Maestros Columna

En los últimos meses se ha escuchado mucho hablar de los maestros, ¡Sí! De esos que “secuestraron el zócalo capitalino, esos que nos quitaron nuestro derecho al libre tránsito, por ejercer, su supuesto derecho a manifestarse, a mostrar y manifestar su inconformidad sobre la reforma educativa, sin importarles antes otra opinión que no fuera la propia.

Lo triste aquí es que la gran mayoría no sabía que hacia ahí, no sabía porque peleaba, solo estaba porque el compañero lo llevo, yo, puedo decir que fui testigo de esta situación, diario salía del sistema colectivo metro, estación zócalo, y me veía obligada a caminar por su “campamento” –que para ser honesta parecía más un laberinto sin fin- para poder llegar a mi diplomado, y bueno, vi como a las 4pm muchos de los que estaba ahí “peleando” por la causa, iban despertando, leía sus pancartas con errores ortográficos que daban miedo, y cada día me preguntaba, ¿de verdad estos son los que educan a nuestro país? ¡Qué barbaridad!, es impresionante como un grupo –los líderes sindicales para ser precisa- mueven a la masa, quitándoles identidad, e inyectándoles pensamientos, que podría apostar están muy diferentes a los de ellos mismos.

Me ponía a pensar, ellos están aquí cómodamente tomando la siesta, ¿y cuantos niños están sin clases?¿si educación?... pero eso ¿acaso importa?, México tristemente es un país que no invierte –y dudo que algún día lo haga- en su educación, invierten más en las novelas, en las academias, en los conciertos en el zócalo, las playas artificiales, y diez mil pendejadas más, para mantener al pueblo idiotizado, con todo este tema, me puse a pensar, que recuerdas de tus profesores de primaria, aquellos que son la base de tu desarrollo aquellos que se encargaron de formarte como ser “pensante” libre, los que te presentaron la historia, y bueno, creo que no fue grato lo que recordé.

Si bien es cierto la memoria es selectiva: registra mejor lo anómalo, lo desconcertante. Lo esperable, en cambio, lo manda al olvido. Quizá por ello, de mis maestros guardo pocas enseñanzas. En cambio, recuerdo con detalle las barbaridades que también nos enseñaron, tratándolas de pasar por verdaderas. Por ejemplo mi profesor de segundo de primaria nos dijo que los rincones de las casas podían guardar sonidos por muchos años, y de repente esos sonidos se liberaban. De ahí era que pensáramos que en las casas había fantasmas, pero que los fantasmas no existían. Para demostrarlo, nos recomendó gritar en una botella y taparla; cuando la abriéramos podríamos oír de nuevo nuestro grito. Y ahí voy yo, a realizar el experimento en repetidas ocasiones, claro sin obtener éxito alguno, y pensé que yo lo hacía mal, hasta que, años después, vi que eso era una patraña.

Mi maestra de cuarto sí creía en los fantasmas, en el diablo y en los exorcismos. Muchas de sus clases se destinaron a resolver

...