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melissa21d1 de Julio de 2015

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A.- Planeación o pre-escritura

Así como en el proceso de investigación el planteamiento de un problema resulta de revisar

cuidadosamente de las fuentes de información, el proceso de redacción comienza por la

lectura de aquellos materiales que nos han de brindar los datos, ideas y pensamientos que

deseamos plasmar en nuestros escritos. Si entendemos la lectura como un acto de diálogo

con los autores de los textos, podemos expresar nuestra respuesta de dos maneras:

preguntando al autor y a nosotros mismos si entendemos el contenido propuesto; y

cuestionando si estamos o no de acuerdo con el enfoque o la postura metodológica que

adopta el autor frente al tema-objeto del escrito que él nos propone. La forma material de

nuestra respuesta será el subrayado de lo que nos llama la atención, es decir, de aquello

que a nuestro juicio nutre el tema que nos proponemos estudiar y exponer por escrito: por

nutrición entendemos -se esté o no de acuerdo con el enfoque o la postura del autor- todas

las ideas que a partir de la lectura decidimos incorporar a nuestro pensamiento y, por tanto,

a nuestro discurso. Nuestra decisión se expresa, pues, primero en el subrayado y enseguida

en la elaboración de fichas de trabajo -textuales, de comentario o mixtas- en las cuales

vamos acumulando el saber que hemos encontrado por medio de la lectura de las fuentes

documentales.

De una primera evaluación de esas fichas de trabajo resultará lo que nosotros

proponemos como un primer paso en el proceso de planeación o pre-escritura: una lluvia

de ideas o lista del mandado que vamos elaborando en el orden en que aparecen a medida

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que consultamos las fichas. La llamamos lista del mandado por analogía con la tarjeta que

todos fijamos -con un imán- en la puerta del refrigerador en nuestras casas, en la cual

vamos registrando y acumulando todos aquellos productos que necesitamos adquirir en el

supermercado; al final de la semana, esa lista incluirá -a manera de ejemplo- unos 25 o 30

productos, y con ella nos vamos a comprar nuestra despensa. A la entrada de la tienda o

supermercado tomaremos un carrito de autoservicio... y aquí surge la pregunta

metodológica que aplicaremos al planteamiento de un problema de investigación y a la

planeación de nuestro escrito: una vez adentro de la tienda ¿daremos 25 o 30 vueltas para

localizar cada uno de los productos? ¡No, profesor! contestan nuestros estudiantes;

ordenaremos y clasificaremos los productos de la lista por grupos, de acuerdo con los

departamentos que hay en la tienda. ¡Vaya! Ordenar y clasificar -dos operaciones del

sentido común- se constituyen ahora en la base de nuestros propósitos de investigación o de

escritura.

Con rigor científico, ordenaremos y clasificaremos nuestro material. Este es el

segundo paso en el proceso de planeación, y para ello nos valdremos de un árbol de ideas

en el cual acomodaremos aquellos datos que tenemos hasta ahora desordenados, primero

bajo la forma de troncos y luego identificando las ideas o pensamientos que conforman las

ramas o las ramitas de dichos troncos.

Una vez colocadas en el arbolito las 25, 30 o más ideas que habíamos enlistado, sólo

nos queda un tercer paso: enumerar o jerarquizar, esto es, decidir el orden en que

deseamos expresarlas en nuestro escrito. Ahora tenemos en nuestras manos el esquema o

índice preliminar de nuestro trabajo... y lo que sigue será redactar.

B.- Escritura o redacción del escrito

Compartimos en este apartado las pautas que propone Armando F. Zubizarreta en su

didáctica obra La aventura del trabajo intelectual.

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