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SITUACION ACTUAL DE LOS DDHH EN BRASIL: ENTRE EL DESARROLLO ECONÓMICO Y EL DESARROLLO SOCIAL

negirtahdezTarea11 de Enero de 2016

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SITUACION ACTUAL DE LOS DDHH EN  BRASIL: ENTRE EL DESARROLLO ECONÓMICO Y EL DESARROLLO SOCIAL

Resumen

Brasil se ha trazado como meta ser una nueva potencia a nivel regional y ser una protagonista dentro del mundo globalizado. Esto le significa superar dos desafíos: lograr un desarrollo económico que soporte su liderazgo político internacional y un desarrollo social que  consolide su democracia y legitime el proyecto socialdemócrata iniciado en los noventa por Fernando Henrique Cardozo y fortalecido por Lula Da Silva y Dilma Roussef. La deuda histórica que en términos de derechos humanos tiene Brasil, pone en tensión estos dos desafíos, y deja abierta la pregunta por la capacidad de los brasileros de lograr un equilibrio que permita dignificar a la población en términos de derechos y mantener su crecimiento económico sin poner en peligro su medio ambiente; menguar los avances democráticos logrados desde la terminación de la dictadura militar en los años ochentas, sin postergar su respuesta a las problemáticas que en DDHH viene acumulando frente a derechos relacionados con la justicia, la verdad,  la vida,   la tierra, la equidad de género y la libertad de expresión.

Palabras claves: desigualdad, dictadura, democracia, desarrollo económico, desarrollo social, potencia regional, Fernando Cardozo, Lula Da Silva y Dilma Roussef.

Abstract

Brazil has set a goal to become a new regional power and become the focus in the globalized world. This means Brazil need to overcome two challenges: First, to achieve economic development that supports its international political leadership and a social development to consolidate its democracy and legitimizes the social democratic project begun in the nineties by Fernando Henrique Cardozo and strengthened by Lula Da Silva and Dilma Rousseff. Brazil’s historical debt in terms of human rights put under tension the previous two challenges, and leaves open the question of the Brazilians’ competence for achieving a balance which allows to dignify the population in terms of rights and maintain economic growth without putting in danger their environment; decrease the democratic advances achieved since the end of military dictatorship in the eighties, without delay their response to human rights issues that DDHH has come accumulated in front of rights related to justice, truth, life, land, gender equity and freedom expression.

Keywords: Inequality, dictatorship, democracy, economic development, social development, regional power, Fernando Cardozo, Lula Da Silva y Dilma Roussef.

Abordar al Brasil desde la perspectiva de los derechos humanos es una labor que hemos realizado a cuatro manos por tres razones principales: la primera, porque Brasil debe ser tratado como un subcontinente, no solo porque su superficie ocupa casi la mitad de América del Sur, o porque su población alcanza a duplicar a la de todos los países sudamericanos, sino porque sus condiciones históricas y culturales, tienen unos elementos diferenciadores a las del resto de América Latina.  La segunda porque Brasil, por sus ventajas geográficas y de recursos, así como por su crecimiento económico es considerada junto a Rusia, India y China, como parte de los países emergentes, con mayor proyección para ser potencia regional y global. Y porque desde hace veinte años viene desarrollando un proyecto político socialdemócrata que lo reubica frente al eje hegemónico de los EEUU, le visibiliza frente a los demás países de la región y le permite aplicar un modelo de desarrollo que sin dejar el capitalismo, trabaja por el fortalecimiento social en un país marcado por profundas desigualdades internas.

Para comprender este entramado es necesario recordar que con 8.511.965 Km2 Brasil es el quinto más grande del mundo y con sus 186.112.790 habitantes es el quinto más poblado[1]. Su extensión y variedad geográfica permite dividir al país en cinco regiones, la norte llamada la del Amazonas conformada por siete estados, y habitada por un 54% de población indígena.  La del noreste, llamada el Brasil negro por tener un 44% de población afro, conformada por nueve estados, siendo el más nombrado Bahía. El sur, conocido como la pampa brasilera donde habita un 66% de población de origen europeo, conformado por tres estados de los que sobresale Rio Grande do Sul. El sureste donde no hay un grupo predominante, pero se encuentran las metrópolis de Sao Paulo,  Rio de Janeiro y Belo Horizonte, que acoge el 90.5% de la población urbana del Brasil. Y el centro oeste, con un poblamiento más tardío donde se encuentra el Matto Grosso y en total tres estados[2].

