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Obstaculos Para El Desarrollo De Una Empresa Exitosa En Venezuela

xiomerlys10 de Febrero de 2015

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Emprender, fracasar… y volver a empezar

Después de que un negocio eche el cierre, el temor al fracaso de nuevo es uno de los factores más importantes que frenan volver a emprender en España. Se trata de un elemento cultural arraigado en nuestra mentalidad a diferencia de la anglosajona que considera el fracaso como algo natural cuando se da comienzo a un negocio. La crisis, que se está llevando por delante tantos negocios viables por cuestiones tan incontrolables para el emprendedor como la falta de liquidez o la morosidad pública ha demostrado algo: los empresario se merecen una segunda oportunidad. Ya lo decía Séneca: debe admirarse a quien lo intente, aunque fracase.

Por Juan Inguanzo

“Qué nadie piense que emprender es un camino de rosas” sentencia el presidente de la Federación Nacional de Asociaciones de Trabajadores Autónomos (ATA), Lorenzo Amor. Más de la mitad de las empresas que se crean no superan los cinco primeros años de andadura. En concreto, el 80% de las pequeñas y medianas empresas fracasan antes de los cinco primeros años, y el 90% no llegan a los 10 años. ATA también maneja cifra alarmantes: el 50% de los nuevos autónomos que se dan de alta diariamente cierran antes de los tres años. El año pasado, las familias y las empresas que, ante la imposibilidad de hacer frente al pago de sus deudas, se declararon en concurso de acreedores crecieron un 27,1% respeto a 2011.

Con todo, la desaparición de empresas no es incompatible con el dinamismo económico. De hecho, en la mayor parte de los casos, la quiebra no es sino la consecuencia directa de la renovación de las empresas. Sin embargo, la opinión pública asocia a menudo la quiebra con la incapacidad personal o, en el peor de los casos, con el fraude. Ahora bien, sólo entre el 4 y el 6% de las quiebras son fraudulentas. Hay que pensar que muchas empresas hoy bien establecidas sólo existen porque sus fundadores no tiraron la toalla tras un primer fracaso. cierre de una actividad, también forma parte del ciclo emprendedor.

Seguridad Social, IVA, tasas… crear una empresa es costoso, tanto en términos económicos, como de tiempo y esfuerzo, pero, paradójicamente, el cierre puede ser tanto o más caro. Por desgracia la Administración y la legislación han creado toda una carrera de obstáculos para el emprendedor que quiere volver a intentarlo. Carlos Peña, socio del bufete de abogados CBS Albiñana & Suárez de Lezo reconoce que liquidar una empresa es muy caro, sobre todo si está en situación de concurso de acreedores dado que, en este caso, hay que pagar a liquidadores, abogados y notarios.

Así las cosas, no es extraño que más del 50% de la población española tiene miedo al fracaso, y la tasa de actividad emprendedora en España en el ámbito empresarial fue tan sólo del 5,1% en el 2010, mientras que el año anterior era del 7%, según un informe del GEM (Global Entreprenheurship Monitor), un estudio mundial realizado por instituciones académicas de 54 países. Y aún más, el 64,2% de los españoles que atravesaron una experiencia de fracaso no volvieron a intentarlo. Por otro lado, el GEM ha creado un indicador, al que denomina “Fear of failure rate”, que representa el porcentaje de personas con percepción de oportunidades positivas de negocios que permanecen pasivos por miedo al fracaso. En España, y a diferencia de nuestros vecinos europeos, y sobre todo de los países anglosajones, este indicador se ha disparado en los últimos años.

El estigma social del ‘fracasado’

Pero entonces, ¿por qué está tan mal visto el fracaso empresarial cuando la estadística demuestra que es lo habitual? Los expertos coinciden en que es un factor cultural. Según un estudio realizado entre universitarios catalanes por la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), a más de la mitad le gustaría crear una nueva empresa, pero dos terceras partes tiene miedo al fracaso, lo que puede servir de explicación a la baja creación de empresas en España. La tasa actual de emprendedores en España es del 5% y, de estos, el 64% de los que fracasan en un negocio no vuelve a intentarlo una segunda vez.

El temor al fracaso impide que numerosos proyectos vean la luz. En Europa, y muy especialmente en España, uno de los frenos más importantes para las iniciativas emprendedoras es el miedo. De ellos el más generalizado es el miedo a arriesgar la inversión económica. El emprendedor, señalan desde una gran organización de autónomos, “debe asumir que durante los primeros meses… a veces más de los que uno calcula inicialmente, habrá que aguantar con unos beneficios muy exiguos, y a veces inexistentes”.

