Prefacio.
mimaiauhInforme6 de Septiembre de 2013
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Prefacio
Hijo de padres brahmines, Jiddu Krishnamurti nació en 1895 en el sur de la India. Cuando Krishnamurti tenía catorce años, Annie Besant, presidenta de la Sociedad Teosófica, una organización internacional que ponía énfasis en la unidad de todas las religiones, lo proclamó el próximo Instructor del Mundo. Adoptó al muchacho y lo llevó a Inglaterra, donde fue educado y preparado para su rol futuro. En 1911, se formó una nueva organización mundial, con Krishnamurti como jefe de la misma; tenía el fin exclusivo de preparar a sus miembros para el advenimiento del Instructor del Mundo. En 1929, después de muchos años de cuestionarse a sí mismo y de cuestionar el destino que le habían impuesto, Krishnamurti disolvió esta organización, diciendo:
La Verdad es una tierra sin caminos, y no es posible acercarse a ella por ningún sendero, por ninguna religión, por ninguna secta. La Verdad, al ser ilimitada, incondicionada, absolutamente inabordable por ningún camino, no puede ser organizada, ni puede formarse organización alguna para conducir o forzar a la gente a lo largo de algún sendero particular. Mi único interés es hacer que los hombres sean absoluta, incondicionalmente libres.
Hasta el fin de su vida, a la edad de noventa años, Krishnamurti viajó por el mundo hablando como una persona privada. El rechazo de toda autoridad espiritual y psicológica, incluyendo la suya propia, constituye un tema fundamental. Es de interés prioritario la estructura social y cómo ésta condiciona al individuo. Sus pláticas y escritos ponen el acento en las barreras psicológicas que impiden la claridad de percepción. En el espejo de la relación, cada uno de nosotros llega a comprender el contenido de su propia conciencia, la cual es común a toda la humanidad. Esto podemos hacerlo, no analíticamente, sino directamente de una manera que Krishnamurti describe en detalle. Observando este contenido, descubrimos dentro de nosotros la división del observador y lo observado. Él señala que esta división, que impide la percepción directa, es la raíz del conflicto humano.
Su visión fundamental no vaciló después de 1929, pero durante el resto de su vida Krishnamurti se esforzó por hacer que su lenguaje fuera aun más simple y claro. En su exposición se advierte un desarrollo. Año tras año empleó, con matices diferentes, términos nuevos y nuevas maneras de abordar su enseñanza.
A causa del carácter global de esta enseñanza, las Obras Completas son de extraordinario interés. Dentro de sus pláticas de cada año, Krishnamurti no podía abarcar el campo completo de su visión, pero a lo largo de estos volúmenes pueden encontrarse extensas ampliaciones de temas particulares. En ellos echa los cimientos de muchos de los conceptos que usó en años posteriores.
Las Obras Completas contienen pláticas, discusiones, respuestas a preguntas específicas, y escritos desde el año 1933 hasta el año 1967 inclusive. Son un documento auténtico de sus enseñanzas, basado en transcripciones de registros literales taquigráficos y de grabaciones magnetofónicas.
La Krishnamurti Foundation de Norteamérica, un Trust benéfico con sede en California, tiene entre sus propósitos la publicación y distribución de libros, videocasetes, filmes y grabaciones magnetofónicas de Krishnamurti. La publicación de las Obras Completas es una de estas actividades.
Alpino, Italia, 1933
PRIMERA PLÁTICA EN ALPINO
Amigos:
Me gustaría que hicieran ustedes un descubrimiento vital, no un descubrimiento inducido por la descripción de otros. Si alguien les hubiera hablado, por ejemplo, del paisaje de aquí, vendrían con sus mentes ya dispuestas a causa de esa descripción, y entonces tal vez se sentirían decepcionados por la realidad. Nadie puede describir la realidad. Ustedes deben experimentarla, verla, percibir toda su atmósfera. Cuando ven su belleza y exquisitez, experimentan una jubilosa renovación, una reavivación interna.
Casi todas las personas que creen estar buscando la verdad, ya han dispuesto sus mentes para recibirla, estudiando las descripciones de aquello que están buscando. Cuando uno examina las religiones y las filosofías, encuentra que todas han tratado de describir la realidad; trataron de describir la verdad para su propio gobierno.
Ahora yo no voy a tratar de describir lo que para mí es la verdad, porque eso sería un intento imposible. Uno no puede describir ni comunicar a otro la plenitud de una experiencia. Cada cual debe vivirla por sí mismo.
Como la mayoría de la gente, ustedes han leído, han escuchado e imitado; han tratado de averiguar lo que otros han dicho acerca de la verdad y de Dios, acerca de la vida y la inmortalidad. De modo que tienen una representación mental, y ahora desean comparar esa representación con lo que voy a decir. O sea, que la mente de ustedes está buscando sólo descripciones; no tratan de descubrir nada nuevo, sino que sólo tratan de comparar. Pero dado que yo no intentaré describir la verdad porque la verdad no puede ser descrita-, es natural que la mente de ustedes llegue a confundirse.
