La Riqueza De Inglaterra Por El Comercio Exterior. Version Word. Thomas Mun
DAZINY161 de Diciembre de 2014
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Capítulo I
Cualidades que se requieren en un perfecto merca¬der dedicado al comercio exterior.
El amor y el servicio de nuestra patria consiste, no tanto en el conocimiento de aquellas funciones que deben desempeñar otros, como en la diestra ejecu¬ción de aquello que hacemos nosotros y, en conse¬cuencia (hijo mío), ahora es oportuno que te diga algo acerca del comerciante, que espero que a su tiempo será tu profesión. Sin embargo, aquí expongo mis pensamientos despojados de toda ambición, aunque te coloco en un lugar de tan alta estimación, porque el comerciante es justamente llamado el administrador del patrimonio del reino, por medio del comercio con otras naciones; obra de no menor reputación que confianza, y que debe ser desempeñada con gran destreza y conciencia, para que el provecho privado pueda siempre acompañarse con el bien público, y a fin de que la nobleza de esta profesión pueda mejor despertar tus deseos y esfuerzos para obtener aque-llas habilidades que puedan hacer más eficaz su prác¬tica, expondré brevemente las cualidades sobresa¬lientes que se requieren en un perfecto comerciante.
1. El comerciante debe ser un buen escribano, un buen aritmético y un buen contador, para llevar bien la noble regla del Debe y del Haber, que se usa solamente entre comerciantes, así como para ser un experto en la disposición y forma de los contratos de fletamento, conocimiento de embarque, facturas, contratos, letras de cambio y pólizas de seguros.
2. Debe conocer las medidas, pesos y monedas de todos los países extranjeros, especialmente de aque¬llos con los cuales tenemos comercio, y las mo¬nedas no sólo por sus diferentes denominaciones sino también por sus valores intrínsecos, por su peso, y ley, comparado con el patrón de este reino, sin lo cual no podrá dirigir bien sus asuntos.
3. Debe conocer las aduanas, peajes, impuestos, tributos, manejos y otras cargas existentes sobre toda clase de mercancías exportadas o importadas a y de los dichos países extranjeros.
4. Debe saber qué diferentes productos abundan en cada país y de qué mercancías carezcan, y cómo y por quién son provistos de ellos.
5. Debe entender y ser un observador cuidadoso del tipo de cambio de las letras, de un estado a otro, para que de esa manera pueda dirigir mejor sus asun¬tos y enviar y recibir sus monedas con las mayores ventajas posibles.
6. Debe saber qué mercancías están prohibidas a la exportación o importación en dichos países extran¬jeros, no sea que, de otra manera, incurra en gran pe¬ligro y pérdidas en el arreglo de sus asuntos.
7. Debe saber de acuerdo con qué tarifas y con¬diciones fletar sus naves y asegurar sus riesgos de un país a otro, y estar bien enterado de las leyes,
reglas y costumbres de los asuntos de seguros, tanto de las de aquí como las de allende los mares, por los mu¬chos accidentes que pueden suceder, por el daño o pérdida de las naves o de las mercancías, o de ambas.
8. Debe tener conocimiento de la bondad y de los precios de todos los diferentes materiales que se re¬quieren para construir y reparar naves y las diversas operaciones de construcción de las mismas, como también de las mástiles, guarniciones, cordajes, artille¬ría, vituallas, municiones y provisiones de todas cla¬ses, junto con los salarios acostumbrados de los capi¬tanes, oficiales y marineros, todo lo cual interesa al comerciante, puesto que es el propietario de la nave.
9. Debe (por las diversas ocasiones que se pre¬sentan a veces en la compra y venta de una y otra mercancía) tener conocimiento desapasionado, si no perfecto, de todo género de mercancías o efectos, pues debe ser, por decirlo así, un hombre de toda clase de ocupaciones y oficios.
10. Debe llegar a ser, por sus viajes frecuentes por mar, competente en el arte de la navegación.
11. Supuesto que es viajero y a veces reside en países extranjeros, debe llegar a hablar diversas len¬guas y debe ser un observador atento de las rentas y gastos ordinarios de los príncipes extranjeros, así como de su poder en mar y tierra, de sus leyes, adua¬nas, política, costumbres, religión, oficios y otras co¬sas semejantes, para estar en condiciones de dar cuenta de ello en cualquiera ocasión para el bien de su país.
12. Por último, aunque no es necesario que tal comerciante sea un erudito, sin embargo se requiere (cuando menos) que en su juventud aprenda la len¬gua latina, que lo habilitará grandemente en todo el resto de sus empeños.
