Metodologia

De la múltiple utilización de la historia

El conocimiento histórico no sirve para resolver los problemas del presente; no nos inmuniza contra las atrocidades del pasado; no enseña nada; no evita nada; desde el punto de vista práctico vale un comino.

Los historiadores refieren con detalles ciertos acontecimientos para que la posteridad pueda aprovecharlos como ejemplos en idénticas circunstancias: Maquiavelo.

En la actualidad la especie cenicienta del genero histórico es la historia que admite muchos adjetivos: anecdótica, arqueológica, anticuaria, placera, pre científica, menuda, narrativa y romántica.

Aunque hay demasiadas excepciones, puede afirmarse que historia narrativa es igual a relato con pretensión artística, a expresiones llenas de colores, a vecindad de la literatura.

Podríamos culpar a villanos o mercachifles u opresores de la abundancia de historia narrativa en la presente época, pues no se puede negar que los escaparates de las librerías, los puestos de periódicos, las series televisivas, los cines y demás tretas de comercio y comunicación venden historia anticuaria a pasto, en cantidades industriales.

“La historia anticuaria impide la decisión en favor de lo que es nuevo, paraliza al hombre de acción, que siendo hombre de acción, se rebelaría siempre en contra de cualquier cosa de piedad” Nietzsche.

Izquierdas y derechas, y en definitiva todos los encopetados y pudientes, lo mismo revolucionarios que reaccionarios, coinciden en ver en los anecdotarios históricos un freno para la acción fecunda y creadora, un adormecedor, una especie de opio.

Para el primer historiador la historia fue una especie de viaje por el tiempo que se hacía, al revés de los viajes por el espacio, con ojos y pies ajenos, pero que procuraba parecido deleite al viajar.

“El gusto de la historia se parece grandemente al que recibimos de viajar por el extranjero” Macauly.

Otra especie del genero histórico “trata de darse cuenta de cuan injusta es la existencia de una cosa, por ejemplo de un privilegio, de una casta, de una dinastía; y entonces se considera según Nietzsche, el pretérito de esta cosa bajo el ángulo crítico, se atacan sus raíces con el cuchillo, se atropellan despiadadamente todos los respetos”.

Si la historia anticuada se asemeja a romances y corridos, la historia crítica parece medio hermana de la novela policial; descubre cadáveres y persigue delincuentes.

La historia critica se trata pues de una historia, que como la anticuaria, se bien no adicta a sucesos muy remotos, se dirige al corazón aunque únicamente sea para inyectarle rencor a ponerlo en ascuas.

Si la historia anticuaria suele ser la lectura preferida en periodos posrevolucionarios, la de denuncia florece en etapas prerrevolucionaria, o por obra de los revolucionarios.

Hoy no solo en México, sino en todo el mundo occidental, entre investigadores profesionales cunde el gusto por la historia crítica, por descubrir la villanía que se agazapa detrás de las grandes instituciones de la sociedad capitalista.

A esta tipo de sabiduría histórica que se complace en lo feo del pasado inmediato se le atribuye una función corrosiva.

Cuando se llega a sentir que el pasado pesa, se procura romper con él, se trata de evitar que sobreviva o que regrese.

A si como hay una historia que nos ata al pasado hay otra que nos desata de él. Este es el saber histórico disruptivo, revolucionario, liberador, rencoroso.

La historia critica podría llamarse con toda justicia conocimiento activo del pasado, saber que se traduce muy fácilmente en acción destructora.

Si desde los primeros tiempos -escribe Diderot- la historiografía hubiese tomado por los cabellos y arrastrado a los tiranos civiles y religiosos, no creo que estos hubiesen aprendido a ser mejores, pero habrían sido más detestados y sus desdichados súbditos

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