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Los hechos de Xochicalco


Enviado por   •  7 de Mayo de 2014  •  Ensayos  •  2.086 Palabras (9 Páginas)  •  286 Visitas

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El 23 de mayo se cumplieron 30 años de uno de los acontecimientos más graves en la historia contemporánea de México: el asesinato de Rubén Jaramillo, su esposa Epifania Zúñiga Pifa (en avanzado estado de embarazo) y sus hijos Enrique, Filemón y Ricardo. Con la muerte del viejo dirigente zapatista, gestor agrario, guerrillero y militante revolucionario, el Partido Comunista Mexicano sumó a sus caídos un líder más de la talla de Primo Tapia y J. Guadalupe Rodríguez.

Los hechos de Xochicalco, en lo fundamental, están aclarados. El 23 de mayo de 1962, como a las dos y media de la tarde, se presentaron alrededor de 60 militares y civiles frente a la calle de Mina número 12, en Tlalquitenango, Morelos, domicilio de la familia Jaramillo. Heriberto Espinosa alias El Pintor, se introdujo a la casa y con violencia obligó a salir a Rubén, su esposa e hijos, quienes fueron secuestrados, al mismo tiempo que elementos del ejército y la policía sustraían los documentos agrarios en poder del jefe campesino morelense.

Dos horas más tarde, cerca de Xochicalco, los miembros de la familia Jaramillo fueron acribillados y rematados en la cabeza con el tiro de gracia. Las armas y municiones eran reglamentarias, esto es, de uso exclusivo del ejército y la Policía Judicial Federal.

Poco después de ser conocido el crimen, Gustavo Ortega Rojas, jefe de la policía del estado de Morelos, declaró que la Policía Judicial Federal le había solicitado ayuda, antes, para aprehender “unos individuos peligrosos”; posteriormente se retractó de esta declaración. Por su parte, la Procuraduría General de la República, en un comunicado público, señaló que Rubén Jaramillo era, de hecho, un delincuente común y que “se dedicaba a cometer atracos a los vacacionistas, a quienes atacaba en las carreteras cercanas a Tetecala, Mazatepec y Cacahuamilpa”. Otras acusaciones gratuitas venían contenidas en el texto.

Los grandes periódicos nacionales --como ya había ocurrido en 1961-- iniciaron una amplia campaña de calumnias y denuestos en contra del líder campesino comunista; el que se llevó las palmas en la ofensiva amarillista fue el diario Excélsior, que en su editorial del 28 de mayo de 1962 afirmó:

Rubén Jaramillo, el siniestro personaje, que por mucho tiempo mantuvo en zozobra una vasta región del estado de Morelos... Jaramillo era un delincuente contumaz que asesinaba, asaltaba y robaba; un señor de “horca y cuchillo” que extorsionaba y sometía a su capricho a los ricos y a los pobres de la región que asoló... Bien puede decirse que al asesinarlo le pagaron con su propia moneda; aunque quizás no quepa pensar lo mismo de sus parientes, de quienes, sin embargo, se dice que tampoco eran “blancas palomas”.(1)

Las declaraciones oficiales en torno al asesinato fueron muy contradictorias. El Departamento de Asuntos Agrarios y Colonización, queriendo justificar la acción represiva, llegó a caracterizar a Jaramillo de “indisciplinado” y de ser un elemento que “creaba problemas”. Otras dependencias tampoco se quedaron cortas en la serie de acusaciones macartistas en contra del mártir agrarista.

Algunos de los directamente involucrados en la matanza, como el capitán José Martínez y el renegado Heriberto Espinosa (El Pintor) fueron tratados en forma cruel y salvaje: murieron acribillados el 5 de septiembre de 1962 en el estado de Guerrero, tal vez con el objeto de quitar de en medio a testigos incómodos.

Las fuerzas democráticas y de izquierda elevaron su protesta. El pcm, el Partido Obrero-Campesino Mexicano, el Partido Popular Socialista, la Confederación de Jóvenes Mexicanos y la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México, entre otras organizaciones, demandaron esclarecer el crimen, castigar a los culpables y resolver los problemas agrarios acumulados en Morelos. Incluso formaciones de derecha como el Partido Acción Nacional y la Unión Nacional Sinarquista manifestaron su repudio al homicidio colectivo.

Pero el caso se archivó y los culpables intelectuales de la matanza jamás fueron castigados. El asesinato quedó como un antecedente nefasto del trato que se daría, meses después, a los campesinos que fundaron y desarrollaron la Central Campesina Independiente, buscando dotarse de organizaciones propias, a su servicio y bajo su control.

El 25 de mayo de 1962 fue enterrado Rubén Jaramillo. Asistieron a su cortejo fúnebre más de 5 mil campesinos de los estados de Morelos, Puebla y Guerrero. Su entierro fue, pues, una manifestación más del evidente carácter político de su eliminación física.

La campaña propagandística desarrollada por los diarios de circulación nacional, a partir del 24 de mayo de 1962, que intentaba presentar a Rubén Jaramillo como un vulgar delincuente no obtuvo grandes éxitos, dado que la personalidad del dirigente campesino era bien conocida por las organizaciones sociales y políticas. Es más, su asesinato realzó su biografía política.

Desde su adolescencia, Rubén Jaramillo militó en las filas del movimiento zapatista, en el cual alcanzó el grado de capitán primero del Ejército Libertador del Sur a los 17 años de edad. Después de pacificarse, el jefe agrarista --como muchos otros combatientes-- guardó las armas “por si acaso”.

Durante el período del caudillismo revolucionario, Rubén Jaramillo continuó mediante el trámite legal la lucha por los derechos e intereses del campesinado. Al ser lanzada la candidatura de Lázaro Cárdenas, el líder morelense la apoyó. Ya bajo el mandato del presidente michoacano, Jaramillo peleó por la creación de un ingenio azucarero en el distrito de Jojutla.

En la Sociedad Cooperativa Emiliano Zapata, Rubén Jaramillo desempeñó un importante papel de dirección, y al calor del enfrentamiento con la administración del ingenio Zacatepec y las autoridades del estado, en 1942, impulsó y concretó en los hechos la alianza obrero-campesina. El 9 de abril de ese año, estalló la huelga obrera con ocupación de fábrica y se dio la negativa de los campesinos a continuar el corte y el acarreo de caña. La represión del ejército quebró el movimiento huelguístico y los obreros y campesinos fueron derrotados.

La violencia oficial en contra de los trabajadores y la persecución en contra suya obligaron a Jaramillo a remontarse al monte, tomar las armas y organizar un grupo de autodefensa. El apoyo de la población a la guerrilla fue masivo, sin embargo, debido al aislamiento y el localismo del movimiento éste se fue consumiendo.

El abandono de la lucha armada condujo a Jaramilo a utilizar otros métodos, más adecuados a la nueva situación. Así, en 1944,

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