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Prostitucion Infantil


Enviado por   •  25 de Septiembre de 2013  •  1.847 Palabras (8 Páginas)  •  385 Visitas

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Niñas mujeres

Existen. Están ahí, son de carne y hueso, aunque no figuren en la estadística oficial. Aparecen cuando son requeridos, pero hay que saber buscarlos. Y los “conectes” hacen pagar el precio. Quieren que el cliente vaya, venga, espere, se tome una cerveza. Después de algunas horas, llega la recompensa. Aparece una niña o niño que acepta ir al hotel. Sí, la prostitución infantil existe, sólo es cuestión de apretar el resorte justo.

Existen personajes que conectan a los clientes con los menores. El negocio no se advierte a simple vista, pero se ejerce en hoteles y centros nocturnos. Un punto clave es la plaza de Los Mariachis. Cobran entre 80 y 150 pesos una salida de media hora. Le tienen terror a la policía y se disfrazan de “mujeres grandes” o de muchachos, para disimular la edad.

La plaza de los Mariachis, en Obregón y Licenciado Verdad, es un punto clave. Por quienes hay que preguntar es por la “Tía”, el “Patachín”, “Sofía”, “Sergio”, “el Pepe”, “el Gordo” o “Minus”, ellos saben cómo se mueven las cosas.

Con sólo nombrarlos, mariacheros, vendedores clandestinos de cervezas y cuates que rondan por el lugar, aparentemente sin oficio ni beneficio, pasan del desconocimiento total hasta asegurar: “Sí, hay algo de eso por aquí”.

No sólo es un laberinto llegar a los chavos, sino también hay que sortear una “malla de seguridad”. Los menores no se prostituyen solos, sino que tienen quienes “exploten” sus condiciones de pobreza y poca capacitación laboral. Según Blanca Cisneros, coordinadora del Programa Menores en Condiciones Extremadamente Difíciles (MECED), “existe una mafia que se encarga de detectar y trasladar a los menores de un estado a otro y aún dentro de los propios estados”.

El primer contacto es con Javier, un lavacoches cuarentón que se pone dos relojes en el mismo brazo. “Todo pasa aquí, carnal. Espérame allá en la esquina, en los tacos y ahorita se hace”. Hay que invitarle una cerveza; si no, no hace nada. Después regresa y dice: “Ahí andan unos chavitos, pero tienes que buscarlos tú”. Efectivamente en la plaza, junto a la fuente, se ve un grupo de niños que corren jugando “trais” o “luchitas”. También hay algunas niñas que quieren imitar a las mujeres adultas. Traen minifalda, la boca pintada y una de ellas fuma. Otra está drogada quizás con tonsol, le cuesta trabajo hablar y caminar, se sostiene de su amiga, la “China” que tampoco llega a los 15 años. Rondan por la plaza a la espera de algo.

Por fin alguien se acerca a ellas. “¿Qué onda, andas chambeando?”. Las dos niñas se quedan esquivas, miran fijo a su interlocutor. “Sí, andamos viendo qué sale”. “¿Qué, cuánto me cobras por ir al cuarto?”. La amiga, vestida de hombre, le dice al oído: “Mari, dile que 150 y el hotel”.

En el mejor de los días, recaudan 600 pesos. Mucho más que cualquier trabajador. La diferencia es que pocas veces les queda un peso en su bolsa. A cambio, reciben comida, protección y droga. La red de guardianes funciona, cuida que no se les caiga el negocio.

El diálogo con la flaquita en la Plaza de los Mariachis, sigue. “¿Cuántos años tienes, estás muy niña?”. Nuevamente la amiga entra al quite: “¡Díle que 18”! “No, estás grande, quiero una chica como de 13”. Los ojos se agrandan y grita.“¡Esos tengo!”. La cita es en el hotel Las Ramblas casi enfrente de la plaza. En el maloliente cuarto la niña se alegra cuando se entera que no hay que copular, solamente platicar, aunque pregunta y advierte: “¿Eres tira? No le vayas a decir nada al Chino”.

Cuenta que no es de aquí, que se vino de un pueblo de Nayarit desde muy chica con unas amigas. Que roló la calle luego y que después, a instancias de un cuate que asegura no saber cómo se llama, comenzó a prostituirse. Que a veces duerme en un cuarto de hotel que le paga ese “cuate” y que es a él a quien hay que entregarle el dinero, por lo menos una parte. Cuando pasan los 30 minutos, la niña se viste. Antes de salir del cuarto insiste: “No digas nada, si no me madrean”.

El cuarto del hotel Las Ramblas no es el único escenario en donde se ejerce la prostitución infantil. De acuerdo a información que dispone el programa MECED, existirían en la ciudad una treintena de bares y centros nocturnos con la misma finalidad, además de ocho cruceros.

El pánico de la niña a los “tira” y a la “madreada”, tiene una explicación. Según la monja Genoveva Sosa, de las Hermanas Oblatas “a las muchachitas las persigue mucho la policía, las suben a las camionetas y muchas veces no las llevan a la delegación sino que abusan de ellas”.

El “Chino” es otro de los tipos que ronda por la Plaza de los Mariachis. Cuando se le pregunta a qué se dedica, dice: “Pues por aquí, a veces soy fotógrafo”. Jura que no tiene que ver en el asunto pero todos los niños y niñas lo conocen.

Laura no tiene más de 14 años. Tiene piernas y tórax flacos, aborda a un cliente. Antes de seguir le pregunta al “Chino” qué hacer. Ellos, los de la guardia pretoriana, están en todos los detalles.

Atienden al público y a los que se mueven en carros blancos, uniformados. Con estos últimos el trabajo es más intenso, porque son tres turnos diarios que deben atender y depositar en la “alcancía de la protección” entre 30 y 100 pesos por visita.

La madrugada se alarga. Cerca de las cinco, la niña accede ir al cuarto. Esta chava cobra 80,

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