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SEMIOTICA: LA NATURALEZA DE LAS COSAS


Enviado por   •  6 de Noviembre de 2013  •  1.336 Palabras (6 Páginas)  •  338 Visitas

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LA NATURALEZA DE LAS COSAS, REALIDAD, VERDAD Y RESPUESTAS MEDIANTE LA SEMIOTICA

Javier Andrés Cuevas Aguilar

De eso nos habla Umberto Eco en su obra “El Nombre de la Rosa”, este destacado escritor y filósofo italiano, nos indica cómo nos comunicamos los humanos mediante una infinidad de signos, los cuales mediante nuestra observación y pensamiento crítico, analizamos confiriéndole un significado.

En términos generales la semiótica o semiología es la ciencia que estudia los signos, y trata los sistemas de comunicación entre las sociedades humanas, pero más allá de eso, durante su desarrollo ha abarcado una diversidad de corrientes o vertientes que comprenden ramas diferentes en las sociedades humanas; es así que podemos encontrar el estructuralismo que abarca asuntos lingüísticos, la semiótica rusa o formalismo ruso que se ha aplicado a la observación del arte y la cultura, la semiótica Peirciana que instaura la teoría general de signos, y por último la semiología médica o clínica, que se encarga del estudio de los síntomas de las enfermedades (1)

Aunque pareciera en principio que el tema presentado en el documento es ajeno a los profesionales de las ciencias de la salud, con cada frase y nuevo párrafo leído se hace cada vez más evidente que compete incluso y de manera muy singular al futuro Médico Veterinario y Zootecnista.

El Capitulo escogido para leer y analizar, es el inicio de esta novela histórica desarrollada en el medioevo, allí el fray Guillermo de Baskerville y su pupilo Adso de Melk arriban a una abadía benedictiana, lo primero que se describe con lujo de detalles es la arquitectura de la fortaleza y el sendero, así como los paisajes aledaños; más adelante en la narración se describe la gran capacidad de observación y deducción de Guillermo de Baskerville al detallar solo por algunas pistas en el entorno, del paradero de un Caballo perdido, que buscaban los monjes de la abadía, ese momento fue, a mi parecer, el más significativo para nuestro ejercicio del presente ensayo.

Me atrevo a citar algunos fragmentos del texto original para referenciar mi idea.

Después de que saludan al cillerero Remigio da Varagine, Guillermo exclama:

“Aprecio aún más vuestra cortesía porque para saludarme habéis interrumpido la persecución. Pero no temáis, el caballo ha pasado por aquí y ha tomado el sendero de la derecha. No podrá ir muy lejos, porque, al llegar al estercolero tendrá que detenerse. Es demasiado inteligente para arrojarse por la pendiente..” 2

A esto el cillerero se sorprende, y pregunta si él ha visto al animal, lo mismo cavila Adso al conocer de antemano no haber visto pasar equino alguno. Y uno se pregunta, ¿qué artilugios podría haber empleado Guillermo para conocer el paradero del ejemplar extraviado? quizás otro texto de Umberto Eco conocido como “El Signo” nos ilustre acerca de este enigma; claro y por supuesto, además, de las líneas siguientes en la continuación de la historia a las cuales me referiré más adelante.

En El Signo Umberto Eco nos habla de un campesino llamado Sigma que tiene su propio sistema de signos, viviendo una realidad diferente a la de la ciudad gracias a su propia experiencia y estilo de vida:

“Sigma viviría en un universo de signos incluso si fuera un campesino aislado del mundo. Recorrería el campo por la mañana y, por la nubes que aparecen en el horizonte, ya sabría predecir el tiempo que hará. El color de las hojas le anunciaría el cambio de estación, una serie de franjas del terreno que se perfilan a lo lejos en las colinas le diría el tipo de cultivo para el que es apto.

Un brote de un matorral le señalaría el crecimiento de determinado tipo de plantas, sabría distinguir los hongos comestibles de los venenosos, el musgo de un lado de los árboles le indicaría en qué parte está el norte, si es que no lo había descubierto ya por el movimiento del Sol. No disponiendo de reloj, el sol le señalaría la hora, y una ráfaga de viento le diría muchas cosas que un ciudadano de paso no sabría descifrar; de la misma manera que determinado perfume (para él, que sabe dónde crecen algunas flores) quizás le diría de qué parte sopla el viento.

Si fuera cazador, una huella en el suelo,

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