Moda Y Estilo
dianakm5 de Junio de 2014
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Vestuario: se trata de la expresión verbal de la vestimenta, vestimenta como comunicación.
MODA Y ESTILO A PARTIR DE UNA FRASE DE WALTER BENJAMIN
Por Oscar Steimberg
There is a tendency to mix up fashion and style in discussions on the current period style, springing from the fleeting and fragmentary character of mediatic texts and the multiplicity of revivals, mixtures and returns of genre. In this paper we intend to differentiate both operating modes, starting from a proposition of Walter Benjamin's where fashion is acknowledged as an expresion of basic fractures in different stages of culture.
Moda y estilo tienden a confundirse en debates sobre el actual estilo de época, debido a la fugacidad y fragmentariedad de una parte de los textos mediáticos y a la multiplicidad de los revivals y las mezclas y retornos de género. Se intenta en este trabajo diferenciar ambas operatorias, a partir de la discusión de una proposición de Walter Benjamin en la que se reconoce a la moda como expresión de fracturas fundacionales en distintas etapas de la cultura.
“La moda es un salto de tigre al pasado”
Walter Benjamin
Obviamente esta frase de Walter Benjamin no podría ser una frase de nuestro tiempo; quién se atrevería, hoy, a reflexionar tan aguerridamente acerca del espacio de prácticas sociales que tantos ensayistas consideran síntoma de la frivolidad, de este estilo de época y correlato de la muerte del pensar, el crear y el creer.
Algunos recordarán la frase en su contexto: un libro, Angelus Novus, y en él un artículo, “Tesis de filosofía de la historia”, escrito en tiempos del avance fascista, y donde se buscaban las razones del fracaso de las concepciones de progreso que se le habían opuesto.[1] Concepciones que Benjamin impugnaba, por considerarlas inseparables de la idea dogmática de que el proceso histórico avanza a través de un tiempo homogéneo y vacío. A esas concepciones oponía la de un materialismo reconocedor de la imprevisible complejidad del ahora-tiempo, desde la que se debía partir para “hacer saltar el continuum de la historia” . El sujeto de ese trabajo de reconocimiento y confrontación no podría dejar de mirar atrás, pero tampoco de hacerlo combativamente: “todo el patrimonio cultural que él abarca con la mirada tiene irremisiblemente un origen en el cual no puede pensar sin horror (...) No existe documento de cultura que no sea a la vez documento de barbarie”. La historia, rechazada la homogeneidad del concepto de “historia universal” y la creencia en la fatalidad de la flecha del progreso, sería objeto de una construcción signada por el “tiempo actual”. Y entre lo que puede sorprender, aun hoy, del texto de Benjamin está el lugar que concede a la moda en esos procesos y fracturas de la continuidad histórica.
1. Acto y conciencia en la operatoria de la moda.
En su exposición la moda empieza por ser sólo término de comparación: “La Revolución Francesa repetía a la antigua Roma tal como la moda a veces resucita una vestimenta de otros tiempos”. Pero después es definida como manifestación de una operatoria que insiste en diferentes tiempos y estadios sociales: “La moda es un salto de tigre al pasado. Pero este salto se produce en un terreno donde manda la clase dominante. El mismo salto, bajo el cielo libre de la historia, es el salto dialéctico, en el sentido en que Marx comprendió la revolución” [2]. Y ese salto no se describe, en el texto de Benjamin, solamente como el resultado de un trabajo de la conciencia, que parece entrar y salir del proceso histórico en todos sus momentos.
Benjamin relata “un episodio de la Revolución de Julio en el que se afirmó dicha conciencia”. Pero la relación que surge en su relato entre conciencia y episodio es fascinantemente paradójica: habiendo ocurrido que, al fin de la primera jornada del levantamiento, en muchos lugares de Paris se disparara contra los relojes de las torres, el episodio es recogido por un testigo ocular que, según la insoslayable conjetura benjaminiana, “debe acaso su adivinación a la rima”. El testigo había escrito en verso, y se reproduce en el artículo un vibrante terceto escrito en el metro clásico del soneto de lengua francesa[3]. Podríamos decir: el ejercicio de una retórica fijada había habilitado al testigo para la superación de las repeticiones de su observación política conciente; fue en un acto poético que se desplegó su percepción de la ruptura histórica. Acompañando el oscuro simbolismo del fuego abierto contra los relojes de la ciudad, su “voluntad de hacer saltar el continuum histórico” había operado a través de un juego metafórico-metonímico según el cual se pudo “parar el día” matando al tiempo en su dispositivo de registro.
