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Enviado por   •  14 de Junio de 2013  •  2.405 Palabras (10 Páginas)  •  461 Visitas

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Vitrina editorial

José Matos Mar, Desborde popular y crisis del Estado. Veinte años después. Lima, Fondo

Editorial del Congreso de la República, 2004.*

Félix Reátegui

Pontificia Universidad Católica del Perú

Durante la década de 1980 se manifestaron de la manera más crítica los diversos cambios que

venían gestándose en la sociedad peruana desde décadas atrás. Todas las crisis convergieron,

entonces, sobre una sociedad que además experimentaba los rigores de un conflicto armado interno

que llegaría a ocasionar casi 70 mil víctimas fatales.1

El descalabro financiero del país terminó por

desbaratar el sistema productivo y comercial, profundizó la pobreza y acentuó la marginalidad

social. Al mismo tiempo, esos fracasos económicos, junto con la violencia ya mencionada,

debilitaron severamente las posibilidades de consolidación de la democracia recuperada a inicios de

la década tras doce años de dictadura militar.

El lugar común es inevitable: las épocas de crisis son épocas interesantes, momentos que estimulan

la imaginación interpretativa. No hay que extrañarse, por ello, de que alrededor de esos años hayan

aparecido interesantes ensayos de comprensión global de la sociedad peruana contemporánea.

Desborde popular y crisis del Estado (1984), el estudio del antropólogo José Matos Mar reeditado

en el año 2004, veinte años después de su lanzamiento, es apenas uno –es cierto que uno de los más

notables– de una nutrida nómina de textos fundamentales. Hay que mencionar entre ellos el muy

influyente Clases, Estado y nación en el Perú (1978), de Julio Cotler;2

las interpretaciones sobre la

nueva y heterogénea configuración cultural peruana realizadas por Carlos Franco y recogidas en La

otra modernidad. Imágenes de la sociedad peruana (1991); la desafiante reflexión sobre la utopía

andina recogida por Alberto Flores Galindo en Buscando un Inca (1986) y, en un plano más

disperso, las relecturas a varias voces de la obra literaria de José María Arguedas: criticado en los

años sesenta por la inexactitud etnográfica de Todas las sangres,3

Arguedas fue releído y revalorado

en los ochenta como intérprete de una original modernidad peruana –una modernidad no

*

Reseña publicada originalmente en http://www.dissidences.org/ReviewMatosmar.html Se reproduce aquí

gracias a la autorización del autor.

1

La cifra proviene de la investigación sobre los veinte años de violencia vividos en el Perú (1980-2000)

realizadas por la Comisión de la Verdad y Reconciliación de ese país y cuyos resultados constan en su

Informe Final, Lima, CVR, 2003.

2

Acaba de ser reeditado en el año 2005 por el Instituto de Estudios Peruanos con un ensayo retrospectivo del

autor.

3

Véase al respecto Rochabrún, Guillermo ed. La Mesa Redonda sobre Todas las Sangres del 23 de junio de

1965. Lima, IEP-PUCP, 2000. Tiene especial interés el trabajo del editor incluido en el volumen con el título

“Las trampas del pensamiento. Una lectura de la mesa redonda sobre Todas las Sangres ”.

1http://www.cholonautas.edu.pe - Vitrina editorial

etnocéntrica, una modernidad popular– en su novela póstuma e inconclusa El zorro de arriba y el

zorro de abajo. Este improvisado panorama estaría incompleto, sin embargo, sin la mención de un

autor que, viniendo de otra comunidad académica y política, llegó a acuñar una poderosa imagen

para interpretar los cambios de la vida económica del país. El otro sendero (1986), de Hernando de

Soto, y su interpretación de la informalidad como una energía creadora que se impone a la estrechez

del viejo Estado burocrático, es el complemento liberal ineludible a un momento hermenéutico casi

enteramente identificado con la renovación del pensamiento de izquierda en el Perú.

No es imposible, finalmente, oír en el reverso de esos diversos textos el diálogo de la ciencia social

peruana con las renovaciones teóricas que se producían en los Estados Unidos y Europa. Los ecos

débiles, pero todavía audibles, del estructuralismo, tan influyente en las lecturas del carácter de la

economía peruana en los años setenta, cedían el paso a otras preguntas centradas, por un lado, en

individuos y subjetividades,4

y por otro, en una comprensión más compleja de los fenómenos

culturales y de las realidades nacionales. Sin dejar de ser crítica respecto del orden establecido en el

Perú, la ciencia social se hacía más dúctil y dirigía sus linternas hacia terrenos antes no transitados o

examinados con inexacta rigidez, como el de las complejas figuraciones de la cultura.

En este contexto académico e ideológico, no es un encomio exagerado calificar Desborde popular y

crisis del Estado como un libro renovador. Su reedición, veinte años después, permite ver en

retrospectiva qué giros anunció en la reflexión académica sobre el Perú y también de qué manera

los desarrollos teóricos de las dos últimas décadas han ayudado a mirar con más finura los

problemas que ahí se planteaban, esforzadamente, con un léxico que ya resultaba insuficiente para

expresar las preocupaciones del autor.

