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Resumen De La Política De Aristóteles, Libro II

Micaela16 de Junio de 2013

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EXPOSICION CRÍTICA DE LAS CONSTITUCIONES MÁS PERFECTAS

Aristóteles ve la necesidad de examinar las formas de gobierno tanto de las constituciones existentes como de las expuestas en tratados teóricos, con el objeto de ver su utilidad y rectitud.

El punto de partida es establecer el estado de comunidad de los ciudadanos: necesidad de que todos los ciudadanos lo tengan todo en común o nada, o unas cosas sí y otras no.

En lo referente a que los ciudadanos tengan en común todo, Aristóteles somete a crítica el régimen expuesto en Platón en su República, en el que se dice que deben ser comunes los hijos, las mujeres y las posesiones. Su primera objeción aparte de las dificultades que ve en que las mujeres sean comunes para todos es que la necesidad de establecer tal legislación no se desprende de sus razonamientos. Y expone en contra de esta tesis que una ciudad es por naturaleza una cierta pluralidad, y al hacerse más de una, la ciudad se convertirá en casa y de casa en hombre. Una ciudad no resulta de individuos semejantes.

La igualdad en la reciprocidad es la salvaguardia de las ciudades, porque los elementos de los que debe resultar una ciudad difieren específicamente, y es preferible que gobiernen siempre los mismos dentro la posibilidad. Es conveniente que todos participen en el gobierno de las ciudades, por cuestión de justicia. Entre los que mandan: unos ejercen unos cargos y otros no, así pues, la ciudad no es tan unitaria por naturaleza è el mayor bien de las ciudades (lo unitario) las destruye: no hay que buscar por lo tanto una unificación excesiva, y siendo la ciudad lo más autosuficiente, más que la casa; hay que buscar preferentemente lo más autosuficiente, más que lo más unitario.

Continúa Aristóteles criticando el comunismo platónico, partiendo del doble sentido que la palabra “todos” tiene en las disertaciones acerca de la comunidad de bienes pone Platón en boca de Sócrates. Dice que confundir el todos, ambos, pares, parece no referirse al de “cada cual”, y producen estas palabras silogismos erísticos: el que todos digan lo mismo está bien, pero no es posible y no conduce en absoluto a la concordia. Otra objeción es que lo que es común a un número muy grande de personas obtiene mínimo cuidado. Porque todos se preocupan especialmente de las cosas propias y menos de las comunes: se despreocupan en la idea de que otro se ocupa de ello. Dificultad también para reconocerse los parientes, hermanos, hijos, padres y madres. También existen inconvenientes que son difíciles de prevenir, como los agravios, los ultrajes, peleas, homicidios, más graves si se cometen contra padres, madres, hermanos o hijos, que contra extraños. Absurdo resulta la prohibición de cohabitación de los amantes sin prohibir los demás tratos incestuosos. Considera que la comunidad de mujeres e hijos es más útil para labradores que para guardianes.

Con estas trabas, Aristóteles considera que hay que depositar en la amistad el mayor tesoro de las ciudades (reducción de las sediciones). Sin embargo, en la ciudad unitaria, es forzoso que la amistad se diluya en la comunidad, en la que de ningún modo llame mío el padre al hijo, o viceversa. De las dos cosas que hacen que los hombres tengan interés y afecto: la pertenencia y la estimación, ninguna de ellas puede existir entre los ciudadanos de un gobierno unitario. Más problemas ve en la transferencia de hijos entre labradores y guardianes, porque es necesario que los entreguen y transfieran sepan qué niños entregan y a quienes, pues se corre el peligro de la promiscuidad, debido a que la pérdida de conciencia de familia, hace que los hijos y los padres biológicos se pierdan de vista.

Conectado con lo anterior, relacionado con el tema de la propiedad, efectúa Aristóteles la crítica a la comunidad de bienes. Si los que trabajan no son dueños de los objetos en que trabajan, podría haber disensiones entre los que crean que trabajan más y reciben menos de la ciudad, al no trabajar para su propio beneficio. Respecto a la propiedad privada, Aristóteles sostiene que siendo propietario, cada ciudadano pone unos bienes al servicio de los amigos y se sirve de otros comunes. Mientras que si todo es común, se corre el peligro expuesto al principio. Con el ejemplo de Esparta manifiesta que es mejor que la propiedad sea privada, pero para su utilización que se haga común, siendo tarea del legislador arbitrar el modo en que esto se haga. El hacer favores, ayudar a os amigos, en hacer la vida más agradable solo puede realizarse si existe la propiedad privada, cosa que no puede hacerse en la ciudad unitaria, entre otras cosas porque el uso común haría inútil la generosidad en el empleo de las propiedades.

