ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Modelo De Disposicion Fiscal

acrotta6 de Diciembre de 2013

3.315 Palabras (14 Páginas)430 Visitas

Página 1 de 14

La universidad latinoamericana sigue por hacerse

por Marianela Lafuente, Carlos Genatios

En América Latina, a la zaga en el desarrollo, siempre intentando copiar modelos exitosos de las potencias, y en la búsqueda de cerrar brechas, la historia de la modernización de las universidades muestra políticas que fracasaron en implantar y llevar a la práctica principios y modelos que se revelaron imposibles, porque no se correspondían con el nivel de nuestras fuerzas y capacidades sociales y productivas. El concepto que parece más adecuado sobre los principios a seguir es el que conjuga niveles de excelencia y eficiencia en la formación de los profesionales necesarios para atender las necesidades presentes y previsibles para el desarrollo del país; en las actividades de investigación y generación de conocimientos y en respuestas concretas a las demandas del entorno, tanto a nivel nacional como regional, con estrategias de inserción en la economía global.

Archivos | Caracas (Venezuela) | 13 de agosto de 2004

+

JPEG - 14.9 KB

Orígenes europeos de la universidad latinoamericana

En América Latina, las universidades se crearon desde la conquista. En 1538 se establece la primera, en Santo Domingo. En 1551, las de Lima y México. En 1636, cuando apenas se fundaba Harvard, ya había 13 universidades en la región, y llegaron a 31 cuando se produjo la independencia. Estas instituciones reflejaban el modelo medieval europeo, y se asociaban con los poderes de la realeza y de la iglesia. Con la Independencia, se introduce una nueva idea de universidad, acorde con el surgimiento de las nuevas repúblicas, y con la misión de promover la educación, formar profesionales y desarrollar disciplinas académicas. Con esta visión, en 1827, se reestructura la Universidad Central de Venezuela, a partir de la antigua Universidad de Caracas, creada en 1721, la cual ya gozaba de autonomía desde 1781, cuando, por Real Cédula de Carlos IV, fue autorizada a dictar sus propios reglamentos y a elegir su rector.

Las universidades latinoamericanas se caracterizaron por el predominio de escuelas profesionales: en derecho, medicina, ingeniería, y de las academias militares. El modelo imitaba el concepto napoleónico del siglo XIX, según el cual, la enseñanza profesional se separaba de los centros de generación del conocimiento, exclusivamente académicos y científicos.

Frente a este modelo, otra concepción se originó en Alemania, con la emergencia de la “universidad de investigación”, donde la enseñanza se combinó con la generación del conocimientos y la ciencia.

Esta "revolución académica" se consolidó en Europa en el siglo XIX y luego en EE.UU, con el auge de las tecnologías y el desarrollo de nuevas dinámicas económicas, cuya base era, y continúa siendo hasta hoy, la asociación directa del conocimiento con su aplicación práctica. En el siglo XX, la investigación científica y tecnológica en los países desarrollados terminó por ligarse directamente con el crecimiento económico. El modelo universitario moderno consideró, a partir de allí, que la generación, transmisión y aplicación de conocimientos eran actividades inseparables, lo cual respondía, en realidad, a una dinámica económica que lo fundamentaba. El proceso endógeno de producción de conocimientos en las universidades y centros de investigación de los países desarrollados, respondió y fue alimentado por las demandas del crecimiento económico y social de estos países. En el siglo XXI, con el advenimiento de nuevos paradigmas de producción, caracterizados por la globalización de la economía y del paso hacia la “sociedad del conocimiento”, los modelos universitarios de países desarrollados se consolidan en esa dirección. La tendencia es pasar de la “universidad de investigación” a la “universidad empresarial”, con una orientación aún más acentuada a responder al mercado, a necesidades del sector productivo, obtener financiamiento de las empresas, y contribuir con el crecimiento económico.

Universidades en América latina

En América Latina, a la zaga en el desarrollo, siempre intentando copiar modelos exitosos de las potencias, y en la búsqueda hasta ahora infructuosa de cerrar brechas, la historia del proceso de modernización de las universidades muestra las evidentes contradicciones de políticas que fracasaron en el intento de implantar y llevar a la práctica principios y modelos que se revelaron imposibles, porque no se correspondían con el nivel de nuestras fuerzas y capacidades sociales y productivas.

