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La obra Fedra de Jean Racine

julietajulietaTrabajo6 de Junio de 2015

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Introducción

En el presente trabajo analizaré la obra Fedra de Jean Racine para exponer y poder apreciar porqué, a diferencia del resto de los autores contemporáneos a Racine que, como él, siguieron las reglas impuestas por las autoridades reales al pie de la letra, su obra se destaca de manera singular.

Para poder entender el enorme logro de Racine en su reelaboración de la tragedia Hipólito de Eurípides, que narra el mito de Fedra, es muy importante que veamos y entendamos el contexto en el cual escribió.

Fedra fue publicada en 1677. En el marco teórico filosófico del siglo XVII se encontraba en auge el racionalismo con pensadores como Descartes. Puede considerarse a esta época como antecedente de la Ilustración. La razón se sostenía por encima del sentimiento y la inteligencia por encima de la inspiración.

Desde una perspectiva social es importante mencionar el surgimiento de la burguesía como una clase comerciante que comenzaba a tener mayor poder adquisitivo y empezaba a reclamar representación política. Se creó la nobleza de toga como una maniobra política y económica: se vendían cargos públicos con los cuales accedían a ser parte de la nobleza. A esta situación se sumaban las luchas religiosas: de la iglesia católica francesa se desprendía un nuevo movimiento, el Jansenismo. Esta doctrina predica que el hombre esta predestinado por Dios a recibir o no la gracia por la cual evitamos pecar. Distingue entre la gracia suficiente que todos tenemos, y la gracia eficaz que solo algunos tienen. Agrega que todo hombre que posee la gracia suficiente va a verse inevitablemente tentado por las cosas terrestres. Llega al punto de considerar el arte como veneno.

Económicamente, bajo el impulso de Colbert, Francia se perfilaba como una gran potencia europea con un plan de proteccionismo interior. Se fomentan las industrias locales con vistas a incrementar las exportaciones. Este crecimiento es asegurado mediante la reglamentación de la producción para garantizar un control de calidad. Por otro lado, se buscó disminuir las importaciones con el establecimiento de aduanas en los limites geográficos.

En lo político Europa estuvo fuertemente marcada por el absolutismo monárquico por derecho divino. En Francia hubo dos figuras muy importantes que fueron el rey Luis XIV y el Cardenal Richelieu quien ocupó el cargo de primer ministro durante la regencia del padre de Luis XIV, Luis XIII. Ambos, sucesivamente, trabajaron hacia la unificación de territorios bajo el poder absoluto del rey. Luis XIV asumió el poder en 1634 hasta su muerte en 1715. Recibió un país que habiendo estado sumergido en la ignorancia recién empezaba a remontarse y lo transformó en lo que se desarrollará en el Siglo de las Luces durante el siglo XVIII. Amante de las letras y de las artes en general, empieza a darle un lugar de prestigio que no habían tenido hasta el momento. En 1661 comienza a construir el Palacio de Versalles como una residencia real alejada del tumulto. En él recibe a los más dotados artistas y los alberga bajo su protección. Exhibe sus obras ante las clases sociales más prestigiosas de sus cortes. Consecuentemente los autores comienzan a percibir un valor mucho más refinado por sus obras. Sin embargo, no era tan simple. El proyecto de Versalles también tenía un objetivo político muy fuerte que era por un lado el de erigir un símbolo de la cultura francesa y por otro lado mantener a todos estos artistas pensadores recluidos y bajo su influencia. Los hombres de letras se encontraban en total relación de dependencia con la realeza. Había un gran intervencionismo real sobre la producción de estos artistas. Luis XIV mantenía un estricto filtro de información que vigilaba por medio de la imprenta. Se buscaba institucionalizar las artes en academias y por eso en 1635 se crea la Academia Francesa con dos objetivos claros: el principal, regular y depurar el idioma francés para finalmente fijarlo como lengua oficial literaria. El francés se vuelve una lengua de elite e incluso llega a superar el uso y prestigio del latín por un tiempo, y en segundo lugar, definir las leyes propias de cada estilo literario, en especial del teatro, para lo cual se tomaron las notas de Aristóteles y Horacio y se fijaron como dogma. Hay una avasallante normalización y estructuración de la producción literaria. Acorde a la tendencia retrospectiva sobre las bases greco-latinas se crea un ideal de claridad, mesura y obediencia. En teatro, por ejemplo, que es lo que nos concierne en este trabajo, se recuperan las unidades aristotélicas de acción, tiempo y espacio, y se le agrega una cuarta, el decoro.