Cuando sostenemos ante nosotros una imagen que tratamos de copiar, un ideal que tratamos de seguir, jamás podemos afrontar plenamente una experiencia; jamás somos sinceros, veraces, respecto de nosotros mismos y de nuestras propias acciones; siempre estamos proyectándonos con un ideal. Si de verdad sondearan ustedes sus mentes y sus corazones, descubrirían que vienen aquí para obtener algo nuevo: una idea nueva, una nueva sensación, una nueva explicación de la vida, a fin de poder moldear, de acuerdo con eso, sus propias vidas. Por lo tanto, en realidad vienen en busca de una explicación satisfactoria. No han venido con una actitud de frescura, de modo que, mediante la propia percepción, la propia intensidad, sean capaces de descubrir el júbilo natural de la acción espontánea. La mayoría de ustedes está buscando una explicación descriptiva de la verdad, pensando que si pudieran descubrir qué es la verdad, podrían moldear sus vidas conforme a esa luz eterna.
Si ése es el motivo de su búsqueda, entonces ésa no es una búsqueda de la verdad. Es, más bien, una búsqueda de consuelo, de bienestar; no es sino un intento de evadir los innumerables conflictos y luchas que deben afrontar todos los días.
El impulso de buscar la verdad nace desde el sufrimiento; en el sufrimiento radica la causa de la insistente investigación y búsqueda de la verdad. Sin embargo, cuando ustedes sufren como de hecho sufre todo el mundo-, lo que buscan es un remedio y alivio inmediatos. Cuando sienten un momentáneo dolor físico, para aminorar el sufrimiento obtienen una momentánea angustia mental o emocional, tratan de obtener consuelo e imaginan que la búsqueda de la verdad es una manera de encontrar alivio al pesar que experimentan. De ese modo, están procurando continuamente una compensación para sus dificultades, una compensación para el esfuerzo que se ven obligados a hacer. Eluden la causa principal del sufrimiento y, en consecuencia, viven una vida ilusoria.
Así que esas personas que siempre proclaman estar a la búsqueda de la verdad, de hecho la están perdiendo. Han encontrado que sus vidas son insuficientes, incompletas, carentes de amor, y piensan que tratando de obtener la verdad, encontrarán satisfacción y consuelo. Si ustedes se dijeran francamente que lo único que buscan es consuelo y compensación para las dificultades de la vida, serían capaces de abordar el problema inteligentemente. Pero en tanto pretendan para sí mismos que buscan algo más que mera compensación, no podrán ver las cosas con claridad. Lo primero que deben descubrir, pues, es si realmente y de manera fundamental, están buscando la verdad.
El hombre que busca la verdad no es un discípulo de la verdad. Supongamos que uno de ustedes me dice: “No he conocido el amor en mi vida; ha sido una vida pobre, una vida de aflicción continua; por lo tanto, busco la verdad a fin de lograr consuelo”. Entonces tengo que señalar que la búsqueda de consuelo es una completa ilusión. No hay tal cosa en la vida como consuelo y seguridad. Lo primero que hay que comprender es que debemos ser absolutamente francos.
Pero ustedes mismos no están seguros de lo que realmente desean: desean consuelo, alivio, compensación y, no obstante, al mismo tiempo desean algo que es infinitamente más grande que la compensación y el consuelo. Se hallan tan confundidos, que en un momento acuden a una autoridad que les ofrece compensación y consuelo, y al momento siguiente se vuelven hacia otra que les niega tal consuelo. Así, la vida de ustedes se convierte en una existencia refinada e hipócrita, una vida de confusión. Traten de descubrir lo que realmente piensan; no pretendan que piensan lo que ustedes creen que deben pensar. Entonces, si son conscientes, si están plenamente despiertos a lo que hacen, sabrán por sí mismos, sin analizarse, lo que realmente desean. Si son plenamente responsables en sus actos, sabrán, sin autoanálisis, lo que en realidad están buscando. Este proceso de descubrimiento no necesita un gran poder de voluntad, una gran fuerza, sino solamente el interés por descubrir lo que piensan, por descubrir si son realmente honestos o si están viviendo en la ilusión.
Hablando a grupos de oyentes en todo el mundo, encuentro que más y más personas parecen no comprender lo que digo, y eso ocurre porque llegan con ideas fijas; escuchan con su actitud predispuesta, sin tratar de descubrir qué es lo que tengo que decir, sino sólo esperando encontrar lo que secretamente desean. Es inútil decir: “Aquí hay un ideal nuevo
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