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Modernidad Liquida

HildaLuna4 de Enero de 2013

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La formación del maestro mexicano tiene sus antecedentes en las instituciones educativas de los pueblos prehispánicos, en todos ellos había ceremonias, rituales periódicos, por medio de los cuales la familia y la comunidad cumplían la función de ofrecer las noticias culturales de carácter general a las nuevas generaciones; incorporar los a las costumbres y tradiciones y capacitarlos para que de acuerdo con la edad, fueran participando en la productividad colectiva, en el campo, en el hogar y en los incipientes talleres artesanales. Hogar y familia constituían las instituciones de educación popular a las que se sumaba el Tlapixcatzin o predicador, que en los barrios y en los tianguis enseñaba y hacía practicar los cantos litúrgicos y didácticos, así como las leyendas y cuentos populares.

La educación para las clases sociales de los aztecas, nobles, guerreros y sacerdotes, se impartía en el Calmecac y el Tepochcalli, así como instituciones semejantes entre los, mayas, tlaxcaltecas, tarascos y demás culturas de

Mesoamérica, donde además se formaban los maestros de las propias instituciones, que seleccionaban entre los más destacados guerreros y sacerdotes preparados por ellos mismos.

La educación prehispánica cumplía la función que distingue al normalismo actual, desde luego, conforme a los objetivos, ideales y proyectos del estado social prehispánico, se encauzaba la formación hacia los valores permanentes en su estructura social y, en el caso de los pueblos referidos del gran lago, Se inculcaba respeto y adhesión al proyecto imperial de la Triple Alianza integrada por Tlacopan - Texcoco - Tenochtitlan.

Dos instituciones tenían a su cargo la educación en los’ pueblos prehispánicos el Calmecac, al que iban los hijos de los nobles y el Tepochcalli donde estudiaban los hijos de la clase media o macehuales; en el Calmecac donde predominaba la formación religiosa los jóvenes se educaban estudiando tres grados de 5 años cada uno, en el primero se graduaban como clamacasto (monaguillo); en

el segundo como tlamecaztli (diácono); el tercer grado correspondía a los maestros sacerdotes y eran pocos los que alcanzaban el título de tlamalacac o sacerdote.

En el Tepochcalli se cursaban también tres grados y éstos se abocaban a preparar a los jóvenes para que jefaturaran y enseñaran las artes militares y la cultura a sus alumnos, había también 3 grados el primero de tlacach de instructor de alumnos recién ingresados, el segundo era el de tepuchcalto jefe de instructores y el último que también alcanzaban muy pocos era el de tlacatecatl que venía a ser director de un Tepochcalli.

El primer parteaguas histórico de Mesoamérica e Iberoamérica lo produce la Conquista y la Colonia, crisis que no es difícil superar para la educación; la organización y los sistemas de las instituciones, tenían gran similitud con las europeas, especialmente,’ las españolas. España y Mesoamérica poseían una estructura social oligárquica, autocrática y teocrática, de modo que los seminarios y los colegios, por su clasismo y su rígida disciplina, únicamente requirieron inducir en los indígenas la sustitución de divinidades, y de este modo, reemprender la educación con una inmensa carga religiosa y una adopción a los criterios y valores ajustados al Nuevo Imperio Español. Los maestros de la intelectualidad de la colonia surgieron de los seminarios y de los colegios como el de Tlatelolco, Texcoco, Morelia, San Ildefonso y el de Pátzcuaro entre otros.

La educación popular, aunque restringida para la enseñanza del castellano y algunos elementos sencillos de la cultura, se desarrolló como un instrumento de consolidación de la Conquista, la aceptación de la religión, fue instrumento y soporte del Estado Colonial.

Los primeros misioneros -que son los maestros de su época- venían al Nuevo Mundo con el espíritu crítico que había producido la reforma religiosa en Europa, introducen en el marco de éste el compromiso de servicio social; es notable la obra de Pedro de Gante, Vasco de

Quiroga y Fray Bartolomé de las Casas, entre otros, quienes no se limitan a impulsar una educación rudimentaria, pobre en contenido cultural, sino que se abocan a impulsar el aprendizaje de artes, oficios y técnicas de cultivo, a establecer centros. artesanales de producción, al mismo tiempo promueven el establecimiento de instituciones orientadas a preparar a la nobleza indígena y a los hijos de los señores principales, primero peninsulares y luego criollos de la Nueva España.

