La performance artística y el cuerpo
Yesica Andrea SantanderDocumentos de Investigación8 de Julio de 2022
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Escuela Superior de Educación Artística Manuel Belgrano
METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN EN EL ARTE
“La performance artística y el cuerpo”
Docente: Jorge Marquez
Alumna: Eugenia Assalone
Curso: 5° Turno Noche
La performance artística y el cuerpo.
El uso de la performance artística dentro del extenso mundo del arte ocupa un lugar muy importante en el arte contemporáneo, artistas de distintos países, géneros o culturas, se sumergen en el mundo de la performance como herramienta para comunicar sus pensamientos, ideologías o propuestas. Así como el uso del cuerpo toma gran relevancia en el momento de la acción, utilizado de todas las maneras posibles, con todas las intervenciones o acciones imaginadas.
Pero ¿existe un límite a la hora de realizar una performance? ¿La obra de arte tiene que tener ética y moral? ¿O todo vale a la hora de realizar una obra?
Mediante este trabajo intentaré averiguar qué lugar ocupan estas performances “extremas” dentro del mundo del arte y en la sociedad en general, tomando diversos temas o postulados, desde las primeras experimentaciones, colectivos de artistas trabajando con materiales orgánicos o incluso, el uso de animales dentro de estas acciones.
Me basaré, específicamente, en las obras de “La congelada de Uva” (Rocío Boliver) y Lorena Wolffer, artistas muy importantes de latinoamérica en el mundo de las performance artísticas.
Ambas, produjeron varias performance tomando diversos temas, desde el cuerpo, el feminismo, la iglesia, la política, etc. Realizaré un seguimiento de sus obras más controversiales junto con el impacto social que estas tuvieron.
Principalmente trabajaré con textos de la autora Josefina Alcazar, quien realizó muchas investigaciones sobre performances de artistas feministas en Latinoamérica, relacionando este tipo de obras, también, con su contexto político y social. y también con textos de María Laura Rosa.
Desarrollo
A través de la historia y del tiempo, el arte ha sufrido grandes cambios, acompañados de revoluciones sociales, políticas y nuevos paradigmas, la búsqueda de un lenguaje diferente y nuevas relaciones entre obra-sujeto-espectador-lugar alcanzó su máxima ponencia en el lenguaje de la performance.[1]
La performance surge a mediados del siglo XX,principalmente en Europa y Estados Unidos con el movimiento Fluxus, donde rápidamente se expande hacia Latinoamérica. Algunos artistas que comenzaron con este nuevo lenguaje artístico pueden ser Joseph Bauys, Yoko Ono, George Maciunas, etc. Quienes encontraban en este nuevo medio la integración de varias disciplinas junto con el uso de nuevos materiales.
Debemos mencionar, también, que junto con el nuevo lenguaje performativo muchos artistas ya trabajaban con materiales controversiales, como por ejemplo Marcel Duchamp con la obra “Paysage fautif -Faulty Landscape” de 1946 realizada con semen, las latas de Piero Manzoni “Manzoni Artist's shit”, de 1961, o la pintura realizada con pis de Andy Warhol “Piss Painting”. Estos artistas, entre otros, comienzan a experimentar el uso de fluidos corporales dentro de sus obras, ubicandolas dentro de la categoría de lo abyecto.
La autora Ana María Perez Rubio en su ensayo “Arte y política. Nuevas experiencias estéticas y producción de subjetividades”, define la performance como una muestra escénica que integra con frecuencia un componente de improvisación y en el que la provocación, el asombro o el sentido de la estética juegan un rol importante.
En Latinoamérica, el lenguaje de la performance surge aproximadamente en la década de los ´70, también nombrado como movimiento de “arte acción” o “arte vivo”, ya que utilizaban su propio cuerpo (el del artista) como materia prima principal de sus obras, para generar experiencias inéditas y enfatizar el concepto principal de la obra. Podremos observar a lo largo de este escrito, como el cuerpo fue adquiriendo nuevos sentidos en la obra, distintas manipulaciones, relaciones y usos.
En Latinoamérica, el contexto político y social estaba muy movilizado, algunos países pasando por nuevas democracias y otro en pleno proceso de dictaduras militares. En este contexto de gran agitación social es dónde surge la performance, tomando temas como la represión sexual, la religión, la política, problemáticas sociales o cuestiones íntimas del artista.
