Libro LOS 4 ACUERDOS
sramirezt6 de Octubre de 2013
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Miguel Ruiz
LOS CUATRO
ACUERDOS
Un libro de la
Sabiduría Tolteca
LOS CUATRO ACUERDOS – Don Miguel Ruiz
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Los Toltecas
Hace miles de años los Toltecas eran conocidos en todo el sur de México como
«mujeres y hombres de conocimiento». Los antropólogos han definido a los
toltecas como una nación o una raza, pero de hecho, eran científicos y artistas que
formaron una sociedad para estudiar y conservar el conocimiento espiritual y las
prácticas de sus antepasados. Formaron una comunidad de maestros (naguales) y
estudiantes en Teotihuacán, la ciudad de las pirámides en las afueras de Ciudad de
México, conocida como el lugar en el que «el hombre se convierte en Dios».
A lo largo de los milenios los naguales se vieron forzados a esconder su
sabiduría ancestral y a mantener su existencia en secreto. La conquista europea,
unida a un agresivo mal uso del poder personal por parte de algunos aprendices,
hizo necesario proteger el conocimiento de aquellos que no estaban preparados
para utilizarlo con buen juicio o que hubieran podido usarlo mal
intencionadamente para obtener un beneficio personal.
Por fortuna, el conocimiento esotérico tolteca fue conservado y transmitido de
una generación a otra por distintos linajes de naguales. Aunque permaneció oculto
en el secreto durante cientos de años, las antiguas profecías vaticinaban que
llegaría el momento en el que seria necesario devolver la sabiduría a la gente.
Ahora, don Miguel Ruiz, un nagual del linaje de los Guerreros del Águila, ha sido
guiado para divulgar las poderosas enseñanzas de los toltecas.
El conocimiento tolteca surge de la misma unidad esencial de la verdad de la
que parten todas las tradiciones esotéricas sagradas del mundo. Aunque no es una
religión, respeta a todos los maestros espirituales que han enseñado en la tierra, y
si bien abarca el espíritu, resulta más preciso describirlo como una manera de vivir
que se distingue por su fácil acceso a la felicidad y el amor.
Al Círculo de fuego;
los que ya se han ido,
los que están presentes
y los que aun tienen que llegar
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Introducción
Espejo Humeante
Hace tres mil años había un ser humano, igual que tú y que yo, que vivía cerca
de una ciudad rodeada de montañas. Este ser humano estudiaba para convertirse
en un chamán, para aprender el conocimiento de sus ancestros, pero no estaba
totalmente de acuerdo con todo lo que aprendía. En su corazón sentía que debía
de haber algo más.
Un día, mientras dormía en una cueva, soñó que veía su propio cuerpo
durmiendo. Salió de la cueva a una noche de luna llena. El cielo estaba despejado y
vio una infinidad de estrellas. Entonces, algo sucedió en su interior que transformó
su vida para siempre. Se miro las manos, sintió su cuerpo y oyó su propia voz que
decía: «Estoy hecho de luz; estoy hecho de estrellas».
Miró al cielo de nuevo y se dio cuenta de que no son las estrellas las que crean
la luz, sino que es la luz la que crea las estrellas. «Todo está hecho de luz ‐ dijo ‐, y
el espacio de en medio no está vacío.» Y supo que todo lo que existe es un ser
viviente, y que la luz es la mensajera de la vida, porque está viva y contiene toda la
información.
Entonces se dio cuenta de que, aunque estaba hecho de estrellas, él no era
esas estrellas. «Estoy en medio de las estrellas», pensó. Así que llamó a las
estrellas el tonal y a la luz que había entre las estrellas el nagual, y supo que lo que
creaba la armonía y el espacio entre ambos es la Vida o Intento. Sin Vida, el tonal y
el nagual no existirían. La Vida es la fuerza de lo absoluto, lo supremo, la Creadora
de todas las cosas.
Esto es lo que descubrió: Todo lo que existe es una manifestación del ser
viviente al que llamamos Dios. Todas las cosas son Dios. Y llegó a la conclusión de
que la percepción humana es sólo luz que percibe luz. También se dio cuenta de
que la materia es un espejo ‐ todo es un espejo que refleja luz y crea imágenes de
esa luz ‐ y el mundo de la ilusión, el Sueño, es tan sólo como un humo que nos
impide ver lo que realmente somos. «Lo que realmente somos es puro amor, pura
luz», dijo.
