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La Parada


Enviado por   •  6 de Diciembre de 2012  •  1.493 Palabras (6 Páginas)  •  399 Visitas

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Catorce días antes que la primera molotov ardiera en el jueves negro de La Parada, el hervor de esa tierra de nadie ya había prendido una alerta a la luz del día. Un regimiento del lumpen más selecto tomó posiciones sobre cuatro puntos estratégicos, y definidos en rigor, para el contraataque a todo intento policial por sitiar los 744 puestos del ex mercado mayorista y al infierno de informalidad circundante.

El clima de riesgo había llegado a La Parada con el paso del gerente de Seguridad Ciudadana de la Municipalidad de Lima, Gabriel Prado, y de dos camionetas PNP, en una labor de inspección para establecer cuáles eran las rutas que seguían los camiones abastecedores hacia el mercado. La comitiva peinó lentamente el damero y se retiró. Entonces, unos 300 vándalos retornaron a los tugurios de La Victoria, Barrios Altos, y a los cerros San Cosme y El Pino, principalmente.

COMERCIANTES PAGARON 15 MIL SOLES

Los recorridos ediles se repitieron casi dos semanas y en distintos turnos. La idea era precisar además el horario de mayor afluencia de vendedores y las vías que los agentes debían seguir para bloquear el acceso de los volquetes. Pero el ojo de comerciantes, dirigentes y estibadores ya estaba en todas partes. Sabían que el desalojo era inminente, y cercano, así que apuraron en cuajar una organización que ya iba en marcha.

Sobre la mesa se negoció “la presencia de un matón” por 100 soles y el pago de 150 si estos llegaban con armas artesanales, bombas caseras y/o verduguillos. El accedió al testimonio de dos comerciantes que hoy buscan instalarse en el Mercado de Santa Anita: “Tres hombres recogían el dinero y anotaban el número de los predios. Nos decían que la policía iba a entrar por la avenida 28 de julio, pero de Pisagua o 3 de febrero no pasarían. Tuvimos seguridad y pagamos”.

Según estimaron, la cuota entera fue abonada por unos 150 de los casi 800 comerciantes. El pozo inicial habría sido de casi 15 mil soles y tal jugoso botín fue así el imán para más hampones.

PUNTOS ESTRATÉGICOS

La mañana del jueves 25 de octubre, un movimiento inusual de patrullas en la avenida Aviación volvió a inflamar tensiones. Para el mediodía cientos de ex convictos, requisitoriados, cogoteros, estibadores y pandilleros comunes habían tomado de nuevo la plazuela Santo Cristo, en Barrios Altos; el cruce del jirón Lucanas con la avenida Grau, en el Cercado de Lima; la llamada ‘Canchita’ en la urbanización Manzanilla; y los extramuros del Mercado Mayorista 1, esos cuatro sitios claves que ya tenían prefijados para iniciar ‘la defensa’.

A las 3:00 p.m. mientras 500 efectivos de la Unidad de Operaciones Especiales aguardaban por Gabriel Prado y el equipo municipal que lo acompañaba desde la Central de Seguridad Ciudadana, en Cantagallo, hacia el cruce de 28 de julio con Aviación, en La Victoria, las hordas de amplísimo prontuario policial marchaban para flanquear los ingresos por estas avenidas, así como las vías Bausate y Mesa y San Pablo.

Los que emprendieron rumbo desde el óvalo Santo Cristo (hampones de Comas, La huerta perdida, Cinco esquinas y General Prado) se instalaron en 28 de julio. Aviación fue cubierta por el grupo reunido en ‘La Canchita’ (provenientes de Tacora, San Jacinto y La pólvora). San Pablo e Hipólito Unanue fueron rodeadas por la mayor cantidad de maleantes, que bajaron de los cerros San Cosme y El Pino para congregarse en la parte posterior de La Parada.

Apenas fue divisado el primer tráiler con los bloques de concreto de 3 toneladas con que el destacamento de uniformados iba a restringir la llegada de los volquetes abastecedores, comenzó la embestida. A las 5:30 p.m. las turbas habían aplastado todo principio de autoridad y, ante el repliegue policial, se sintieron tan fortalecidos y dueños del lugar que saquearon a su antojo el emporio de Gamarra.

FALLAS DE ORIGEN

No fue un golpe bandolero de suerte, en absoluto. El éxito de la resistencia derivó de un ‘orden’ instalado dentro del aparente descontrol que gobernaba el centro de abastos. “El cobro de cupos ahí era continuo. Vehículo que pasaba por la zona debía pagar a grupos de maleantes que tomaban cuadras enteras, sea particular o de transporte público. Los mismos comerciantes, para sentirse más seguros y no estar en el fastidio que les roben, también contrataban delincuentes que los protejan, y así se extendían en el damero. Estos mismos manejan grupos criminales en otras zonas y al ver amenazada su fuente de

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