La crítica a la comunidad de bienes se hace en sentido positivo, pues no se trata de considerar de cuántos males se suprimirían con la práctica comunista, sino de cuántos bienes se verán privados los ciudadanos. En la necesidad de considerar a la ciudad como una multiplicidad, es preciso hacerla una y común mediante la educación: cosa absurda, porque una ciudad se vive por medio de las costumbres, la filosofía y las leyes, y no con la educación conducida… No se podrá hacer la ciudad sin dividir y separar a los ciudadanos: si todas las osas son comunes a todos de la misma manera, no hay criterios para diferenciar las clases sociales, ni motivo para el sometimiento de unas a otras. Haciendo de cada ciudad una subciudad de clases, o de profesiones: la ciudad de los guardianes, la de los agricultores, etc è denuncias y procesos y otros males, existirán entre dichas clases: Sócrates sólo da educación a los guardianes, con lo que los agricultores, dueños de su propiedades (tributando9 serán más difíciles de manejar por sus pretensiones de dirigir la acción de los gobiernos. Y si se establece la comunidad de mujeres y la propiedad privada, no se sabe quién administrará la casa y los hombres de trabajo en el campo. Aristóteles mantiene que es absurdo deducir de la comparación con los animales que las mujeres deben ocuparse de las mismas cosas que los hombres. Los gobernantes son siempre los mismos y se suprime la felicidad de los guardianes: cuestión relevante porque el objeto del legislador debe ser hacer feliz a la ciudad entera.

Aristóteles prosigue criticando con análogos argumentos Las Leyes de Platón. Dice que son justamente leyes, y que de régimen político se habla poco. Aparte de la comunidad de las mujeres y de la propiedad, asigna en lo demás las mismas disposiciones a ambos regímenes: misma educación, vida libre y trabajos necesario, las comidas en común, solo que en las leyes se incluyen también a las mujeres.

A la afirmación platónica de que el legislador debe atender al territorio y a los hombres a la hora de establecer las leyes, Aristóteles indica que cabe añadir los lugares vecinos, (entendiendo a la posibilidad de guerra): las armas son necesarias tanto en el propio territorio como en los de alrededor… En cuanto a la extensión de la propiedad, y a la imprecisión platónica de la suficiencia de la misma en proporción con la vida moderada, Aristóteles entiende que quiere decir vivir bien, pero ve la afirmación demasiado general, porque es posible vivir con moderación pero miserablemente. Propone. Vivir moderada y liberalmente. Ve igualmente absurdo el que igualando las propiedades no se tomen medidas sobre el número de ciudadanos (natalidad sin límite). Porque los bienes se reparten entre la población en cantidad suficiente para garantizar la vida como antes se dijo, si hay excedente de población, habrá quien no perciba nada o que la porción que corresponde a cada uno al extenderse entre mayor número de individuos, sea menor y no se alcance el bien vivir. Luego, una medida de limitación de propiedad ha de conllevar una legislación contra el exceso de natalidad mediante el establecimiento de un número límite de ciudadanos: lo contrario es causar la pobreza a los ciudadanos y la pobreza engendra sediciones y crímenes. También observa que se ha omitido en Las Leyes en qué han de distinguirse gobernantes y gobernados. Asimismo aconseja examinar la división de las casas, porque asignó a cada uno dos edificios, en lugares separados siendo difícil habitar dos casas. Concluye que el sistema en conjunto, no quiere ser ni una democracia ni una oligarquía, sino un término medio entre ambas è República. Añade que en el tratado platónico se observa la necesidad de que el régimen mejor se componga de democracia y de tiranía, pero ambas no pueden considerarse en absoluto como regímenes de gobierno, o como los peores de todos. Opinan mejor los que mezclan más: el régimen compuesto de más elementos es el mejor. Luego ese régimen no tiene ningún elemento monárquico, sino oligárquico y democrático, y tiende a inclinarse más hacia la oligarquía (modo de nombrar a los magistrados, por sorteo entre los ya elegidos, tan común a muchos sistemas), pero el hecho de que sea obligatorio para los más ricos asistir a la asamblea, elegir a los magistrados o intervenir en otro asunto político, mientras los demás quedan exentos è así como procurar que sean más numerosos los magistrados procedentes de clases ricas y que las magistraturas más altas estén desempeñadas por los mayores tributarios. Tiene un riesgo añadido elegir los magistrados entre ciudadanos ya elegidos è si algunos quieren ponerse de acuerdo, siempre se hará la elección según su voluntad.

En cuanto al examen de otras teorías políticas, examina la propuesta por Faleas de Calcedonia: basada en afirmar que las posesiones de los ciudadanos deben ser iguales, con el convencimiento de que no era difícil de conseguir esto en las ciudades en el momento de su fundación. En las ya establecidas

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