Este descubrimiento cambió su vida. Una vez supo lo que en verdad era, miró
a su alrededor y vio a otros seres humanos y al resto de la naturaleza, y le asombró
lo que vio. Se vio a sí mismo en todas las cosas: en cada ser humano, en cada
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animal, en cada árbol, en el agua, en la lluvia, en las nubes, en la tierra ... Y vio que
la Vida mezclaba el tonal y el nagual de distintas maneras para crear millones de
manifestaciones de Vida.
En esos instantes lo comprendió todo. Se sentía entusiasmado y su corazón
rebosaba paz. Estaba impaciente por revelar a su gente lo que había descubierto.
Pero no había palabras para explicarlo. Intentó describirlo a los demás, pero no lo
entendían. Vieron que había cambiado, que algo muy bello irradiaba de sus ojos y
de su voz. Comprobaron que ya no emitía juicios sobre nada ni nadie. Ya no se
parecía a nadie.
Él los comprendía muy bien a todos, pero a él nadie lo comprendía. Creyeron
que era una encarnación de Dios; al oírlo, él sonrió y dijo: «Es cierto. Soy Dios. Pero
vosotros también lo sois. Todos somos iguales. Somos imágenes de luz. Somos
Dios». Pero la gente seguía sin entenderlo.
Había descubierto que era un espejo para los demás, un espejo en el que
podía verse a sí mismo. «Cada uno es un espejo», dijo. Se veía en todos, pero
nadie se veía a sí mismo en él. Y comprendió que todos soñaban pero sin tener
conciencia de ello, sin saber lo que realmente eran. No podían verse a ellos
mismos en él porque había un muro de niebla o humo entre los espejos. Y ese
muro de niebla estaba construido por la interpretación de las imágenes de luz: el
Sueño de los seres humanos.
Entonces supo que pronto olvidaría todo lo que había aprendido. Quería
acordarse de todas las visiones que había tenido, así que decidió llamarse a sí
mismo Espejo Humeante para recordar siempre que la materia es un espejo y que
el humo que hay en medio es lo que nos impide saber qué somos. Y dijo: «Soy
Espejo Humeante porque me veo en todos vosotros, pero no nos reconocemos
mutuamente por el humo que hay entre nosotros. Ese humo es el Sueño, y el
espejo eres tú, el soñador».
Es fácil vivir con los ojos cerrados,
interpretando mal todo lo que se ve ...
‐ John Lennon
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I
La domesticación y
el sueño del planeta
Lo que ves y escuchas ahora mismo no es más que un sueño. En este mismo
momento estás soñando. Sueñas con el cerebro despierto.
Soñar es la función principal de la mente, y la mente sueña veinticuatro horas
al día. Sueña cuando el cerebro está despierto y también cuando está dormido. La
diferencia estriba en que, cuando el cerebro está despierto, hay un marco material
que nos hace percibir las cosas de una forma lineal. Cuando dormimos no tenemos
ese marco, y el sueño tiende a cambiar constantemente.
Los seres humanos soñamos todo el tiempo. Antes de que naciésemos,
aquellos que nos precedieron crearon un enorme sueño externo que llamaremos
el sueño de la sociedad o el sueño del planeta. El sueño del planeta es el sueño
colectivo hecho de miles de millones de sueños más pequeños, de sueños
personales que, unidos, crean un sueño de una familia, un sueño de una
comunidad, un sueño de una ciudad, un sueño de un país, y finalmente, un sueño
de toda la humanidad. El sueño del planeta incluye todas las reglas de la sociedad,
sus creencias, sus leyes, sus religiones, sus diferentes culturas y maneras de ser,
sus gobiernos, sus escuelas, sus acontecimientos sociales y sus celebraciones.
Nacemos con la capacidad de aprender a soñar, y los seres humanos que nos
preceden nos enseñan a soñar de la forma en que lo hace la sociedad. El sueño
externo tiene tantas reglas que, cuando nace un niño, captamos su atención para
introducir estas reglas en su mente. El sueño externo utiliza a mamá y papá, la
escuela y la religión para enseñarnos a soñar.
La atención es la capacidad que tenemos de discernir y centrarnos en aquello
que queremos percibir. Percibimos millones de cosas simultáneamente, pero
utilizamos nuestra atención para retener en el primer plano de nuestra mente lo
que nos interesa. Los adultos que nos rodeaban captaron nuestra atención y, por
medio de la repetición, introdujeron información en nuestra mente. Así es como
aprendimos todo lo que sabemos.
Utilizando nuestra atención aprendimos una realidad
...