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Los Terneros Sagrados


Enviado por   •  8 de Diciembre de 2014  •  1.073 Palabras (5 Páginas)  •  115 Visitas

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Los terneros sagrados reclaman el césped

El término lo escuché por primera vez mucho antes de haber leído Manual de literatura para caníbales, del español Rafael Reig. Una de las soleadas tardes de febrero del año 2008, estaba conversando con un poeta de Isla de Pinos, bajo la sombra de las inmensas estructuras de La Cabaña. La Feria Internacional del Libro de La Habana era el escenario propicio para advertir el andar despacioso de esas criaturas endémicas. Naturalmente, fue mi contertulio occidental quien me señaló el grupo que se desplazaba rodeado por las maripositas amarillas de Mauricio Babilonia.

Pienso que el calificativo se desprendió del ya patentado "vacas sagradas", que según estudios anteriores pudo importarse (luego de azarosas travesías) desde las tierras egipcias, donde eran veneradas las vacas de la diosa Isis, o quizás, de esa estirpe de "becerras intocables" que pasta en calles, mercados y plazas de la India. Lo cierto es que, como el marabú, el término "vacas sagradas" había colonizado las más selectas praderas de la fauna intelectual de la Isla. Ahora, lo que en verdad alarma, no es la existencia de estas reses divinas, que en su gran mayoría están respaldadas por una obra (nótese que no me refiero a premios, reconocimientos, ni distinciones, sino a la obra) que como un respaldo en oro avala cualquier extravagancia personal.

Lo que alarma no son las vacas sagradas, porque cada región y movimiento artístico ha tenido desde la antigüedad sus animales venerables; así que imagino a Tagore como uno de los poderosos búfalos acuáticos de la India, que emerge de vez en vez de sus charcas mágicas. A Edgar Allan Poe, como el bisonte que atraviesa raudo las vastas llanuras norteamericanas, y a Rimbaud, como el uro mítico que mugía en los bosques europeos en tiempos de Carlomagno. Lo que provoca los máximos niveles de alarma, no son precisamente las vacas, sino el grupo que señalaba mi amigo aquella tarde: los "terneros sagrados". En esta especie es donde precisamente se ubica El núcleo del disturbio, como el conocido libro de la narradora argentina Samanta Schweblin. Los terneros sagrados corren en desbandada por potreros y valles insulares, amenazando con devorar a las reses mayores, como en la sueño bíblico de Faraón, donde siete vacas flacas degluten vorazmente a siete vacas gruesas.

Si la autoestima baja y el complejo de inferioridad atentan contra la salud mental de una persona, la autosuficiencia literaria, en buen cubano, "el creerse cosas" de muchos jóvenes escritores, atenta contra la salud de la comunidad intelectual. Los diez años de la introducción de la Riso han venido a abrir un espacio para la política editorial cubana, ante la realidad de prestigiosas editoriales, editoriales independientes y pequeñas editoriales, que contribuyen a la publicación de un libro cada poco menos de treinta segundos. Los jóvenes gozan, sin temor a dudas, de protagonismo dentro del panorama literario del presente, y eso es bueno en gran manera, lo terrible es que la relativa facilidad de publicaciones, y el muestrario de premios que arrastran no pocos de estos escritores, los lleve a desarrollar conductas ególatras, y que como Whitman, terminen por celebrarse y cantarse a sí mismos. Recientemente leí un artículo del escritor

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