De esta manera te he demostrado brevemente un modelo para tu diligencia, el comerciante y sus exce¬lencias, que en verdad son tales y tantas que no en¬cuentro otra profesión que lleve a su conocimiento más universal, y no puede negarse que su eficiencia se muestra igualmente en el excelente gobierno de los estados de Venecia, Luca, Génova, Florencia, los Países Bajos y varios otros lugares de la cristiandad. Aun en aquellos estados donde los comerciantes son menos estimados, sin embargo, se emplea frecuen¬temente su destreza y conocimiento por los que ocu¬pan los puestos más altos de la autoridad. En conse¬cuencia, es un acto de ilimitada temeridad el de algu¬nos, que descalifican mis juicios y consejos, aun en li¬bros impresos, y no les permiten la ejecución de aquellas acciones y medios por los cuales se enri¬quece o se empobrece una república, cuando en rea¬lidad esto sólo se logra por el misterio de su oficio, como lo demostraré abundantemente en lo que si-gue. Es verdad, sin duda alguna, que muchos merca¬deres encuentran que se da menos estímulo a su profesión aquí en Inglaterra que en otros países y no viéndose tan estimados como lo requiere su noble profesión y de acuerdo con la gran consecuencia de esto, no se afanan, por lo consiguiente, por alcanzar la perfección de su profesión, ni es practicada por la nobleza de este reino, como lo es en otros estados, de padres a hijos a través de generaciones, para el gran incremento de su riqueza y el sostenimiento de sus nombres y familias. Razón es esta por la cual el re¬cuerdo de nuestros más ricos comerciantes se extin-gue súbitamente, y al quedar el hijo rico, desdeña la profesión de su padre conceptuando más honroso ser un caballero, aunque sólo sea de nombre, que consume su hacienda en obscura ignorancia y en ex¬cesos, que seguir los pasos de su padre como labo¬rioso comerciante a fin de conservar y aumentar su fortuna. Pero ahora, dejando el elogio del comer¬ciante, trataremos de su ejercicio o, cuando menos, en cuanto se refiere a traer riqueza al reino.
Capítulo II
Medios para enriquecer este reino y para incrementar su tesoro.
Aunque un reino puede ser enriquecido por presen¬tes recibidos o por rentas tomadas de algunas otras naciones, sin embargo, esto es incierto y de pequeña importancia cuando ocurre. Los medios ordinarios, por tanto, para aumentar nuestra riqueza y tesoro son por el comercio exterior, por lo que debemos siempre observar esta regla: vender más anualmente a los ex¬tranjeros en valor de lo que consumimos de ellos. Supongamos que cuando este reino está abundan¬temente abastecido con telas, plomo, quincalla, hie¬rro, pescado y otros productos nativos, exportemos anualmente el excedente a países extranjeros hasta el valor de dos millones doscientas mil libras esterli¬nas; por este medio estamos en posibilidad de com¬prar de ultramar y traer mercancías extranjeras para nuestro uso y consumo hasta el valor de dos millones de libras esterlinas. Conservando este orden rígida¬mente en nuestro comercio, podemos estar seguros de que el reino se enriquecerá anualmente con dos-cientas mil libras esterlinas, que se nos deben traer en otro tanto de tesoro, porque la parte de nuestro pa¬trimonio que no nos sea devuelta en mercaderías debe necesariamente regresar en dinero.
En este caso viene a suceder con los haberes del reino lo que a la hacienda de un particular que supon¬dremos que tenga mil libras esterlinas anuales de renta y dos mil libras esterlinas de dinero efectivo en sus cofres. Si este hombre, por causa de sus exce¬sos, gasta más de mil quinientas libras esterlinas per annum, su dinero efectivo desaparecerá en cuatro años, y en el mismo tiempo su aludido dinero se du¬plicará si sigue una vida frugal y gasta solamente qui¬nientas libras esterlinas per annum, regla que nunca falla, asimismo, en la república, salvo en algunos ca¬sos (de no gran importancia) que explicaré más ade¬lante cuando muestre por quién y de qué manera esta balanza de las cuentas del reino debe hacerse anual¬mente, o tan frecuentemente como convenga al es¬tado revelar cuánto ganamos o perdemos en el co¬mercio con las naciones extranjeras. Pero primero diré algo concerniente a aquellos medios y métodos que incrementarán nuestras exportaciones y disminuirán nuestras importaciones de mercancías, una vez he¬cho lo cual presentaré algunos otros argumentos, tanto afirmativos como negativos, para fortalecer lo que aquí se sostiene y así demostrar que cualquier otro medio de los que se supone que enriquecen al reino con tesoro, son del todo insuficientes y pura¬mente falacias.
Capítulo III
Arbitrios y medios particulares para incrementar la ex¬portación de nuestras mercancías y para disminuir nuestro consumo de efectos extranjeros.
La renta o patrimonio de un reino por la cual es pro¬visto de efectos extranjeros es bien natural o bien ar¬tificial.. La riqueza natural lo es solamente en tanto que puede substraerse de nuestro propio uso y ne¬cesidades para exportarse al extranjero. La artificial consiste en el trueque de nuestras manufacturas por mercancías extranjeras,
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