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Larrosa y la experiencia


Enviado por   •  26 de Agosto de 2022  •  Trabajos  •  2.224 Palabras (9 Páginas)  •  138 Visitas

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Larrosa- Experiencia

El objetivo del autor con sus palabras es demostrar que la experiencia tiene muchas posibilidades en el campo educativo, tanto críticas como prácticas, siempre que seamos capaces de darle un uso incisivo y justo. Nos dice que hay un uso y un abuso de la palabra “experiencia” en educación, pero esa palabra casi siempre se usa sin pensarla, sin tener conciencia íntegra de sus grandes posibilidades teóricas, críticas y prácticas. Se trata aquí de pensar la experiencia desde la experiencia. También de apuntar hacia alguna de las posibilidades de un ideología de la educación a partir de la experiencia. Por lo tanto, abordaremos lo que podríamos llamar "principios de la experiencia": exterioridad, alteridad y alineación; subjetividad, reflexividad y transformación; singularidad, irrepetibilidad y pluralidad; pasaje y pasión; incertidumbre y libertad; finitud, cuerpo y vida.

Para empezar, podríamos decir que la experiencia es "eso que me pasa". No lo que pasa, sino "eso que me pasa". Analicemos en primer lugar ese eso. La experiencia admite, para empezar, un suceso, o, el pasar de algo que no soy yo. Y "algo que no soy yo" significa también algo que no depende de mí, que no es consecuencia de mis palabras, ni de mis ideas, ni de mis sentimientos, ni de mis intenciones, no depende de mi saber, ni de mi voluntad. "Que no soy yo" significa que es "otra cosa que yo", otra cosa que no es lo que yo digo, lo que yo sé, lo que siento, lo que pienso, lo que yo quiero. Lo llamaremos "principio de alteridad", también "principio de exterioridad" y "principio de alienación".

Si lo denomino "principio de exterioridad" es porque esa exterioridad está incluida en el ex de la misma palabra ex/periencia. Ese ex que es el mismo de ex/terior, de ex/tranjero, de ex/trañeza, de éx/tasis, de ex/ilio. No hay experiencia, por tanto, sin la aparición de un alguien, o de un algo, de un hecho, que es exterior a mí, que está fuera de mi mismo.

Si lo denomino "principio de alteridad" es porque eso que me pasa tiene que ser otra cosa que yo. No otro yo, u otro como yo, sino otra cosa que no soy yo. Es decir, algo radicalmente otro.

Si lo denomino "principio de alienación" es porque eso que me pasa tiene que ser ajeno a mí, no puede ser mío, ni de mi propiedad, ni por mis ideas, ni mis sentimientos, ni mi saber, ni mi poder, ni mi voluntad, etc.

La experiencia es "eso que me pasa". Prosigamos ahora con ese me. La experiencia supone que algo que no soy yo, un hecho, sucede. Pero admite también, que algo me pasa a mí. No que pasa ante o frente, sino a mí, es decir, en mí. El lugar de la experiencia soy yo. Es en mí (o en mis palabras, o mis ideas, o mis sentimientos) donde se da la experiencia, donde tiene lugar.

Si lo denomino "principio de reflexividad" es porque ese me de "lo que me pasa" es un pronombre reflexivo. Podriamos decir, por tanto, que la experiencia es un movimiento de ida y vuelta. Un movimiento de ida porque supone un movimiento de exteriorización, de salida de mí mismo, de salida hacia fuera, un movimiento que va al encuentro con eso que pasa, al encuentro con el hecho. Y un movimiento de vuelta porque la experiencia supone que el acontecimiento me afecta a mí, que tiene efectos en mí, en lo que soy, en lo que yo pienso, en lo que yo siento, en lo que yo quiero, etc.

Si lo denomino "principio de subjetividad" es porque el lugar de la experiencia es el sujeto, y porque la experiencia es siempre subjetiva. Pero se trata de un sujeto que es capaz de dejar que algo le pase, en sus ideas, sus sentimientos, etc. Se trata de un sujeto abierto, sensible, expuesto. Por otro lado, el "principio de subjetividad" supone también que no hay experiencia en general, que no hay experiencia de nadie, que la experiencia es siempre experiencia de alguien, es decir, que la experiencia es, para cada cual, la propia, que cada uno hace o padece su propia experiencia, y eso de un modo único, singular, individual, propio.

Si lo denomino "principio de transformación" es porque ese sujeto sensible, vulnerable y ex/puesto es un sujeto abierto a su propia transformación… de sus palabras, de sus ideas, de sus emociones, etc. En la experiencia, el sujeto hace sobre todo, la experiencia de su propia mutación. La experiencia me forma y me transforma. De ahí que el resultado de la experiencia sea la formación o  mutación del sujeto de la experiencia.

Ya sabemos bien que la experiencia es "eso que me pasa". Pensemos en ese pasar. La experiencia, en primer lugar, es un paso, un pasaje, un recorrido. La experiencia supone una salida hacia otra cosa, un paso hacia otra entidad, hacia ese ex, hacia ese eso de "eso que me pasa". Pero, al mismo tiempo, la experiencia admite también que algo pasa desde el suceso hacia mí, que algo viene hacia mí. Ese paso, es un acontecimiento y por lo tanto, tiene algo de titubeo, supone un riesgo. Si la experiencia es "eso que me pasa", el sujeto de la experiencia es como un zona de paso, como una espacio de sensibilidad en la que algo pasa y en la que "eso que me pasa", al pasar por mi o en mí, deja una huella, una marca, una herida. De ahí que el sujeto de la experiencia no sea, en principio, un sujeto activo, sino un sujeto paciente, pasional. La experiencia no se hace, se padece. A este sentido del verbo pasar de "eso que me pasa" lo podríamos llamar "principio de pasión".

El autor pone un ejemplo, que nos permitirá captar cuál es la dimensión experiencial de una práctica periódica y esencial desde lo educativo, la lectura. Tomemos por ejemplo un libro de Kafka, que, ciertamente, puede ser cualquier otro. Puesto que la experiencia es una reciprocidad, lo importante no es el texto, sino la relación con el mismo. El texto, que aquí funciona como el evento, como el eso de "eso que me pasa", tiene que tener alguna espacio de exterioridad, de alteridad, de alineación. El texto tiene que ser otra cosa distinta de lo que ya sé, lo que ya pienso, lo que ya siento. Tiene que tener algo misterioso para mí, algo de secreto. De todos modos, lo decisivo, desde el punto de vista de la experiencia, no es cuál es el libro, sino qué es lo que nos pase con su lectura. A un lector que, tras leer el libro, no nota nada, no le ha pasado nada, es un lector que no ha tenido ninguna experiencia. Es que la actividad de la lectura es a veces experiencia y a veces no. Si bien es un acontecimiento, no puede ser provocada como una consecuencia a partir de sus causas, lo único que puede hacerse es cuidar de que se den determinadas condiciones de posibilidad: sólo cuando coincide el texto adecuado, el momento apropiado, la sensibilidad conveniente, la lectura es experiencia. Por otra parte, una misma actividad de lectura puede ser experiencia para algunos lectores y no para otros. Y, si es experiencia, no será la misma para todos que lo hagan. Pero tengamos en cuenta que es una experiencia en tanto que me transforma, y que dos personas, aunque afronten el mismo suceso, no viven la misma experiencia. La experiencia no puede ahorrársela nadie; nadie puede aprender de la experiencia de otro.

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