Es así que varios artistas, en especial artistas mujeres se sumergieron en este nuevo lenguaje, que les permitía una pluralidad de metodologías a la hora de realizar la obra. Nombraré algunas artistas que fueron muy relevantes para el inicio de la performance en Latinoamérica: por ejemplo en Brasil, la artista Lygia Clark, con su performance “Baba antropofágica”, realizada por ella y un grupo de talleristas en el año 1973. La misma fue registrada en video y fotografías, cabe destacar que la acción fue realizada varias veces hasta la actualidad.
La performance o “proposición”, como la llamaba Lygia, en una clara muestra de desapego a la cualidad de artista y de ser privilegiado, constaba de un grupo de personas con hilos, los cuales embebía en saliva y cubrían el cuerpo de una persona con todos esos hilos. La proposición además de pensar en lo colectivo , basaba la obra en el Manifiesto Antropófago[2] de Oswald de Andrade en el año 1928.
O en Argentina la artista Liliana Maresca, con su instalación y performance colectiva “Lavarte”, junto con Ezequiel Furgiuele, Martín Kovensky, Marcos López y Alejandro Dardik. Maresca, fue un referente indiscutible de la performance y del arte underground. En su variedad de obras se observa la búsqueda y la exploración de su propio cuerpo, con intervenciones, a veces mediado por objetos[3], etc.
Otras artistas importantes que podemos nombrar son María Luisa Gonzalez en Venezuela, o María Teresa Hincapié en Colombia, y también a Letícia Parente y su tan controversial pieza de videoarte, “Marca Registrada”, del año 1975. En la obra, la cámara sigue a la artista mientras se borda, con aguja e hilo negro, las palabras “Made in Brazil” en la planta del pié. La artista toma como temática lo femenino en un mundo sexista y una crítica a los roles tradicionalmente asignados a la mujer, como coser o maquillarse.
Ahora bien, estas artistas fueron las pioneras dentro del nuevo lenguaje de la performance, podríamos pensar que todas sus piezas tienen en común el uso del cuerpo, pero cada una de ellas utilizado de distinta manera. [4]
Quienes asiduamente nos encontramos inmersos en el mundo del arte, ya sea como artistas, espectadores, docentes, curadores, etc. Cuando estamos frente a una obra de este tipo (como lo son las performance) más allá de nuestra subjetividad como individuos, podemos llegar a “entender” que lo que estamos viendo es parte de una obra artística, en donde detrás de cada obra seguramente encontremos un concepto o problemática a tratar. Pero qué pasa cuando las performances se realizan en un tono “extremo”, tocando temas muy sensibles para la sociedad o cultura en donde se expone. Y me pregunto ¿Existe un límite a la hora de realizar una obra? ¿Todo elemento o acción vale en pos del nombre del nombre del arte? ¿Somos capaces de decidir cuál es el límite? Si lo hubiese ¿Importa ese límite? ¿El arte camina sobre un sendero opuesto a los límites de una sociedad?
Me propongo investigar cómo puede reaccionar un grupo de personas frente a este tipo de acciones, para ello, trabajaré con la obra de dos artistas performances latinoamericanas, Lorena Wolffer y “La congelada de Uva” (Rocío Boliver).
Lorena Wolffer, activista cultural y artista mexicana, su trabajo gira principalmente en torno al género y procura los derechos, la agencia y las voces de las mujeres y las personas de identidades no normativas. En la década de los 90 realizó varias performance en donde utilizaba su cuerpo junto con otros elementos no convencionales como por ejemplo la sangre.
Para la investigación tomaré la performance que realizó dentro del ciclo Las transgresiones al cuerpo: arte contemporáneo de México, realizado en 1997 en el Museo Carrillo Gil de la ciudad de México, llamada “Territorio Mexicano”.
Esta "auto-tortura" en la cual mi cuerpo fungía metafóricamente como el territorio mexicano fue un comentario sobre la pasividad e indefensión de los mexicanos tras la crisis de 1994. La obra estaba basada en imágenes asociadas a experiencias sexuales extremas que la convertían a la vez atractiva y repulsiva.
El ambiente era clínico, blanco y estéril. Desnuda sobre una mesa quirúrgica y atada fuertemente a ella de pies y manos, recibí el impacto continuo de gotas de sangre sobre el vientre durante seis horas, mientras una voz en tono policiaco en off insistente y tediosamente repetía "Peligro, se está acercando a territorio mexicano". La pieza no tenía principio ni fin y el público podía entrar y salir a su antojo.
La intención tras la larga duración de esta pieza era darle la oportunidad al espectador/voyeur suficiente tiempo para reflexionar y darse cuenta que no estaba frente a un espectáculo sadomasoquista, sino que formaba parte de un ritual político de pena y voyeurismo politizado.[5] (Wolffer)
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