“Los Niños de Hoy” Desarrollo de un nuevo paradigma en la Educación
clamabomTrabajo22 de Octubre de 2015
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“Los Niños de Hoy”
Desarrollo de un nuevo paradigma en la Educación
Abordaje de una nueva Conciencia del Hombre
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“El Niño, la familia y el entorno”
Curso a distancia “Los Niños de Hoy” – www.caminosalser.com[pic 4][pic 5]
Introducción
No hay nada que ayude más a los niños que el propio cambio.
El mayor compromiso de un padre debería ser crecer. Su responsabilidad
mayor es encontrarse primero consigo mismo, para poder luego encontrarse con el niño.
Auto-educarse para educar. Sanarse para ayudar a sanar, y para no generar
heridas nuevas.
Pero ¿qué es encontrarse consigo mismo? ¿Qué es crecer o cambiar?
Tal vez es tomarse un tiempo de silencio para reflexionar, escuchar las propias preguntas, y buscar respuestas con sinceridad...
Puede ser también aprender a separar la propia vida adulta: limitaciones,
emociones, potenciales, de lo que es la vida del niño.
Si un padre no tiene claridad sobre su camino, si no se ha detenido a reflexionar qué le pertenece a él, y qué al niño, esto repercutirá en su relación con él.
Cuando no hay claridad en el rumbo de la vida, lo niños pasan a ser la meta: el punto de realización. Él niño es el que trae las felicidades y las tristezas, y cuando crece y se va, la angustia mayor.
Por supuesto que un niño nos traerá alegrías, preocupaciones, momentos inolvidables, intensos, profundos, pero nadie puede otorgarnos plenitud ni sentido a nuestra existencia.
Cuando un padre se siente dueño de su hijo, cuando lo exige y tiene más expectativas sobre la vida del niño que sobre la propia, está errándole al blanco.
La paternidad – maternidad es algo que trae grandes y profundas satisfacciones al ser humano, sin embargo, si depositamos allí algo que no corresponde, lo veremos en la relación con el niño, o repercutirá en un sentimiento dentro que nos dirá: “Sí, estoy feliz con esto, pero falta algo…”. Ese algo no se lo puede dar nadie. Es un encuentro con la propia completud.
Si usted desea ser un verdadero referente, aquí le dejo unas preguntas para facilitarle el inicio a la reflexión:
¿Le encuentra a su vida un sentido más allá de practicar la paternidad o maternidad? ¿Se siente un ser completo más allá del hecho de ser padre o madre?
¿Cuánto de su subjetividad le traslada al niño, cuánto de sus propias limitaciones?
Así como se evalúa al niño en lo que hizo bien o mal, ¿usted hace una autoevaluación de su forma de ser, sentir, pensar, hablar ante el niño o ante su propia vida?
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Una condición necesaria para ser un verdadero guía y educador de un niño de esta generación, es estar flexible y abierto al cambio, principalmente al propio.
Cuanto más nos acerquemos a nuestro bienestar, más dichosos y relajados nos sentiremos, porque más anclados estaremos en lo más verdadero: nuestro espíritu.
Esto se verá luego en nuestras relaciones: cuanto más armoniosas estén,
estarán hablando de nuestro estado interno.
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El adulto como guía espiritual[pic 8]
Los Niños de Hoy necesitan adultos anclados en sí mismos; adultos que estén en contacto con su espíritu, y que sientan este contacto como parte esencial de su camino.
Ellos nos recuerdan que para educarlos será esencial que el adulto esté comprometido con su camino, y que lo que se les dé, parta de la vida del adulto verdaderamente.
Esto no significa saberlo todo, no equivocarse o no dudar, se trata de estar despierto ante todos los sucesos vividos, y suceda lo que suceda, poder rescatar siempre el aprendizaje.
El Espíritu le da al ser humano la bendición de ser alguien único, de hacer
algo único, creativo e individual de su vida. Esto es lo que buscan los Niños de Hoy, adultos vitales, receptivos; atentos, abiertos y valientes para realizar cambios.
Cuando un niño percibe al adulto anclado espiritualmente, con verdadero compromiso sobre su vida, se entrega. Siente confianza y seguridad, y se entrega.
