Médico Y Seropositivo
yulianacespedes26 de Agosto de 2014
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La semana pasada publicamos tres testimonios como primeros argumentos humanos que complementan los argumentos científicos formulados en las entregas anteriores. El doctor Manuel Garrido reúne ambos tipos de argumentos desde el momento en que es médico y, al mismo tiempo, hace diez años que lleva la etiqueta de seropositivo. Es la primera persona que combina ambas condiciones y que las hace públicas desde un enfoque crítico.
Son particularmente significativos los datos que da respecto a la actitud de los médicos a los que ha transmitido los resultados de sus investigaciones. Parece que la mayoría de científicos de hoy en día se caracteriza por una actitud pasiva que les hace aceptar acríticamente no ya lo que llega por los canales jerárquicos sino por los mediáticos, convenientemente engrasados por las oficinas de relaciones públicas de las multinacionales farmacéuticas. Manuel Garrido Sotelo es un médico gallego de 43 años al que en junio de 1987 le pusieron la etiqueta de seropositivo. Ha vivido el tema sida desde dos ángulos complementarios, lo que le ha llevado al convencimiento de que la inmunodeficiencia adquirida obedece a diversas causas que nada tienen que ver con el VIH, y de que se trata de un problema solucionable desde el punto de vista médico. Pero si las soluciones continuasen silenciadas, no se podría acabar con el sida. De ahí su interés en que se rompa el silencio que rodea a los planteamientos críticos. Una forma de lograrlo es consiguiendo que científicos de distintos ámbitos pidan que tenga lugar una reevaluación de la hipótesis oficial VIH=SIDA. Fruto de su iniciativa personal es el «Grupo Científico-Médico Pro Replanteamiento del SIDA».
Un médico toma posición.
Manuel Garrido. Médico y seropositivo desde hace 10 años.
El especialista afirma no tener problemas serios de salud, a excepción de una anemia padecida en 1989, debido a la vida destructiva que llevó al ser etiquetado en 1987, y comenta que «de existir el virus, tendría que haberme matado hace años».
Gallego de 43 años, y «etiquetado» como seropositivo, Garrido opina que el síndrome no tiene nada que ver con el VIH.
Lluís Botinas/Barcelona.
Diario 16. ¿Cuál es su opinión acerca de la actual visión oficial sobre el sida?.
Manuel Garrido. Creo que las cosas se enfocaron mal desde el principio, atribuyendo un origen infeccioso común a una serie de problemas de tipo crónico, producidos por causas diferentes. Las intoxicaciones persistentes por ciertas drogas -heroína, cocaína, alcohol, etc.-, la desnutrición, las infecciones repetidas y/o graves, los problemas serios de hígado y riñón, las trasfusiones repetidas de sangre, los agentes que afectan a la médula ósea (donde se forman las células de la inmunidad), como son las radiaciones y los citostáticos (los fármacos utilizados contra el cáncer), el uso prolongado de ciertos medicamentos, como antibióticos y corticoides, etc., son factores generadores de inmunodeficiencia adquirida. Todos los mecionados figuran como tales en los textos de medicina.
La supuesta epidemia provocada por un supuesto virus mutante, el VIH, no es en realidad más que el incremento de los viejos factores conocidos que provocan inmunodeficiencia. En resumen, se han juntado un montón de problemas médicos, que poco tienen que ver entre sí, y los han pegado malamente bajo una causa común, el VIH, a base de introducir un montón de suposiciones que nadie ha probado.
¿Qué razones le llevaron a interesarse por los planteamientos de los científicos disidentes?.
Fue sobre todo mi propia condición de seropostivo. Otra razón fue el hecho de saber que había opiniones científicas discrepantes, sostenidas por científicos relevantes. Lo digo porque la práctica totalidad de mis colegas, incluso especialistas, no saben siquiera que existen visiones científicas muy autorizadas, diferentes de las que han venido oyendo. Una cosa muy importante, a propósito de estas condiciones discrepantes, es que no plantean nada que no haya sido dicho antes. Fue decisivo para mí el hecho de comprobar que estaban siendo censurados, boicoteados y desprestigiados por el establishment del sida.
Mi sorpresa inicial dio paso a la indignación. Aquella actitud, inaceptable en ciencia, junto a la propia coherencia de los argumentos críticos, comparados con los escasos y cambiantes, aunque siempre machaconamente repetidos, argumentos de los defensores de la hipótesis oficial, fue lo que terminó por convencerme. Es un hecho puro y simple que los expertos oficiales del sida, a pesar de su gran número y sus enormes medios, no son capaces de rebatirlos mediante argumentos y tienen que recurrir a la censura y a la represión.
¿Ha tenido problemas serios de salud?.
