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La construcción de la figura femenina en la narrativa gótica


Enviado por   •  11 de Septiembre de 2017  •  Ensayos  •  4.193 Palabras (17 Páginas)  •  174 Visitas

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La construcción de la figura femenina en la narrativa gótica

                                  El lenguaje del terror está dedicado a un gasto sin fin, a pesar de que esto sólo     apunte a lograr un único efecto. Se dirige más allá de toda posible última morada.

Michael Foucault, “El lenguaje al infinito”

       Para introducir el género del que vamos a hablar, comenzaremos diciendo cuál es su origen. El término gótico proviene de la palabra latina gothicus, relativa a los godos, antiguo pueblo germánico que formaba parte del grupo que los romanos denominaban bárbaros. No es casual la elección de este nombre, de esta raíz para denominar la corriente artística gótica. En su prefacio para Cromwell, Victor Hugo hace un resumen de las tres edades de la poesía, que responden cada cual a una determinada época de la sociedad: comienza por la poesía lirica, en los tiempos primitivos; luego continúa la epopeya en los tiempos antiguos; y, finalmente, el drama, en los tiempos modernos. En este manifiesto del Romanticismo, Victor Hugo nos habla del tiempo moderno como la época en que surge otra forma de belleza, otra forma de apreciar, de ver. La belleza ya no es el ideal griego, lo simétrico, lo perfectamente proporcionado. Ahora entra en los parámetros lo feo, lo grotesco, lo monstruoso, lo bárbaro. Es así que nace una corriente que incorpora los elementos fantásticos, lo pesadillesco, lo referente al infierno, en un modo de traer los demonios denunciados por la Iglesia a la vida cotidiana del pueblo. Hablamos, pues, de la Edad Media, tiempo que descansa bajo la mirada vigilante del dogma de la Iglesia católica. La corriente gótica, así como la romántica,  mas tarde mirará con nostalgia esta edad marcada por la exaltación de lo grotesco como una nueva forma de belleza.

        La literatura gótica nace en la Inglaterra de finales del siglo XVIII, como contraposición de la corriente dominante en ese entonces, el Iluminismo, nacida en el siglo XVII y finalizada con el comienzo de la Revolución Francesa, aunque en algunos países se prolongó hasta principios del siglo XIX.  Esta corriente sostenía que la razón era el medio humano por el cual se podían eliminar los miedos, la ignorancia, la superstición y la tiranía; buscaba eliminar las tinieblas de los comportamientos y creencias humanas y acceder a un conocimiento verdadero para construir una realidad armoniosa. Por esta razón, el siglo XVIII es conocido como el siglo de las luces. La narrativa gótica, entonces, aparece como la negación de estos tiempos donde el foco está puesto en la razón y todo debe  tener una explicación lógica para llegar a la raíz de los problemas, eliminando toda superstición sin fundamento. Mientras que el iluminismo se basa en el dominio de los miedos y pasiones ocultas en la mente humana, la cultura gótica saca a relieve todo esto, poniendo el énfasis en la liberación de toda la oscuridad que guarda el espíritu humano, pasiones, temores y obsesiones a los cuales resulta necesario dar rienda suelta.

     Desde su comienzo a finales del siglo XVIII, este tipo de narrativa va transformándose y, en este sentido, el cambio más sustancial se da en la época victoriana, donde aparece un resurgimiento y revaloración del género, que ha mutado y comienza a tratar temas, que, vistos superficialmente como meras historias de terror sobrenatural, constituyen metáforas y discursos sobre la naturaleza humana y los rincones oscuros de la mente de las personas, discursos presentes en obras como Dr. Jekyll y Mr. Hyde, de Louis Stevenson. La narrativa gótica expone nuevos tópicos polémicos relacionados con temas tabú de la época. Podemos mencionar como ejemplo la nouvelle vampírica de Sheridan Le Fanu, Carmilla, publicada en 1872. Esta historia se enmarca en lo que es la nueva narrativa gótica victoriana. Elementos tales como el castillo que habita Laura, la víctima, el paisaje desolado y aislado donde vive con su padre y algunos sirvientes, solos en aquel inmenso castillo, la oscuridad y la sensación de soledad y asilamiento constituyen características infalibles del género, que retoman a su vez otros elementos ya tratados por el Romanticismo y el Simbolismo.

      Pero tras el atractivo superficial de la obra, que se vale de todos los elementos góticos, encontramos un tema más profundo: el erotismo, y más particularmente el erotismo en una relación lésbica. Es decir, un tema vedado en la sociedad viene a convertirse en tópico de esta narrativa que resurge con una atmósfera de liberación, que pone el énfasis en aquello que no puede nombrarse desde la razón o que no está permitido que salga a la luz. La importancia que da el autor a este tema es dibujada sutilmente entre  los elementos de terror gótico que dan forma a la historia y que juegan un papel muy importante, ya que los escenarios y el ambiente que se recrea constituyen una exteriorización del alma y de la mente humanas que complementan los sentimientos y la psicología de los personajes que accionan inmersos en ellos.

      El vampirismo en Carmilla bien puede entenderse como una metáfora de otra clase de relaciones humanas enfermizas, donde un ser “puro”, una muchacha de apariencia incorruptible y llena de vida es arrastrada por un demonio exterior, toda vez que ella misma se aproxima arrastrada hacia su propio abismo por una pasión implacable contra la que no puede luchar. Éste es el estereotipo de la mujer gótica, esta tensión que se da entre el bien y el mal en una doncella inocente nace con la obra Clarissa, de Samuel Richardson; la virgen atormentada de cuya caracterización psíquica y emocional tomarán los elementos característicos de la figura femenina gótica los distintos autores que vendrán más tarde. Clarissa lucha por escapar de los deseos perversos de Lovelace, a la vez que se encuentra perdida en sí misma, sintiendo una especie de atracción hacia él, que le hace dudar de su propia naturaleza.

      La heroína femenina de Richardson se va a convertir en un estereotipo del género. Ésta es la mujer en la novela gótica: la doncella inocente que se debate entre el bien y el mal y ya no sabe cuál es su naturaleza; es inocente, es respetuosa de las normas de la vida social y de las normas de la religión, pero hay algo que la perturba, hay demonios, internos o externos, que la persiguen y la convierten en su presa. Estos demonios comienzan siendo monstruos del mundo sobrenatural pero más tarde, en la edad victoriana los demonios serán interiores, hay una lucha constante en el espíritu de los hombres y mujeres, y la mujer sobre todo, la figura amable y frágil por naturaleza, es la principal presa.

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