Cuando aparece Desborde popular y crisis del Estado, en 1984, la crítica académica de la sociedad

peruana se hallaba bifurcada principalmente en dos tendencias. Una, más propiamente clásica,

uncida todavía a los ordenados esquemas analíticos provenientes de la teoría de la modernización y

del desarrollismo, invitaba a leer el proceso socioeconómico peruano de las últimas décadas en

términos de desorden, disfunción y anomalías respecto de lo que debería ser una sociedad que se

moderniza. El tránsito de una sociedad mayormente rural y agrícola a una urbana e industrial

4

Fue importante, por explícita, la postura al respecto de Guillermo Nugent en “Las perspectivas del mundo de

la vida en las investigaciones de las ciencias sociales” en Debates en Sociología, 16, 1991, revista del

Departamento de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú. El texto de Guillermo

Nugent realiza la interesante labor de poner de manifiesto, en un argumento razonado, los cambios teóricos

que estaba asumiendo y adoptaría más a fondo un sector de la investigación sociológica en el Perú.

2http://www.cholonautas.edu.pe - Vitrina editorial

debería haber ido de la mano con una ordenada expansión de la clase media y un retroceso

consistente de las creencias y prácticas tradicionales en beneficio de una cultura moderna:

abstracción, individualización, absorción de los poderes por un Estado central, distinción entre

funciones y personas, generalización e integración de un mercado interno, un sistema de partidos

permanente eran algunos de los rasgos esperados de esa sociedad modernizada.5

La manera abrupta,

con saltos de etapas, en que se producía la gran transformación de la sociedad peruana, tenía que ser

vista, así, como una gruesa falla en el cumplimiento del libreto.

La otra tendencia crítica era la proveniente del marxismo con ciertas dosis de estructuralismo.

Desde este ángulo, la crisis peruana había de ser leída a la luz de las deformaciones inducidas por la

peculiar expansión del mercado en el país: un mercado deforme y gestado para la exportación de

materias primas que era la expresión de un modelo de desarrollo dependiente. Ese modelo, por

último, sería el responsable de las grandes fallas de la sociedad peruana, tales como la inflación y el

desempleo estructurales y la reproducción de la marginalidad como una condición de vida

inevitable para las nuevas masas urbanas creadas por la destrucción de la economía agraria.

A cada quien lo suyo: si la teoría de la modernización pecó por exceso al ofrecer un esquema rígido

para mirar a contraluz, pero con cierta disciplina, la crisis peruana, los marxismos y los

estructuralismos de los años sesenta y setenta dieron a la ciencia social cierta potencia teórica

renovada para señalar males todavía reconocibles en la organización del país. Lo mejor de lo escrito

a partir de la tradición de la CEPAL es buen testimonio de lo que ambas líneas de razonamiento

tenían para ofrecer a la comprensión del Perú y de América Latina.

La historia que contó Desborde popular y crisis del Estado en 1984 no se diferenciaba a primera

vista de la que hubiera podido contarse desde las dos grandes tendencias mencionadas. Fue la

historia del agotamiento terminal de un Estado tercamente excluyente y su pase a jubilación por

parte de los excluidos. Desde la década de 1970 aproximadamente, estos –la población rural de los

andes, principalmente– deciden no atenerse más a reglas e instituciones que no han sido concebidas

para ellos ni adecuadas a sus necesidades y comienzan a adoptar formas de asentamiento urbano, de

ocupación laboral y de reproducción cultural que se apartan y desafían los patrones de organización

social y económica instaurados por el Estado desde el siglo XIX. Un Estado que revela todas sus

5

Véase una excelente síntesis de esta visión en Germani, Gino, Sociología de la modernización: estudios

teóricos, metodológicos y aplicados a América Latina. Buenos Aires, Paidós, 1971.

3http://www.cholonautas.edu.pe - Vitrina editorial

limitaciones y una sociedad que deja de creer en él, constituyen los dos términos del desborde y la

crisis anunciados en el título del libro.

La insubordinación es decidida y creciente, pero nunca declarada; no ocurre al calor de una

proclama ideológica sino al ritmo de un fenómeno demográfico: las migraciones masivas del campo

a la ciudad que tienen su punto de llegada en la capital de la República, las principales ciudades de

la costa y las ciudades de mediano desarrollo de los valles andinos. El desafío al antiguo régimen

es, al mismo tiempo, integral: se manifiesta en primer lugar en la ocupación ilegal de terrenos en la

periferia de las ciudades, se extiende al comercio callejero y a una intrincada red de producción y

circulación subterránea de bienes, y acampa, por último, en los predios de la cultura para retar, y a

la larga, derrotar, a la cultura hegemónica hasta entonces, que era la de estirpe criolla, hispanizante

en sus orígenes y apegada, más tarde, a los usos de estilo de vida estadounidense. Así, en el plano

de la convivencia espacial, de la organización económica y de los usos, imágenes y gustos, el

Estado peruano y la estática sociedad criolla que él resguardaba se ven obligados a convivir con un

orden paralelo. El fruto del desborde es un régimen improvisado, ajeno a toda planificación,

construido para satisfacer las urgencias de la supervivencia y del reconocimiento social. Las masas

que han tomado la ciudad de Lima desde los años sesenta redefinen los espacios urbanos, crean

nuevos distritos donde antes había arenales, replantean el sistema de transporte y de comercio y,

lejos de procurar disolverse en la cultura criolla, conservan cada vez con mayor determinación y

orgullo sus propias costumbres y gustos. El centro histórico de la ciudad de Lima –constata Matos

Mar en 1984– ha adquirido el semblante de una feria comercial andina en medio de la cual, ante la

deserción de las elites, subsisten como restos de un naufragio y, huérfanos de legitimidad, los

principales emblemas del poder político tales como el Palacio de Gobierno, la sede del Congreso de

la República o el Palacio de Justicia.

