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Politica Nacionalista


Enviado por   •  23 de Junio de 2013  •  2.025 Palabras (9 Páginas)  •  223 Visitas

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Republica Bolivariana de Venezuela

Ministerio del Poder Popular para la Educación Superior

Aldea Bolivariana E.T.I. “Alejandro Hernández”

POLITICA NACIONALISTA

Juan Griego, 15 de Marzo de 2013

I. ORÍGENES HISTÓRICOS.

Desconocido hasta el siglo XVIII, el nacionalismo tiene en la revolución francesa y americana sus primeras manifestaciones. Se desarrolla como ideología política tras la revolución industrial, con el derrumbe de las viejas estructuras ligadas a la tradición y al mundo rural, por una parte, y ante la necesidad de legitimación que requieren los estados modernos, por otra. En este sentido, el nacionalismo, como conciencia de una nueva forma de organización social, es producto de las dinámicas de modernización económicas y sociales y, como tal, responde a la necesidad de crear un espacio público cohesionado, más allá de los lazos locales o de parentesco. Las definiciones tradicionales del nacionalismo como credo o doctrina política que relaciona nación y régimen político, o también, como defensor de la unidad entre la nación y el Estado, parecen indicar que primero existía la idea de nación, y el nacionalismo lo que busca es su conversión en Estado. Sin embargo, no existe una separación tan tajante entre ambas exigencias. Es el propio nacionalismo el que ha ayudado a conformar la nación como espacio común que busca su propia estructura política, y esto precisamente bajo la presión de un Estado que necesita una nueva legitimación.

El origen etimológico de la palabra nacionalismo que ahora vamos a analizar tenemos que decir que se encuentra en el latín. En concreto, está formada por dos partes diferenciadas como son nasci que significa “nacer” y el sufijo –ismo que equivale a “sistema, teoría, doctrina o tendencia”.

En su concepción tradicional, las naciones eran comunidades de procedencia, que estaban integradas geográficamente y que compartían una lengua común y costumbres y tradiciones comunes. Pero este concepto nada nos dice del grado de complejidad que puede alcanzar su estructuración política. El nacionalismo se apoya en un hecho antropológico básico, ligado a estos rasgos comunes compartidos: la necesidad humana de identificación, de pertenencia a un grupo social. Alcanzamos nuestra propia identidad porque compartimos con otros una forma de vida, un mundo común con un pasado, presente y futuro. Ahora bien, esta necesidad de identidad colectiva ha estado durante muchas épocas asegurada por otro tipo de estructuras sociales, por ejemplo, por la familia, la tribu o la religión. La fuerza del nacionalismo depende de su esfuerzo y habilidad por construir un sentimiento de identidad entre personas, al margen, o por encima de otras lealtades colectivas tradicionales. De ahí se sigue que la nación no es algo natural. Los lazos comunes existían, pero es el nacionalismo el que se encarga de unificarlos y convertirlos en un nuevo modelo de racionalidad política, de justificación del poder político.

Uno de los ejemplos más claros de esta construcción de una nueva forma política, lo constituye la Revolución Francesa de 1789. El Artículo III de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano decía: «El origen de toda soberanía reside esencialmente en la nación; ningún individuo o grupo de hombres está facultado para ejercer ninguna autoridad que no derive expresamente de ella». Este concepto republicano de nación hace referencia explícita a la soberanía popular, al consentimiento de todos, como nueva forma de legitimación del Estado. No es una comunidad de procedencia, sino un contrato, una nación de ciudadanos. Nación se entiende como un conjunto de individuos capaces de participar en la vida política común, es decir, personas gobernadas por la misma ley y representadas por la misma asamblea legislativa. No se trata necesariamente de una identidad cultural, sino de una identidad de derechos. Lo que define a la nación es el reconocimiento recíproco de estos derechos. En definitiva, nación como una asociación de ciudadanos libres e iguales, fundada en el contrato social.

Frente a este concepto de nación, y en parte como reacción a su cosmopolitismo, surge un concepto cultural, romántico, de nación, que pronto se incorporará al anterior. Las ideas del romanticismo alemán añadieron un nuevo carácter y fuerza al nacionalismo, intentando centrar todo su interés en el papel de la lengua, los lazos de sangre y el territorio. Ahora la nación tiene su propia y específica personalidad, un espíritu del pueblo que se refleja en su unidad lingüística, étnica y cultural. Los valores básicos no son la adhesión voluntaria sino la pertenencia, el arraigo. No es la identidad lo que se busca, sino la diferencia. Los derechos no van de los ciudadanos a la nación, sino viceversa, de la nación a los individuos, definidos por su origen común. Ambos conceptos de nación se mezclan en la actualidad, y definen el nacionalismo como político y cultural al mismo tiempo.

Según J. Breuilly, podemos definir el nacionalismo como un movimiento político que busca obtener o ejercer el poder del Estado, y que justifica sus acciones con argumentos del siguiente orden: existe una nación con un carácter explícito y peculiar, los intereses y valores de esa nación tienen prioridad sobre todos los demás intereses y valores, y esa nación debe ser todo lo independiente que sea posible, esto es, debe obtener su soberanía política.

La Sociedad de Naciones se encargó de dar el toque final a esta mezcla, al identificar nación y Estado, denominando naciones a todos los estados soberanos. Pero esta afirmación no debe hacernos olvidar que son conceptos diferentes, como muestra el hecho de que hay naciones sin Estado y Estados compuestos por varias nacionalidades.

Al igual que no debemos olvidar que la formación de los Estados nacionales se llevó a cabo, generalmente, al precio de la represión y exclusión de minorías nacionales. De esta forma, «al someter a las minorías a su administración central, el Estado nacional se pone a sí mismo en contradicción con las premisas de autodeterminación a las que él mismo apela» (Habermas).

POLÍTICA NACIONALISTA

El nacionalismo, como doctrina y como movimiento político, es uno de los

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