No, en absoluto, si exceptuamos una anemia que tuve en el 1989. Y ello es bastante extraño. Tras comunicárseme que era seropositivo, inicié una vida, que duró cinco años, que no tenía nada de saludable sino todo lo contrario, y que fue, como la de cualquier seropositivo, un auténtico infierno individual. Bebía mucho, me alimentaba fatal y era como si no tuviera ninguna motivación para vivir. De hecho, la anemia que tuve fue debida a una hemorragia digestiva producida por el alcohol. De existir ese virus, tendría que haberme matado hace años.
¿De qué cree que se muere la gente, entonces?.
He visto que entre los científicos críticos no hay una opinión unánime al respecto, si bien todos están de acuerdo en que el VIH no produce el sida. Probablemente, el sida, que es una mala redefinición moderna de un viejo problema, obedece a distintas causas combinadas. De hecho, se aprecia que la mayoría de la gente se recupera corrigiendo estas causas. Ahora bien, coges a una persona sana, le dices que es portadora y trasmisora de un virus mortal, le das una medicación que en realidad es inmunosupresora, como se explicará, y ya tienes de qué están muriendo muchas personas. Aunque no todas, en particular las que pronto rompen con esta rueda infernal.
¿Cómo respiran sus colegas médicos en relación a esta polémica?.
Existe una gran desinformación entre ellos. Sería raro lo contrario, pues las opiniones científicas discrepantes han venido siendo excluidas de la literatura científica médica habitual todos estos años, así como de los medios de comunicación. Los científicos críticos vienen siendo sistemáticamente excluidos de esos descomunales congresos internacionales sobre el sida. Por mi parte, he intentado durante los últimos años interesar en el tema a casi un centenar de colegas, facilitándoles trabajos fotocopiados de estos científicos. Ha sido un fracaso ya que, con raras excepciones, el desinterés es la tónica. Tuve que dejar de hacerlo, decepcionado, pues era una ruina económica.
Se supone que los médicos deberían ser los primeros interesados en estar informados sobre el tema.
Comprendería que no se concediera mayor importancia a lo que puede decir un médico del montón, como yo lo soy. Pero hay que tener en cuenta que estamos hablando de científicos de gran talla. Por ejemplo, de Peter Duesberg, considerado desde hace años una de las autoridades mundiales en el campo de los retrovirus y que había sido propuesto por las autoridades norteamericanas como candidato al Nobel hasta que en 1987 se atrevió a cuestionar el dogma VIH=SIDA. O de Kary Mullis, Nobel de Química del 1993 por descubrir la técnica más avanzada para detectar y multiplicar información genética en forma del ácido nucleico ADN del origen que sea, vírico o no. Podría seguir, pero sé que debo abreviar. Hay luego una cosa que está dando pie a la impunidad por parte de los especialistas a la hora de su malpráctica médica, y es que los médicos nunca han tenido unos pacientes tan avergonzados y sumisos como los llamados enfermos de sida, y sus propias familias no están nada inclinadas a querer saber de qué fallecen, si por un virus o por el tratamiento. Al final, el VIH carga con todas las culpas de lo que son tres elementos destructivos: un diagnóstico terrorífico que le quita a la gente su esperanza en el futuro, un pronóstico mortal que no tiene justificación y, sobre todo, unos tratamientos que en pocos meses enfermarían gravemente a cualquier sano y a los que es imposible sobrevivir a largo plazo.
¿Qué hay de los especialistas del sida?.
Tanto los especialistas de las unidades de seguimiento hospitalarias del sida como los Nájeras, Clotets y demás expertos oficiales, se han acostumbrado a que nadie cuestionara su trabajo. A pesar del hecho indudable de que no han conseguido una sola remisión clínica completa, en definitiva, ninguna curación de un enfermo de sida, han sido reverenciados, adulados y tratados como autoridades. Ellos llaman ciencia a lo que se publica en las revistas, y lo que se publica en las revistas está escrito por ellos, como muy perspicazmente ha señalado Mullis. Desde su punto de vista, comprendo que lo mejor que pueden hacer es seguir ignorando, censurando y desprestigiando a los científicos que no piensan como ellos, mientras sigan disponiendo, claro está, a su antojo de los medios de expresión públicos. Esto les está dando muy buen resultado por ahora, aunque no sea ni más ni menos que la táctica del avestruz.
¿Qué opina acerca de los tratamientos oficiales actuales?.
Si el sida es el debilitamiento, por las causas que sean, del organismo frente a las infecciones, un tratamiento que sea correcto debe corregir ese debilitamiento. Los tratamientos oficiales con «nucleósidos análogos» -AZT-Retrovir, ddI-Videx, ddC-Hivid, 3TC-Epivir, etc.- y con antibioticoterapias preventivas de larga duración, no sólo
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