destructividad. Obviamente, una visión tal es puro desatino.

Ahora me gustaría considerar de nuevo la naturaleza del hombre a la luz de esta discusión de la naturaleza de los animales. He llegado a conocer más profundamente a los hombres en una relación que se caracteriza por todo lo que puedo dar de seguridad, ausencia de amenaza, y completa libertad para ser y escoger. En una relación tal, el hombre expresa toda clase de sentimientos amargos y asesinos, impulsos anormales, deseos extravagantes y antisociales. Pero al vivir en dicha relación siendo y expresando más de sí mismos, encuentro que el hombre, al igual que el león, tiene una naturaleza. Mi experiencia es que él es miembro de la especie humana básicamente digno de confianza, cuyas características más profundas tienden hacia el desarrollo, la diferenciación, las relaciones cooperativas, cuya vida tiende fundamentalmente a moverse de la dependencia a la independencia; cuyos impulsos tienden naturalmente a armonizarse en un complejo y cambiante patrón de autorregulación; cuyo carácter total es tal que tiende a preservarse y a mejorarse y a preservar y mejorar su especie, y tal ves a conducirla hacia su más amplia evolución. En mi experiencia, descubrir que un individuo es verdadera y profundamente miembro único de la especie humana no es un descubrimiento que despierte horror. Más bien me inclino a creer que ser totalmente un ser humano es penetrar en el complejo proceso de ser una de las criaturas de este planeta, más ampliamente sensible, responsiva, creativa y adaptable.

De este modo, cuando un freudiano como Kart Menninger me dice, como lo ha hecho en una discusión sobre este tema, que él percibe al hombre como “innatamente malo” o, en forma más precisa, como “innatamente

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