“El drama no se encuentra en no alcanzar el éxito”, señala Jesús A. Mármol, en su obra ‘El poder transformador del fracaso’, sino en la “estigmatización social del fracaso”, añade. Sin embargo, en su opinión, “el ritual del fracaso” tiene un grave peligro para el emprendedor, y es, a causa de la estigmatización social, “dejarle atrapado en el camino”. Hay que controlar la frustración, y pensar que todas las empresas se encuentran con problemas y dificultades, incluso aquellas que, desde fuera, aparentan ser todo éxito. Fracasar no debería ser un estigma que acompañe al emprendedor durante toda su vida, un fracaso es, sencillamente, la cicatriz que le acompañará durante toda su vida, recordándole lo que no debe repetir.

La sabiduría del error

“Ahora me va muy bien, pero primero tuve que fracasar” dice un pequeño empresario que prefiere permanecer en el anonimato –demostrando ese estigma que pesa sobre el fracasado-. “Cuando fracasas, ganas una experiencia para futuros proyectos que nadie te puede enseñar en ningún sitio, ni en la mejor escuela de negocios del mundo”, añade. Emprender no significa acertar a la primera. Crear una empresa es una verdadera aventura en la que se sucederán los problemas, conflictos y complicaciones. Unos estarán previstos y calculados, otros habrá que ir sorteándolos sobre la marcha y algunos pueden llegar a ser mortales. El emprendedor debe saber adaptarse, buscar soluciones para cada problema, y sobre todo, ser capaces de aceptar el fracaso cuando esos problemas sean insalvables.

Cometer errores tiene un lado positivo importantísimo, y es lo que nos enseñan de cara al futuro. Tanto es así, que algunos expertos se atreven a decir que el “error es el mejor camino hacia el éxito”. El fracaso tan solo es una experiencia que nos permite adquirir un aprendizaje, y por tanto, forma parte de la naturaleza humana. Es un proceso de crecimiento personal y no un castigo por el que sentirse culpable y acomplejado. Como señala Jesús A. Mármol, “para los emprendedores, el fracaso no es más que un estado de desarrollo personal por el que deben pasar”. Lo cierto es que el error forma parte de cualquier actividad humana, pero muy especialmente de la actividad emprendedora. El secreto radica en analizar de dicho error (por qué se ha producido, que factores han intervenido, cómo se podría haber evitado, etc) para, en el futuro, aplicar las lecciones aprendidas. Eso es lo que se llama, sacar el lado de positivo del fracaso.

La cuestión es que esa experiencia de ‘fracasar’ se interpreta de muy diferente forma. “Dependiendo del ambiente cultural en el que se mueva un emprendedor, después de fracasar será, o bien una persona que está aprendiendo, o por el contrario, un inútil y una mancha en la sociedad”, señala Mármol. Esta última actitud, tan europea, sólo consigue amputar del individuo su capacidad emprendedora. Esta forma de pensar, bastante generalizada en España, supone uno de los frenos más importantes al impulso del emprendimiento en nuestra sociedad. La mitad de las personas que no consideran la segunda oportunidad, según el Instituto de Empresa, esgrimen como principal motivo el riesgo que entraña emprender, lo que pone de manifiesto la magnitud del temor al fracaso, tan arraigado en nuestra sociedad. Además, en España, fracasar, sale muy caro económicamente, lo que, unido al estigma hace que la persona que pasa por esta experiencia encuentra grandes dificultades para librarse del lastre del pasado y poder levantar de nuevo el vuelo. Para la cultura anglosajona, el concepto de ‘fracasar’ se interpreta de forma completamente diferente. En Estados Unidos “incluso se premia el fracaso cuando éste no es fruto de la incompetencia” apunta Álvaro Sancho, profesor de creación de empresas del IE Business School. “No es que en Estados Unidos se premie el fracaso”, puntualiza Mármol en ‘El poder transformador del fracaso’, “pero es cierto que allí se entiende como algo normal e incluso positivo”, siempre que se haya aprendido de la experiencia, porque la experiencia es un valor añadido. Allí, sólo es un fracasado el que no aprende de sus errores. En Estados Unidos, cuando un emprendedor presenta un proyecto de empresa innovador es importante avalar algún tropezón previo: la media es de 3’75 fracasos empresariales antes de lograr un triunfo. De hecho, es muy habitual ver en los currículos de los profesionales estadounidenses un apartado donde figuran los fracasos como parte del proceso de aprendizaje. En otros países con un elevado índice de emprendimiento, como Israel, Taiwan o Islandia, los fracasos en las edades tempranas de los nuevos negocios son muy comunes. Los fracasos en estos países, “funcionan como el tiro de las chimeneas: la aparición de los primeros fracasos succiona y estira la aparición de soluciones y éxitos”, dice Mármol.

Hay casos en los que un empresario alcanza el éxito

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