El arte francés del siglo XVII se puede enmarcar en lo que se llamo Clasicismo Francés cuyo objetivo fue traducir en la literatura el ideal de una sociedad estabilizada y jerarquizada. El Clasicismo afirma que hay verdades inmutables, autoridades supremas. En el dominio literario esto se ve en la separación y jerarquización de los géneros literarios y en las máximas impuestas para cada caso. Como antecedente de este movimiento artístico, durante la primera mitad del siglo XVII, encontramos el Preciosismo. Éste fue un movimiento social y literario impulsado por el deseo de las clases más prestigiosas de refinar sus gustos y costumbres. Las mujeres comenzaron a frecuentarse con escritores; surgieron los salones literarios donde se generó un goce por el ingenio. Se empezó a desarrollar un público culto que consecuentemente empezó a reclamar un lenguaje depurando de expresiones extranjeras y latinismos. De esta manera se fue modelando lentamente la literatura que caracterizó el Clasicismo Francés del cual Racine es un gran representante.

El auge del Clasicismo Francés se dio entre los años 1660 y 1685. La literatura dejo de ser una forma de entretenimiento para pasar a ser una herramienta de instrucción. Se escribía con fines didácticos, se buscaba instruir deleitando. Lo fantasioso se dejo de lado y únicamente se trataban temas verosímiles. Igualmente, como ya he marcado, el intervencionismo real era tan fuerte que finalmente solo se publicaba lo que estuviera dentro de las reglamentaciones reales. Si bien es lógico imaginar que esto empobrecería la literatura, quienes tenían gran talento lo revirtieron a su favor, encontrando nuevas maneras, más sutiles, de transmitir sus mensajes. Las formas literarias se llevaron a su punto máximo de perfeccionamiento. El arte se volvió razonado y apuntaba más hacia la justeza que hacia la intensidad del efecto. Era regla suprema la economía de los medios.

A continuación analizaré qué lo hace a Racine un escritor modelo del Clasicismo Francés, no uno mediocre, empobrecido por las estrictas reglamentaciones sino todo lo contrario. Trataré de mostrar como Racine logra, al llevar las estructuras a sus máximas expresiones, sublimar sus capacidades de expresión y utilizarlas como herramientas que exalten los mensajes más sutiles. Busca que el lector desdoble lo expuesto para ver lo que esta en negativo.

Unidades Aristotélicas: acción, tiempo y espacio

El éxito de Racine reside el perfeccionamiento formal que hace de las unidades aristotélicas y demás imposiciones reales sobre la producción literaria. Al llevar el dogmatismo de la época a su máxima expresión, lejos de limitar y empobrecer su escritura, Racine desdobla las reglas y de adentro hacia afuera enciende la esencia en ellas y las utiliza como fondo sobre el cual resaltar otras características. Elabora un sistema dramático riguroso en el cual nada queda suelto ni sucede sin causa lógica.

Unidad de acción: la unidad de acción aristotélica obliga que la acción sea una sola, de larga duración, con un principio, un desarrollo y un fin. Racine lleva esta unidad de acción a su extremo. La acción en Fedra es muy simple, esta reducida a una crisis: la lucha de las pasiones en el corazón de Fedra. Sin necesidad de incidentes fortuitos como en la tragedia griega clásica, la acción raciniana va avanzando gradualmente propulsada únicamente por las dudas y los sentimientos contradictorios propios de la pasión. Al depender la acción puramente del desenlace inevitable de éstas pasiones enérgicas y violentas, Racine nos presenta a los personajes lo mas próximos al cenit de la tragedia. El curso del drama es impulsado desde el interior de los personajes, que los fuerza a satisfacer sus pasiones, inevitablemente condenándolos a su trágico fin. Cuando la obra se inicia, la acción ya esta comenzada, los personajes se encuentran preparados y convencidos de sus pasiones. El público debe reponer información, que se supone que ya conoce porque el público de la época era culto y debía conocer la obra de Eurípides, pero en el caso de que así no fuere, es proveída por relatos retrospectivos en voz de personajes secundarios como Enona y Terámedes. Como dice Grenier: “Ninguna tragedia presenta situaciones más estrictamente subordinadas a los caracteres, ni es más exclusivamente psicológica. Y guardémonos de creer que la simplicidad de la intriga entraña la ausencia de acción…” Racine devuelve la antigua fatalidad griega a sus personajes. Embriagados del veneno de sus pasiones, ciegos, no pueden evitar las decisiones que toman. Su sangre esta teñida de su inevitable suerte, por la que no existe para ellos otro fin que la muerte. En la inexorabilidad de las acciones de los personajes racinianos se deja entrever la ideología jansenista de Racine: la creencia de estar predestinados, de que únicamente la gracia puede salvar al hombre.

Unidad de Tiempo: la unidad de tiempo aristotélica reglamenta que la acción debe suceder en una sola jornada. Racine nuevamente

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