2. El revival como conflicto.
La recuperación de la antigua Roma por la Revolución Francesa “tal como la moda a veces resucita una vestimenta de otros tiempos” (W.B.) es acompañada, así, por actos inscriptos, también, en una poética clásica, pero configurados en escenas de un antihistoricismo radical. ¿Y si la poética de todo revival uniera un salto al pasado con un conflicto irresoluble centrado en el mismo objeto y, por eso, con la fiera resolución de hacer de su objeto otra cosa? Argan lo propuso al describir el procedimiento revivalista en términos de una articulación entre la recuperación crítica de una construcción del pasado y una rebelión motivada por requerimientos del presente: se convoca un momento del pasado para cerrar su ciclo desde una cita que ocupa la escena con su propio dispositivo artístico, nunca idéntico al que sería su modelo, y siempre contradictorio con él[4]
Tanto en Benjamin, con su indagación de una agónica poética revolucionaria, como en Argan, con su exposición avant la lettre de la angustia de las influencias en un ámbito más amplio que el de la literatura, pueden encontrarse los modos de no caer en la tentación de ver la cita sólo como obediencia a la autoridad de las fuentes, o el revival sólo como fuga del presente, modos, ambos, de cerrarse a la percepción del momento de la negatividad productiva.[5]
Tentación que hemos visto enseñorearse de buena parte de las críticas de los componentes de fragmentación, descontextualización, mezcla, cita o parodia de lo que se ha entendido como estilo de la posmodernidad. Benjamin puede ayudarnos, también, a no caer en el extremo, opuesto, de la deificación de la novedad poético-mediática (extremo por otra parte poco transitado, si comparamos su vigencia con la del opuesto). Su recorrido de rupturas y arcaísmos de un período revolucionario no se constituye como el registro de avances unívocos y lucideces armoniosas.[6]
Tal vez algunos textos de Dorfles puedan emplazarse en un polo opuesto, o en un espacio conceptual complementario, si se los toma como señalamientos abiertos: en su descripción de las relaciones entre estilo y moda elige centrarse en el surgimiento de “afinidades electivas” entre épocas y períodos históricos. No aparece en sus observaciones el componente de fragmentación, distancia o ironía con que la moda arranca del relato histórico o del olvido la norma estilística recuperada, sin respetar los sentidos generales de su circulación de época. Lo que Dorfles advierte, sí, tempranamente (el texto es de 1970), es el acercamiento de una producción artística y mediática contemporánea (la que circunscribe es, ya, de nuestra época) a los dispositivos de la moda en lo que respecta a sus componentes de provisoriedad declarada.[7]
3. Moda/estilo: las insistencias de una oposición.
El carácter fugaz, diverso y fragmentario del presente estilo de época está en el origen de la posibilidad de su confusión con fenómenos de moda. Diferenciar estilo y moda es, en momentos como éste, una empresa más difícil que en otros. Pero en una comparación entre ambos modos de la emergencia de marcas temporales en la producción y la circulación cultural se puede señalar, al menos, la insistencia de algunos rasgos:
-La moda no sólo es fugaz; además se presenta como tal (del año, de la temporada), mientras que el estilo promete eternidades, además de extenderse en un tiempo que permite la insistencia de modos de hacer complejos, que se configuran por agregación.
-La extensión de la vigencia temporal del estilo se articula con el aprendizaje social de configuraciones complejas de elementos comunicativos, que en la moda permanecen, durante su momento de vigencia, en la zona inestable de la presuposición o de los secretos de una operatoria individual.
-El estilo no se despliega en un solo soporte, ni en un solo registro, como pueden hacerlo las modas o, también, los géneros de la comunicación.[8] El metadiscurso del estilo nunca lo anuncia como sólo un momento de la ropa o la decoración, o como únicamente un repertorio temático o lexical en la conversación, o como sólo un tipo de vivienda o de equipamiento.
-La relación del estilo con las modas que lo habitan y despliegan es del orden de la de lo general con lo particular, como la del tema con respecto al motivo.[9]
-Hay, en el estilo, una dimensión metadiscursiva que recorre soportes, medios y lenguajes.
-Como parte de sus rasgos diferenciales, cada estilo contiene un repertorio de dispositivos enunciativos con característicos efectos de atenuación o énfasis, ocultamiento o manifestación en relación con hábitos y valores de su período de vigencia.[10] Sobre esos dispositivos se deposita la fascinación o el rechazo cuando son percibidos desde otro estilo de época, o desde los resabios de uno anterior.
4. La incómoda vacancia de sentido de los fenómenos de
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