Para el maestro de ayer, de hoy y de siempre

Para el maestro de ayer,

de hoy y de siempre.

El maestro del mañana será el que, sin abandonar la maravilla de su paradigma, que es enseñar, quiera hacer también que los demás aprendan.

Será el que, sin dejar a un lado su admirable vocación de servir, se escuche un poco menos a sí mismo y sepa escuchar los sueños y las vivencias de los otros, que también tienen su propia historia.

Será quien sepa hacer de tal manera significativo y valioso lo que enseña, que quienes aprendan quieran hacerlo suyo, como una parte esencial de su tejido significativo, para así entender el esplendente misterio que la vida es.

El maestro del futuro será el visionario que sepa encontrar alternativas que logren hacer del aprendizaje algo apetecible y enriquecedor, que se permita explorar todas las formas posibles que le hagan aproximarse a los demás y establecer con ellos los vínculos que sólo da el diálogo existencial, ése por el que se comparte la aventura magnífica del conocimiento; será el que no permitirá la obsolescencia en sus métodos de enseñanza le toque porque estará siempre preparado para todos los retos que el privilegio de ser maestro supone. Y eso no tiene qué ver nada con los años, ni con el lugar o la escuela donde se encuentre, sino con la conciencia de su propio valer y con la trascendencia de su misión.

El maestro del mañana tendrá que enseñar a pensar antes que enseñar conceptos y contenidos; tendrá que enseñar a procesar información más que a simplemente repetirla; tendrá que llevar de la mano a sus alumnos para que aprendan a aprender y sepan qué hacer con lo que saben, porque finalmente el conocimiento más sofisticado podrá ser encontrado en un disco compacto. Deberá tener la habilidad de ayudar a descubrir la fascinación que se encuentra en las ideas cuando son descubiertas por uno mismo. Por eso el maestro del futuro deberá conocer más de lo que sabe y educar más allá de lo que conoce. Deberá enseñar a vivir el asombro de la adquisición del simple conocimiento, por importante que parezca, porque éste podrá ser adquirido de mil otras formas, lo que jamás podrá hacerse con la sabiduría.

El maestro del futuro tendrá que aprender a usar nuevas herramientas que faciliten su quehacer, porque para entonces serán indispensables y no sólo convenientes. No tendrá miedo al pensar que pueda suplido por la tecnología, si entiende quién es dueño de quién; pero aprenderá a manejar todos los recursos que le permitan acercarse incluso a quien se encuentre lejos y hacer así que tenga sentido incluyente la búsqueda de conocimiento, ya que aun la técnica más sofisticada será el medio y nunca un fin en sí misma, y por ello únicamente le servirá para construir otros destinos a través de la conciencia personal

...