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MAMMON, EL DEMONIO DE LA AVARICIA

Vasoort28 de Mayo de 2013

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MAMMON, EL DEMONIO DE LA AVARICIA

-¡En éste pueblo no hay fortuna! -Esa fue la última frase que Esapón dejó escapar dentro de los límites de Pueblo Mostaza. Él estaba convencido de que lo mejor sería marcharse para buscar mejores condiciones de ganarse la vida, con ello, lograría tener esa felicidad que deseaba. Él seguía pensando eso a pesar de que poseía prácticamente todo lo que se podía tener o querer dentro del modesto Mostaza.

Esapón se fue solo, nadie lo detuvo ni nadie lo impulsó a marcharse, no es que no lo quisieran en el pueblo, sólo que era una persona muy codiciosa y ello traía problemas al pueblo, así que lo mejor que pudieron hacer los vecinos era esperar el momento en que Esapón desaparecería de sus vidas dejando un hueco que nadie podría rellenar.

Esapón tenía en mente ir a la mejor ciudad que pudiera y esa era la gran ciudad Plateada. Ciudad Plateada se encontraba a unos 40 ciclos hacia el noroeste de distancia de Pueblo Mostaza. Era una urbe grande con unos 20, 000 habitantes y con edificaciones grandes por todas partes, estaba el gran Palacio del Emperador, la Universidad de Plateada, El Campo de prácticas espaciales, la corporación Freccia y un montón más de cosas muy interesantes.

Esapón llegó a la ciudad Plateada a bordo de un pequeño carro tirado por un caballo. Durante el trayecto pensó muy bien sobre los lugares indicados para comenzar su búsqueda de fortuna, determinando que el mejor era buscar una oportunidad dentro del palacio del Emperador.

Llegó sin problemas y desempacó sus cosas, buscó un lugar para dejarlas en una pequeña posada y se dirigió rápidamente hacia el palacio. Cada que encontraba a alguien le preguntaba sobre el estado del personal del emperador y si deseaba contratar nuevos trabajadores, a lo que la gente le contestaba positivamente diciéndole que el Emperador era una persona muy amable y que lo más probable era que lo aceptara dentro de su palacio para trabajar con él. Después de preguntar un poco, encontró finalmente el portón del gran palacio.

El palacio del emperador era un gran monumento digno de admiración. Construido en un terreno rectangular en medio de la cuidad, o mejor dicho, la ciudad construida alrededor del palacio, era una obra de arte por sí misma. Contaba con 17 jardines y 15 estanques, campos de tiro, de equitación y salones de esgrima. Era una obra de arte fortificada.

El portón estaba custodiado por sólo 2 piqueros, que saludaron cortésmente a Esapón y le indicaron el camino más próximo al vestíbulo, lugar en el que el Emperador solía permanecer para escuchar a su pueblo y conocer sus demandas e inquietudes. Esapón pronto llegó al lugar indicado y saludó cortésmente. El Emperador entonces se levantó de su sitio. Era un hombre muy alto, medía alrededor de 2 metros, que comparado con Esapón que apenas rozaba 1 metro con 65 cm, era un gigante. Estaba vestido con una túnica dorada y el tocado de su cabeza, en forma de sol del norte era brillante como si estuviera hecho del mismísimo sol citado. Su túnica tenía los vivos en blanco y carecía de oro, aunque brillaba igualmente.

-“Buenas tardes buen hombre ¿Qué puedo hacer por ti?”

-“Verá señor emperador acabo de llegar a la ciudad y deseo enlistarme a su servicio”

-“Muy bien ¿Qué sabes hacer?”

-“Mi principal fuerte, señor, es la restauración de lugares antiguos”.

-“¡Muy bien! Entonces tengo la tarea indicada para ti”. -Con la carta que te escribiré en éste momento, será suficiente para que te presentes en el teatro quemado, deseo que se remodele y que se pueda ocupar, se quemó hace poco, sin embargo hay secciones que se encuentran como nuevas, espero que con ello te des una idea de cómo era anteriormente y puedas reconstruirlo, de no ser así, no importa, únicamente intenta mantener el estilo. ¡Listo! La carta está hecha. Entrégasela a Wolkner, es el encargado del teatro y te mostrará las fotografías del lugar antes de la tragedia y te llevará a los lugares que se conservan.

Esapón partió en busca de Wolkner para poder comenzar a trabajar, Wolkner, hombre de buen carácter, lo recibió con agrado y se dispuso a mostrarle los restos del teatro.

-“Y bueno Esapón, aunque no lo sepas, el “accidente” del teatro tiene su historia, dicen que un ladrón lo quemó intencionalmente buscando encontrar algo, aunque todo lo que quedó fue madrea quemada y escombros, así que no creo que lo haya encontrado, de cualquier manera si llegas a encontrar algo inusual, me lo comunicas y se lo llevaremos al emperador”. -“Está bien Wolkner ¿Crees que haya muchos escombros?” -“Lo dudo, se supone que se limpió, sin embargo quedan aun en algunas partes”.