Esta variedad geográfica y poblacional en clave de derechos humanos, es fundamental para comprender que estamos ante un país que a su interior tiene una complejidad no solo por la extensión y número de habitantes, sino por las características de los grupos predominantes y minoritarios que en cada región se encuentra; así como por la enorme concentración urbana en solo los cuatro estados del sureste. Y porque al hablar de los 27 estados (incluyendo el de su capital, Brasilia), nos enfrentamos ante una estructura de gobierno federativa, que por razones históricas que luego serán retomadas, tiene paradójicamente un funcionamiento más centralista y una tendencia a privilegiar los siete estados del sur y el sureste, en contraste con los nueve del norte donde están las zonas las más pobres o de los siete de la región Amazónica.

A la vez, esa misma variedad explica en términos económicos sus ventajas competitivas.  En primer lugar, sus ciento y ochenta y tantos millones de habitantes, ubicados en un 81% en zonas urbanas[3], crea un insuperable mercado interno en relación con el resto de los países de América Latina. En segundo lugar,  cada región ofrece una gran diversidad de productos dentro de las condiciones que ofrece el trópico; incluyendo los propios de una de las zonas estratégicas para la humanidad como el Amazonas por el oxígeno, agua y biodiversidad que ofrece. En tercer lugar, tiene un desarrollo agrícola, ganadero y agroindustrial que lo ha llevado a ser el cuarto productor de café en el mundo[4]; uno de los principales productores mundiales de soja y jugo cítrico[5]; y poseedor de 192 millones de cabezas de ganado vacuno, esto es, ocho veces más que en Colombia[6].   Y en cuarto lugar, cuenta con recursos como petróleo, manganeso, diamantes, cromo, plata, bauxita, hierro, acero; que facilita su desarrollo industrial, que cubre desde productos textileros y de calzado, hasta vehículos y aviones.

Todo esto en conjunto se ve reflejado en la renta per capita que está en torno a diez mil dollares y en sus exportaciones que se calculan en 200.336 millones de dollares, lo que la coloca dentro de los 20 países más grandes del mundo en términos económicos. En un una política internacional reflejada en la participación de Brasil en la Unión de Naciones Suramericana-UNASUR; el Mercado Común Suramericano-Mercosur, el Grupo de Río y del G-20.Y en la proyección junto a China, India y Rusia, de ser parte de los países emergentes con mayor potencial para ser parte del mundo global en calidad de protagonistas, en un selecto grupo llamado los países BRIC.[7] 

¿Significa este crecimiento económico una mejor condición de vida para los brasileros, en términos de DDHH?

Volvamos a retomar la idea de que Brasil no es una unidad hegemónica en términos regionales.  Una vez que el tratado de Tordesillas dejo en claro el territorio que sería ocupado por los portugueses, la zona noreste se convierte en el centro de colonización y en el punto de llegada de la población  negra dentro del sistema esclavista.

En 1822, y sin tener que pasar por las guerras de independencia, se declara una monarquía constitucional, que traslada la capital de Salvador de Bahía a Río de Janeiro; es decir del norte al sureste. A finales de siglo XIX, toda la expansión se concentra en la región Amazónica, jalonada por la exploración cauchera; y de manera paralela el sur, se convierte en centro receptor de 4.6 millones de migrantes europeos, cambiando para siempre el equilibrio demográfico respecto a la población negra que hasta ese momento era predominante, quedando la región noreste como una zona rezagada; dejando la región del centro-oeste como la de más reciente colonización[8] e inclusión al país[9] y al sur y al sureste como las regiones más desequilibradas por los efectos del desarrollo económico y el aumento de la miseria.

Mientras el país se expandía en diversas direcciones, que incluso significo aumentar sus fronteras nacionales, Brasil vive  tres períodos de dictadura en los años: 1930-1934, 1937-1945 y 1964-1985[10]. Estas condiciones políticas  reflejaban las tensiones de un mundo que abría frontera agrícola a través de los latifundios, las nuevas colonizaciones y la expulsión de los originales pobladores. Crecía en términos urbanísticos, creando incluso su propia capital, Brasilia, a la vez que aumentaba sus favelas. Expandía su economía dentro de un modelo de subdesarrollo, con el consecuente empobrecimiento de su población, reflejada en un analfabetismo del 24%, el segundo de Suramérica después de Bolivia[11].

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