En ese proceso, Matos Mar reconoce luces y sombras, y esa mirada plural –ese entusiasmo crítico-

es indicadora de un momento de tránsito en la reflexión académica sobre el Perú. El desborde es un

acto justiciero y pragmático frente a un Estado y una elite nacional demasiado ciegos y carentes de

solidaridad con los perdedores del proceso colonial; al mismo tiempo, el resultado de ese desborde

es una sociedad difícil de gobernar y, por tanto, de dirigir hacia un horizonte de desarrollo, distinto

cualitativamente del de la simple supervivencia. Al mismo tiempo, la afirmación colectiva de los

excluidos, resuelta en informalidad, es reconocida como un trance de inclusión a la fuerza, la que

más tarde sería llamada, en otros textos, una democratización desde abajo. Pero queda abierta, en la

reflexión de 1984, la pregunta sobre si ella sería la base para reconstruir un régimen político mejor.

4http://www.cholonautas.edu.pe - Vitrina editorial

Veinte años después, en la reflexión actualizada del propio autor, se ensaya una respuesta

afirmativa: las barriadas de ayer son los potentes centros urbanos, productivos y comerciales que los

limeños de los barrios tradicionales llaman los conos norte, sur y este de la ciudad, en los cuales se

va afirmando una nueva ciudadanía.6

Las distintas figuraciones del desborde descrito por Matos Mar convergen hacia un vértice, que es

el sustrato último de la insubordinación del otro Perú. Se trata del sustrato de las «formas de cultura

y de sociabilidad»: irrumpen en la ciudad las formas de organización y de acción colectiva traídas

del mundo rural, conquistan carta de residencia fiestas folclóricas y modos musicales andinos antes

marginales en Lima. Más significativo aun: lo tradicional y lo moderno, lo urbano y lo rural, lo

prestigioso y lo desdeñado dan paso a una cultura híbrida que da testimonio de «un nuevo patrón

cultural en ascenso» y que podría ser heraldo de «la formación de una conciencia nacional unitaria».

Este rasgo de la tesis de Matos Mar es doblemente significativo. En primer lugar, porque él

manifiesta el giro cultural que empezaban a dar en el Perú unas ciencias sociales hechizadas hasta

hacía poco por el poder explicativo de lo económico y lo político-social. En segundo lugar porque

el tópico de la conciencia nacional remite la tesis a una intuición enraizada en la tradición de

pensamiento crítico sobre el Perú. En efecto, aunque fraseándola en un lenguaje de ciencia social,

con fuertes puntos de apoyo en la demostración demográfica, Desborde popular y crisis del Estado

escarba sobre una misma intuición, la de los dos Perúes, que se puede rastrear, en diversas

formulaciones, hasta Francisco García Calderón, los indigenismos de los años veinte y la reflexión

histórica de Jorge Basadre. Para construir ciencia social sobre la base de esa idea –que habla de un

Perú moderno y occidentalizado opuesto a un Perú originario y tradicional, privilegiado uno,

marginado el otro– Matos Mar parte de la noción de dualidad, pero para ir más allá de ella: en

Desborde popular y crisis del Estado ya queda claro que la sociedad peruana –y por extensión las

de América Latina– no están partidas en dos sectores inconciliables entre ellos y homogéneos

internamente. Se va abriendo paso, todavía sin el léxico que más tarde se haría de uso común en la

ciencia social y los estudios culturales de la región, la idea de una realidad social porosa e inestable,

y de culturas dinámicas que han de ser entendidas en términos de síntesis creativas y pragmáticas –

hibridismo, por ejemplo- y no en términos de alienación. Esa sociedad y esa cultura, veinte años

después, no han terminado de resolverse en un orden incluyente y democrático. O dicho de otro

modo: la población peruana empuja en esa dirección mediante la rebeldía creativa que Matos Mar

6

Sobre la tesis de la construcción de la ciudadanía desde abajo, esbozada en Desborde Popular y Crisis del

Estado, hay un desarrollo sistemático posterior en Sinesio López, Ciudadanos Reales e Imaginarios.

Concepciones, desarrollo y mapa de la ciudadanía en el Perú. Lima, Instituto de Diálogo y Propuestas, 1997.

5http://www.cholonautas.edu.pe - Vitrina editorial

6

describe, pero el Estado no quiere darse por notificado y se niega a crear las instituciones necesarias

para que la crisis de crecimiento dé lugar a una democracia.

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