Wolkner condujo al de Mostaza al interior del teatro mientras le mostraba las condiciones y le indicó que no era necesario que hiciera algo ese día, era importante que evaluara y le comunicara el plan de acción para que se pudiera tomar las medidas adecuadas, tras lo cual se retiró.

Dos meses habían pasado de labores, Esapón se sentía realmente muy bien con el trabajo que estaba haciendo y llevaba un avance considerable en la restauración de uno de los flancos, cuando el destino quiso que encontrara un objeto singular, sí en efecto encontró el mismo objeto que el ladrón estaba buscando. Era una pequeña vasija que no tenía peso alguno, sin embargo, la tapa estaba cubierta con un sello, un sello que tenía una advertencia de “No retirar” y que pese a los esfuerzos, no podía retirarse. Sin duda contenía algo, ya que el sello tenía indicios de haber querido ser retirado, pero ninguno de que haya sido violado, así que Esapón supo de inmediato que debía retirar bajo cualquier costo ese sello, lo llevó a su mochila y no lo mencionó con nadie.

Cada noche lo miraba en silencio dentro de su habitación, no había nada que pudiera desviar su atención entonces, hasta que notó algo, la vasija tenía una pequeña inscripción que decía “Mansión Ciruela”. Esapón tomó su caballo y sin decir nada a nadie galopó a la estación de tren de Ciruela y entró dentro del tren con destino a la tierra de nadie conocida como Villa Ciruela.

Ya en Villa Ciruela buscó la mansión en una noche negra, caminó durante poco tiempo, ya que la mansión se materializó frente a él a los pocos pasos. Entró en ella con la sangre hirviéndole, ya que sabía que estaba cercano a encontrar la forma de abrir la vasija y ver el contenido. De pronto, el aire se paralizó dentro de la mansión y Esapón observó como la tinta del sello se iba evaporando delante de sus ojos. Cuando se percató que la tinta había desaparecido por completo, despegó el sello, que cedió sin dificultades ante el frenesí de Esapón. La vasija entonces se comenzó a calentar y justo cuando logró destaparla, se le escurrió de las manos. Esapón estaba consciente de que algo iba a suceder en ese momento, imaginó al emperador furioso por haber abierto la vasija y sobre todo por romperla, pero no le importó demasiado, ya que un pequeño pero macabro ente había salido de los restos de la vasija. El ente entonces rodeó a Esapón y entró dentro de su mente.

El ente indagó por todos lados dentro de los pensamientos de Esapón, hasta que cansado, le preguntó -“¿Qué es eso que más deseas?” -Y Esapón contestó -“Lo que más deseo es la fortuna, fortuna que se me ha negado desde siempre”. -“¿Quisieras tener grandes banquetes y fiestas en las que comas los mejores manjares que pueden existir?” -“No me interesa la comida” -“¿No querrás mejor a las más hermosas mujeres dispuestas a satisfacerte siempre que lo desees?” -“Puedo tener a la chica que yo quiera, no me falta eso” -“¿Desearías descansar por siempre sin necesidad de trabajar en tu vida y que el cansancio sea solamente un divertimento para ti?” -“No, el trabajo me hace olvidar mi carencia” -“¿Deseas entonces ser el hombre más famoso de la tierra y tener el reconocimiento de todos?”

Las preguntas que en un inicio eran desdeñadas fácilmente por Esapón, comenzaron a tentarlo poco a poco. Cada pregunta era más difícil de resistir que la anterior.

-“N...no, no es lo que más deseo aunque estoy seguro que en cuanto consiga lo que quiero, vendrá solo”. -“Así que quieres poder hahaha”. -“... Esto, no, no quiero poder, pero... ¡Olvídalo! No es lo que más quiero”. -“Y qué tal si lo que quieres es riqueza ¿Es eso, verdad?” -“No... no es rique... bueno sí, pero es que yo...” -“¡Ah! Te lo dije. Conmigo puedes tener cualquier tipo de riqueza que quieras, no te limites, te daré la material, la intelectual o la que tú quieras, se que quieres algo ¿Qué es lo que quieres? ¿Un gran castillo? ¿El imperio de Plateada? ¿Castigo a los que...” -“Quiero... quiero... creo... un millar...” -“¿Un millar de qué? Dímelo y será tuyo” -“Quiero...” -“Los hombres siempre quieren oro”.

La codicia en el corazón de Esapón salió a flote. De alguna manera el demonio consiguió hacer que Esapón cayera tentado y lo atrapó, en realidad el ente no deseaba hacerle ningún bien, sino encontrar la manera de que su alma, reanimara el resto de su poder. Este ente lo que quería era un tonto que lo liberara y lo había encontrado. Esapón era su tonto.

-“Sí... ¡Sí! ¡¡¡Sí!!! Es lo que quiero, quiero un millar de monedas de oro ¡¿Qué esperas?! ¡Dame mi oro!” -“Como tú desees”. -El demonio entonces salió de la mente de Esapón mientras le arrebataba el alma. Un alma era suficiente

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