La universidad “republicana”, a partir de la Independencia, buscó democratizar la educación, bajo los principios de humanismo e igualdad europeos. Pero la intención de profesionalizar la población en países como Venezuela, que no contaban, como era el caso de Francia, con un mínimo de masa burguesa capaz de acceder a la educación superior, y donde no existía un proceso de industrialización, ni una demanda real que justificara este esfuerzo, resultó en la formación de universidades que sólo atendían a una élite, una minoría privilegiada, siempre de cara a Europa y los centros de desarrollo. Esto contribuyó con el desarrollo de un proceso de exclusión y dominación que comenzó con la conquista, y con las brechas de desigualdad social y distribución de la riqueza que se abren cada vez más dentro de nuestros países de América Latina, el continente más desigual del mundo. De esta manera, la gesta independentista se acompañó del ideal, también romántico, de modernizar las universidades según un modelo europeo que no podía funcionar de manera directa en el contexto de nuestras sociedades.

Revisando la historia, se hace evidente que las universidades latinoamericanas del siglo XIX en regiones excluidas de la revolución industrial, no se enfocaron en las funciones de investigación y generación de conocimientos, sino que privilegiaron la enseñanza y formación de profesionales, siguiendo modelos franceses napoleónicos que no respondían a las necesidades de las repúblicas nacientes.

El siglo XX y las reformas

Las tensiones fueron creciendo en Latinoamérica cuando las contradicciones se agudizaron y se hizo evidente que la universidad republicana no había logrado romper realmente con los modelos coloniales. El resultado, a principios del siglo XX, fue otro intento de modernización, hacia una democratización, supuestamente más verdadera, de las estructuras universitarias.

El movimiento de reforma universitaria comenzó en Argentina, con protestas estudiantiles que denunciaban la permanencia de estructuras clasistas y oligarcas en instituciones que no respondían a los procesos de modernización social que vivía el país, y se extendió rápidamente en toda la región. A partir de 1920 el reformismo se manifestó en Chile, Uruguay, Colombia, Guatemala, Ecuador, Bolivia, El Salvador, Cuba, Paraguay, y en México, donde en 1929 es aprobada una ley orgánica que establece la participación de toda la comunidad en el gobierno universitario. El movimiento alcanza también a Puerto Rico y Centroamérica. En Venezuela, el movimiento de 1928 fue reprimido por la dictadura de Gómez, así como fueron reprimidas las luchas sindicales, las denuncias contra el imperialismo, los reclamos democratizadores, y la organización de movimientos políticos de izquierda.

Las reformas del siglo XX tampoco apuntaron al rol de las universidades en la producción del conocimiento y su función social. No se centraron en la creciente importancia de la ciencia para el cambio técnico-productivo, ni en la necesidad de cambiar los modelos económicos dependientes y progresar hacia la industrialización.

En fin de cuentas, los conflictivos movimientos reformistas del siglo XX sólo llegaron a resultados reales en el plano político. Las ideas de autonomía universitaria y cogestión, banderas de estos movimientos, se supusieron principios necesarios para convertir a las universidades en motores eficientes de la democratización social y cultural, y del desarrollo. Evidentemente, estos cambios no fueron suficientes. Las desigualdades sociales crecieron en nuestros países. El acceso al conocimiento aún dista de ser equitativo. El principal logro concreto obtenido por las reformas, fue, aparentemente, el de incorporar la representación estudiantil a los organismos de gobierno universitario. También, con la autonomía, las universidades latinoamericanas se convirtieron en centros de denuncias, luchas políticas y protestas contra el orden social imperante. Pero, lamentablemente, sin mayores avances concretos en la transformación de nuestra realidad económica y social. Por otro lado, no han dejado de ser espacios de análisis y crítica política.

¿Objetivos de la universidad latinoamericana?

A partir de esta somera revisión histórica, parece evidente que hemos fallado en la definición. ¿Qué es y para qué sirve una universidad en Latinoamérica, a quién se dirigen sus servicios, cuáles son sus funciones y cómo se evalúa su funcionamiento?

El concepto que parece más adecuado para definir lo que debería ser actualmente una universidad latinoamericana, es el que conjuga, en una institución, niveles de excelencia y eficiencia (evaluados en resultados concretos), en tres direcciones fundamentales: en la formación de los profesionales demandados para atender las necesidades presentes y previsibles para el desarrollo del país; en las actividades de investigación y generación de conocimientos (desarrollo de conocimiento relativo a valores culturales, científicos

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (23 Kb)
Leer 13 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com