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Reconstruir a México en el siglo XXI


Enviado por   •  7 de Marzo de 2015  •  5.087 Palabras (21 Páginas)  •  113 Visitas

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Reconstruir a México en el siglo XXI

Sergio Zermeño

El presente trabajo es una extensión de la discusión que hemos mantenido durante algunos años con diferentes científicos sociales, de esas discusiones hemos reflexionado sobre el comportamiento de las acciones colectivas, los movimientos y luchas sociales y de sus resultados. En los últimos años hemos propuesto y realizado una estrategia de reconstrucción social a partir de regiones medias y la densificación social.

Durante las últimas décadas los movimientos sociales, las acciones colectivas y las luchas sociales, en México han tenido un comportamiento parecido (-que podemos denominar como patrón social de acción contenida,-) el cual inicia con una ruptura del o contra el orden social sumando y encontrando a diferentes fuerzas sociales que se incorporan a la acción en diferentes niveles, por los fines que pretenden alcanzar (una mejor educación, trabajo, mejoras salariales, defensa del territorio y el medio ambiente, incorporación de algún producció convencional u orgánico, derechos sociales a las diferencias étnicas, de género y un extenso etcétera), un sus inicios o en un corto tiempo el movimiento y la acción crece hasta alcanzar un punto máximo, y al mismo tiempo al llegar a es punto se presenta una contención, un estancamiento acto seguido bien un desvanecimiento de las fuerzas sociales que se habían sumado a la acción, este patrón que parece repetirse en los movimientos y luchas sociales no ha conducido a nada en cuanto a cambios sociales que mejoren la calidad de vida de los habitantes de nuestro país se refiere.

Ejemplos como estos, los podemos ver en distintos momentos de la historia pasada y reciente de nuestro país en espacios urbanos y rurales con diferentes actores, hombres, mujeres, profesores, estudiantes, que han participado en movimientos como el Consejo Nacional de Huelga (CNH), en la UNAM, que durante 1999, el movimiento del Frente de Pueblos por la Defensa de la Tierra (FPDT), en San Salvador Atenco, el Movimiento de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), el Comité de Unidad Tepozteca (CUT), que impidió el establecimiento de un club de golf en Morelos; de la misma manera, el movimiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).

Como lo hemos mencionados en otras partes, las limitantes de la acción, ha generado una deserción de sus actores solidarios, un empequeñecimiento concomitante de sus bases, una radicalización de su discurso en el sentido confrontacionista y un aislamiento sucesivo… Junto a ello, e inexplicablemente, esas dirigencias no quieren hacerse cargo de administrar a sus colectividades, como sí lo están haciendo en muchísimas partes de América Latina y del mundo, y el zapatismo, brincándose la evidencia de que sus Juntas de Buen Gobierno son gobiernos, le recomienda a todos los movimientos, en la Cuarta Declaración de la Selva Lacandona, el renunciar a administrar sus territorios y reprueba las propuestas en el sentido de que las acciones pueden llevarse adelante con “un pie afuera y uno adentro” de las administraciones gubernamentales locales…

Incluso tomando en cuenta que la tendencia hacia la reducción de las masas movilizadas es una característica de todos los movimientos sociales, lo que parece sin embargo propio de las luchas a que nos estamos refiriendo es que a esa radicalización y a ese empequeñecimiento los acompañan inmediatamente un llamado a la “acumulación de fuerzas”, un llamado hecho a todos los movimientos y luchas sociales coyunturales en su mayoría, a unirse contra un enemigo común, entendido como gobiernos, compañías trasnacionales, empresarios, ricos, derecha, dominantes de cualquier tipo, policías de cualquier corporación. Esto ha ocasionado acotar la mirada y no permite ver que el enemigo va más allá de rostros y escenarios que no se pueden desaparecer de la primavera al verano.

La historia nos ha dejado claro que intentar cambiar el rumbo de la historia y la acción participativa de los actores es un proceso que puede llevar dos o tres décadas y no es algo que se pueda hacer aquí y ahora como se pretende realizar en una ruptura con el orden social.

Oponíamos a esta imagen la de la larga duración del Movimiento de los Sin Tierra, la de las décadas del sindicalismo del ABC paulista de donde surgió Lula y la del Presupuesto Participativo de Porto Alegre y de tantas otras partes del Brasil que se ha ido consolidando en los últimos veinte años, convirtiéndose en un ejemplo seguido en todo el mundo. Citábamos a Raúl Zibechi (2007), explicándonos que

“en sus 27 años de existencia los integrantes del Movimiento de los Sin Tierra (MST), en Brasil, fueron adaptándose a las diferentes coyunturas políticas, pero nunca dejaron de poner en el centro la ocupación de tierras, la producción y la educación, y fueron realizando una verdadera reforma agraria desde abajo. Hoy son medio millón de familias, 2 millones de personas en 5 mil asentamientos que ocupan 25 millones de hectáreas, en los que hay mil 500 escuelas. El MST cuenta con unos 15 mil militantes, tiene decenas de escuelas de formación y una universidad, la Escuela Florestán Fernández, y está siendo capaz de formar a sus propios especialistas y técnicos. En su quinto congreso, 40 por ciento de las delegadas eran mujeres… Se propusieron no sólo mantener la lucha contra el latifundio, sino buscar nuevas formas de lucha que se sitúen a la altura de los desafíos que están planteando el agronegocio y las trasnacionales” (Zibechi, 2007: La Jornada).

La pregunta sería si la referencia más adecuada a ese basamento debe hacerse en términos de confrontación o en términos de sedimentación, concientes de que no hay una frontera clara, pero alguna diferencia hay entre la explosión, choque y muerte súbita de las acciones sociales en el México de los últimos quince años (del accionar de los mexicanos en la historia, debíamos decir), por un lado y, por otro, la construcción sedimentada, paulatina y poco radicalizada, aunque no por ello pacífica, de los citados ejemplos brasileños.

No cabe duda que en las sociedades aparece constantemente la injusticia y la explotación, que ese hecho contundente conduce al conflicto, al enfrentamiento de los contrarios, y que, según los postulados de la dialéctica, ese enfrentamiento conduciría, a su vez, a estadios nuevos, a etapas posteriores que, se ha asumido, pueden ser superiores o deberían ser superiores (la lucha de clases: el motor de la historia). Entonces el cambio y el mejoramiento social se producirían, según toda esta corriente de pensamiento y de acción, por la vía del conflicto, a lo que se agrega el ingrediente anticapitalista

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