POLVOS Y COLORES EN LA PINTURA BARROCA ANDINA. NUEVAS APROXIMACIONES
Enviado por susana0912 • 30 de Octubre de 2014 • 3.285 Palabras (14 Páginas) • 277 Visitas
POLVOS Y COLORES EN LA PINTURA BARROCA ANDINA. NUEVAS APROXIMACIONES
Gabriela Siracusano
Los colores son “aventuras ideológicas en la historia material y
cultural de occidente”.
La bibliografía disponible hasta hace unos años aseguraba
que los artistas sudamericanos habían utilizado índigo o añil, cenizas
azules, azurita, caparrosa, prusia y ultramar o lapislázuli, para los azules;
génuli, jalde u oropimente, y azafrán de Roma o saffron, para los amarillos;
grana de México o magna, achiote, bermellón, minio, sangre de drago y
tierras rojas para los rojos; cardenillo o verdigris, coravari o chrysocolla y
tierras para los verdes; albayalde para los blancos y las luces; junto con los
ocres, tierras y el negro marfil para las sombras.
Entre los azules fueron registrados el
añil, la azurita, el prusia y el smalte, éste último jamás mencionado para la
paleta andina, sin observarse hasta el momento la presencia de azul de
ultramar o lapislázuli. Los rojos evidenciaron la utilización de lacas
carmínicas, bermellón, minio o azarcón y hematite, mientras que los verdes
resultaron estar hechos a base de cardenillo, malaquita y resinatos. En
cuanto a los amarillos, la presencia de jalde u oropimente es prácticamente
exclusiva, sin haberse hasta el momento registrado génuli, es decir amarillo
de plomo.6 A su vez, este procesamiento en clave histórica permitió ajustar
la utilización de algunos términos mencionados en la bibliografía que
podían llevar a errores como confundir el bermellón con el minio, o
posibilitó afirmar que las cenizas o polvos azules, azul de Santo Domingo y
la azurita son términos que definen el mismo pigmento. También favoreció
el conocimiento del uso de materiales codiciados como el carmín o el smalte
en zonas alejadas de los centros de producción artística, como es el caso del
taller de Pisarro en la puna jujeña, la corrección de datación de algunas
obras en las que se identificó azul de prusia – un ferrocianuro férrico
obtenido por síntesis artificial, creado por Diesbach en 1704 – , y la
reconstrucción de una amplia red de rutas de distribución y producción de
materiales, mediante la cual pudo identificarse un tráfico con diferentes e
inadvertidos puntos de salida y de llegada, como se dio en el caso del
smalte, oriundo de Sajonia e identificado en las obras de Pisarro y Holguín.
En una fuente americana del siglo XVII se lee:
“Pudren otras la carne, como lo hace la cal viva, el
oropimente, la sandáraca y la chrisócola. Son veneno el solimán, el
oropimente, la sandáraca y cal viva, porque corroen y pudren las
entrañas. Sonlo también el yeso, el albayalde y el talco calcinado,
porque cerrando las vías a los espíritus ahogan.”
Qué tipo de testimonio es éste? De dónde proviene el conocimiento
que su autor está dando cuenta en estas líneas? Quienes pueden haber
sido sus posibles lectores, interesados en tan precisos consejos? Un
químico, un experto en minerales, un farmacéutico, un restaurador o,
incluso, un actual seguidor de los misterios herméticos podrían hoy
reconocer estos términos, y todos hallarían elementos suficientes para
arrimar hipótesis plausibles respecto de su procedencia disciplinar. Así,
muchos de estos elementos podrían abundar en un manual de pintura
mencionados como pigmentos, en algún recetario de botica como
sustancias curativas o en un cuaderno de artes secretas en los cuidados a
seguir para obtener la transmutación de algún metal.
Estos datos parecen remitirnos a los vínculos entre dos campos
culturales que a través de la historia han contribuido a la formación y
construcción de una idea de “mundo”.15 Estos son el campo científico y el
campo artístico. Arte y ciencia aparecen ante una visión clásica como dos
actividades aparentemente disociadas, con reglas, métodos, y objetivos
disímiles, planteando dicotomías como las de conocimiento-intuición,
pensar-hacer, objetivo-subjetivo, razón-pasión, etc., que nos remite al
antiguo divorcio entre las ciencias y las humanidades. Sin embargo, un
estudio pormenorizado de esta concepción nos muestra que dichas
oposiciones, creadas por aquellos que se han dedicado a estudiar el
funcionamiento interno de ambos campos -entiéndase los historiadores de
la ciencia y los historiadores del arte-, pero también surgidas desde el seno
mismo de estas actividades para establecer y jerarquizar los límites de sus
respectivos quehaceres, no han hecho más que confundir y ocultar los
verdaderos lazos que las unen. Esto nos
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