El Niño de Hoy está muy atento al estado interior del adulto que quiere educarlo. Nada de él es motivado, si el adulto que está delante, no porta su verdadera impronta.
Muchos de los actuales problemas en la educación se desprenden, de que el adulto aún no se ha encontrado consigo mismo. No tiene poder sobre su vida, le teme al cambio, desconoce su mayor potencial o lo evita, se siente
inseguro de sí mismo, y esta inseguridad y pérdida de rumbo la lleva a todo lo que hace.
El Niño de Hoy necesita adultos verdaderamente contenedores, que se sientan capaces de llevar adelante una educación viva y plena. Necesita espacios que ofrezcan actividades con sentido; adultos que le encuentren sentido a lo que hacen. Lo que muchas veces hemos llamado “pasión”, esto es lo que buscan
en los adultos. Pasión, que es amor en estado de acción; y para que haya
amor, debe haber un espíritu latiendo en lo que hagamos.
Mientras esto no aparezca, el niño permanecerá indiferente, dormido en apariencia, difícil ante el análisis social. Este niño irá de aquí para allá insatisfecho, pidiendo guías, contención, y rechazando a todo aquel que no la ofrezca.
El modelo social nos ha llevado hacia el repetir y obedecer a otro que “sabe más que yo”. ¿Acaso, por esta razón, no nos encontramos ante una sociedad débil espiritualmente, perdida de su rumbo esencial, buscando el sentido a tientas?
La evolución nos propone: “Rompe la repetición, encuentra tu verdadera aspiración, tu verdadero motivo del por qué haces lo que haces. Recupera tu fortaleza decidiendo tu propio camino, discerniendo despierto.”
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El Niño de Hoy necesita guías, pero guías espirituales. Y para lograr ser su guía, el adulto debe primero reconocerse como un Ser Espiritual dentro de un Ser Humano. Si solo desde el aspecto humano se intenta corregir, encauzar o educar, esta tarea será muy dificultosa.
Ante estos niños, nuestro Yo Espiritual debe estar anclado. Pero no hay que confundir esto con el tener toda la vida resuelta, sin ningún problema, o tener siempre seguridad de lo que se hace y lo que no. Es muy saludable sentir que hay mucho que aprender aún, pero esto no debe interpretarse como la
pérdida total de rumbo. Debemos estar decididos a vivir la vida plenamente, no a medias. Sentir que, a pesar de que aún nos falta mucho recorrido, en todo momento estamos acercándonos más a nosotros mismos.
Si usted está perdido en la calle, ¿a quién le preguntará cómo llegar a su hogar? ¿Le preguntará a otra persona que nota que está igual de perdida que usted, mirando las direcciones, preguntado aquí y allá? No. Seguramente entrará a algún negocio y le preguntará al señor que allí atiende. Esta persona está ahí hace mucho tiempo, está anclado en el lugar, por eso le genera seguridad. Siente que él sabrá guiarlo correctamente.
Lo mismo ocurre con los niños. Si el niño percibe a un adulto perdido, a un
adulto que no está anclado a su vida, no sentirá que puede refugiarlo, contenerlo o guiarlo.
El adulto sabe dónde vive, dónde trabaja, quiénes son sus amigos, pero muchas veces hay adentro un desconcierto, remolinos desordenados que no van hacia ningún lado. Hay emociones limitantes, hasta muchas veces ganas de dejar de existir. E incluso peligrosamente esta parte del adulto intenta guiar al niño.
Esto sucede también en las escuelas: ¿cuál es la meta de una escuela? ¿Para
qué se enseñan los contenidos? ¿Para qué se toman evaluaciones con información y sistemas que nunca se utilizarán?
Gran parte del sistema educativo también está sin orientación, y esto se
refleja en lo que reciben los niños. ¿Hacia dónde? ¿Para qué? No se sabe. El niño vibra este sin sentido, vibra también en los maestros que no logran encender su espíritu, vibra las voluntades dormidas, las metas hacia la nada, y allí se produce el desencuentro.
La seguridad no tiene que estar sostenida en lo que “sabemos”, sino en lo que emitimos como seres espirituales. Ser una persona segura ante el niño no significa saberlo todo, transmitirle conceptos y juicios de bueno y malo, apagando a la vez, nuestra espontaneidad y alegría.
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