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Qué Es Filosofía Ingenua

miimiperez19 de Abril de 2013

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En un sentido, el ejercicio de la filosofía es la continuación de una larga conver­sación que comenzó con personajes como Sócrates, Platón y Aristóteles y fue continuada con personajes como Santo Tomás, Descartes, Kant, Husserl, De­leuze, entre otros. La participación en esta conversación supone un conocimiento de lo que ha ocurrido antes en ella. Así como en conversaciones más pedestres es necesario enterarse de lo hablado anteriormente para introducirse en una conversación, y es nece­sario captar la lógica interna de la misma para decir algo relevante, así mismo sucede en la enorme conversación que es la filosofía.

En otro sentido, la filosofía es la reflexión acerca de preguntas de interés universal para los seres humanos. En esta perspectiva, la filosofía no es patrimonio exclusivo de nadie y son pocas las personas que no se han detenido a pensar, por ejemplo, qué pasa des­pués de la muerte, si hay un rasero definitivo para saber cómo actuar correctamente, si hay un Dios, si es posible comunicarse con Él, o si le interesaría lo que hacen los hu­manos. Inclusive, las preguntas de segundo orden (si las preguntas anteriores se pueden responder, o si vale la pena preguntarlas) no están excluidas de las conversaciones que, por fuera de la academia, tiene la gente cuando habla paja hasta las tres de la mañana, o cuando se ha ido la luz, o cuando en el ritual de tinto y cigarrillos, en el que se cimientan amistades duraderas.

Llamemos al primer sentido de filosofía “filosofía tradicional” y al segundo “filosofía in­genua”. La diferencia fundamental es que la filosofía tradicional refiere constantemente a la tradición filosófica, mientras que la segunda refiere a las experiencias y reflexiones más inmediatas de los participantes. En la práctica de la filosofía tradicional no se corre el riesgo de descubrir el agua tibia, ni de repetir polémicas o errores desarrolladas o de­tectados por pensadores anteriores. Por esta y otras razones está claro que la academia debe preferir la filosofía tradicional por sobre la filosofía ingenua.

Pero la filosofía ingenua tiene también ventajas y existen razones por las cuales la aca­demia no debería desdeñarla del todo. En primer lugar en la filosofía ingenua existe el riesgo de cometer errores: nada hay más conducente al aprendizaje que la comisión re­petida, eso sí, autoconsciente, de errores. En esto, sostenemos, la vida no difiere mucho de la filosofía: se aprende a los golpes.

En segundo lugar, el efecto más valioso que tiene la filosofía es el fomento e amistades, de amistades que se cocinan al calor de discusiones largas acerca del Ser, del Bien o del lenguaje; son amistades análogas a las que produce la competencia deportiva y en ambas es necesario alguna versión del juego limpio como catalista. La filosofía ingenua resulta ser más propicia, que la misma filosofía tradicional, para fomentar estas amistades.

En tercer lugar, la enorme conversación de la filosofía tradicional, llena de genios, sa­bios y eruditos, resulta intimidante y cohíbe la participación sobre todo la participación original. En la filosofía ingenua, en cambio, toda intervención sincera, auténtica y bien razonada es bienvenida. La filosofía ingenua invita a hablar desde la ignorancia y no desde el saber; actitud sana, si consideramos quedada la complejidad del universo todos los seres humanos somos infinitamente ignorantes, o, si se quiere, necios.

¿Cómo hacer filosofía ingenua? Esta aparece como los hongos o los dientes de león, por generación espontánea; en las terrazas de las casas, en los cafés, durante los apagones. Pero existe un arte de generar filosofía ingenua,

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