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POLTICA DE ARISTOTELES LIBRO 3 RESUMEN


Enviado por   •  13 de Marzo de 2014  •  3.467 Palabras (14 Páginas)  •  378 Visitas

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LIBRO III

TEORÍA GENERAL DE LAS CONSTITUCIONES A PARTIR DE UN ANÁLISIS DE LOS CONCEPTOS DE CIUDAD Y CIUDADANO

Definición de ciudadano

En un primer tiento, Aristóteles afirma que el rasgo que mejor define al ciudadano es el de ser partícipe de las funciones judiciales y del gobierno. Y referido a las magistraturas, que clasifica en limitadas en su duración e indefinidas, el ciudadano es aquel que participa de las últimas.

El ciudadano no puede ser clasificado de forma universal, sino atendiendo al régimen político en que desarrolla su actividad, siendo uno anterior (perfecto) y otro posterior ( degenerados). El ciudadano, forzosamente distinto en cada régimen.

Ante este problema impuesto por la realidad, Aristóteles añade una corrección a su definición ( en correspondencia con la calidad de las magistraturas). Y define al ciudadano: a quien tiene la posibilidad de participar en la función deliberativa o judicial de su respectiva ciudad. Y llama ciudad al conjunto de tales ciudadanos suficientes para vivir con autarquía.

Definición de la ciudadanía: el criterio del nacimiento.

En el campo práctico se define al ciudadano como el nacido de dos padres ciudadanos y uno de uno solo (padre o madre). Remontándose el criterio del nacimiento: ciudadanos fueron los fundadores o primeros habitantes de la ciudad.

También repasa Aristóteles la posibilidad de adquirir la ciudadanía mediante una revolución ( la de Clístenes con los metecos en Atenas). Aplicando el criterio de lo justo e injusto, y puesto que se ha de considerar que existen gobiernos injustos, y que aunque injustamente están gobernados, concluye que hay que denominar a estos productos de revolución como ciudadanos.

Definición de la ciudad – estado. Su perennidad.

Una ciudad es una, no atendiendo al tamaño ni al hecho de encontrarse amurallada, sino cuando se desarrolla en ella una cierta comunidad de ciudadanos en un régimen; la ciudad es a misma, una, atendiendo a su régimen, y es posible llamarla con nombre distinto o el mismo ya sean los que la habitan los mismos hombres, ya otros completamente distintos.

La virtud del buen ciudadano y la virtud del hombre de bien

La virtud del ciudadano está relacionada forzosamente con el régimen, habiendo varias formas de régimen, no puede haber una única virtud perfecta del bien ciudadano. En esto se diferencia el hombre de bien, que lo es conforme con una virtud perfecta[1]. Por lo que concluye que se puede ser buen ciudadano sin poseer la virtud por la cual el hombre es bueno.

Pero como el interés de Aristóteles es intentar casar ambos conceptos de manera que el hombre ético se acerque lo más posible al hombre político, aborda el problema enfocándolo desde la perspectiva del régimen mejor, llegando a la conclusión de que no son las mismas virtudes las que siendo ciudadanos deben ejercer los gobernantes y los gobernados. Deja para los primeros la consideración del hombre ético: cuya virtud peculiar es la prudencia, lo cual permite conocer el gobierno de los hombres libres bajo dos aspectos a la vez. Las demás virtudes analizadas en la ética son compartidas tanto por gobernantes como por gobernados, y deja para los gobernados exclusivamente la opinión verdadera.

La ciudadanía de los artesanos

Se pregunta Aristóteles si a los artesanos, como trabajadores manuales se les puede considerar ciudadanos y toma como punto de partida una enrevesada declaración: no hay que considerar ciudadanos a todos aquellos sin los cuales no podría existir la ciudad. La ciudad más perfecta no hará ciudadano al trabajador. ¿Por qué? Porque el ciudadano ha de estar exento de trabajos necesarios para poder deliberar en magistraturas políticas y judiciales. Pasando revista a varios regímenes, resume que hay varias clases de ciudadanos y que se llama principalmente ciudadano al que participa de honores públicos. El criterio de virtud ciudadana, pues, cambia de un régimen a otro.

Pluralidad de regímenes y de forma de autoridad. El fin de la ciudad.

Aristóteles define a un régimen político como una adecuación de las diversas magistraturas de la ciudad, especialmente de la que tiene el poder soberano.

Soberano: el gobierno de la ciudad, y ese gobierno es el régimen.

Siguiendo en sentido teleológico: Aristóteles investiga a partir del examen de varias constituciones, cual es el fin, la finalidad de la ciudad y cuántas son las formas de gobierno y a la comunidad de vida. Parte de la consideración de que el hombre “es por naturaleza un animal político, y por eso, aún sin tener necesidad de ayuda recíproca, los hombres tienen a la convivencia”. También une la utilidad común, el bienestar, y también se unen lo hombres por el mero vivir, porque la mayoría de los hombres soportan muchos sufrimientos por su vivo deseo de vivir, como si en el vivir hubiera cierta felicidad y dulzura natural.

Las clases de autoridad: la del amo ejercida sobre el esclavo, el gobierno de los hijos y de toda la casa (doméstico), magistraturas políticas ( constituidas sobre la igualdad y la semejanza) por turnos.

Concluye: todos los regímenes que atienden al bien común son rectos; cuantos atienden al interés personal de los gobernantes, son defectuosos (desviados).

Clasificación de los regímenes. Regímenes rectos y regímenes desviados.

Examina primero los rectos porque definidos éstos resultan claras las desviaciones.

Atendiendo a la cantidad de personas que ejercen el mando los hay unipersonales y pluripersonales.

Los rectos, miran al interés común.

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