La decadencia del ideario y el modelo de los misioneros conduce a un estatismo cultural y educativo, los maestros son preparados en los seminarios, pero la gran mayoría son hombres con cierta cultura que se dedican a la enseñanza con la autorización del ayuntamiento. El estatismo se rompe cuando en la tercera parte del siglo XVIII, con el arribo de los Borbones al poder cobra impulso el liberalismo y se genera la reforma de la educación española, cuyos vientos llegan a la Nueva España para impulsar la creación de instituciones educativas de diversos niveles, laicas; independientes de la iglesia como la Escuela de Minería, el Jardín Botánico y la Escuela de las Vizcaínas, donde ya se anunciaba el movimiento de independencia.

Durante la colonia los maestros empíricos pagados por la clase acomodada crecieron de tal modo, que hubo de reglamentarse su ejercicio por medio de “La Ordenanza de los Maestros del Nobilísimo arte de leer, escribir y contar” del Virrey Gaspar de Zúñiga y Acevedo expedida en 1600 y en la que se establece que “la ciudad, justicia y regimiento nombrarán 2 maestros, los más expertos, para que visiten y examinen a los maestros de las escuelas y en caso de ser aprobados otorgarles carta de examen”, pero se negaba autorización a los indios, mulatos y negros y se debía de ser “Cristiano Viejo”. Entre tanto en las

“Escuelas de la Amiga”, había mujeres ancianas que impartían nociones muy elementales a sus alumnas.

En 1779 había en la Ciudad de México sólo 24 maestros de escuela examinados, en tanto que las “Escuelas de la Amiga” donde también había varones, era comparativamente enorme, pues en ellas no se requería el examen del ayuntamiento.

Hasta antes de 1780 los maestros estaban organizados en una congregación o gremio que era muy semejante a los gremios medievales y el ayuntamiento les había con- cedido autorización para someter a examen a los nuevos maestros, con lo cual éstos lograban su autorización para ejercer; se denominó Congregación de San Casiano, porque éste era su patrón. En 1780 desapareció la Congregación de San Casiano y su lugar lo ocupó el Colegio Académico del Noble Arte de Primeras Letras; esta institución agrupaba a todos los maestros, se proponía además de autorizar a los nuevos maestros: “comentar la trascendencia para el reino, la perfecta educación de la juventud en los rudimentos de la fe católica, en las reglas del bien obrar, en el ejercicio de las verdades y en el noble arte de leer, escribir y contar; cultivo a los hombres desde su infancia y en los primeros pasos de su inteligencia hasta que se proporcione para hacer progresos en las verdades, en las ciencias y en las artes”.

Al Colegio Académico pertenecen también los maestros llamados “leccionistas”, quienes impartían enseñanza a domicilio y eran sujetos de los mismos requisitos.

El segundo gran parteaguas histórico de nuestra nación,lo constituye La Revolución de Independencia, producto de los grandes cambios culturales que habrá de producir en Europa y el Nuevo Mundo el proceso de desarrollo del mercantilismo hacia la nueva cultura de la industrialización y en cuyo seno, el liberalismo sintetiza el conjunto de ideas que da lugar a un nuevo estado social que paulatinamente habrá de definirse como República Federal, Democrática y Popular.

A partir de la Independencia y como instrumento del liberalismo, en los valores e ideales de la Patria Republicana, Federal y Democrática se desarrollaron los institutos de ciencias y artes y las escuelas normales, en competencia con los seminarios y desde entonces estas instituciones han tenido a su cargo la delicada misión de recibir, perfeccionar, robustecer y transmitir la filosofía y la doctrina del estado democrático y la esencia de la cultura, al lado de los más altos valores históricos. El liberalismo se propone además de la conquista de las libertades, lograr la igualdad y la justicia, relacionadas con la distribución de la riqueza y de los bienes materiales, culturales o intelectuales, que la propia sociedad crea. Casi todo el siglo pasado y parte del presente, la Nación,orientó sus pasos hacia la búsqueda de su proyecto histórico y de su identidad nacional; las escuelas normales, hijas del liberalismo fueron las forjadoras de los cuadros intelectuales y ciudadanos activos que protagonizaron las luchas por su emancipación social y su progreso, en la justicia y en la democracia.

Cuando la República define su primer proyecto histórico republicano, pone en marcha un sistema educativo nacional capaz de llevar la doctrina fundamental del

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