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Sancho Panza, el otro Quijote


Enviado por   •  19 de Agosto de 2018  •  Ensayos  •  2.615 Palabras (11 Páginas)  •  142 Visitas

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Quijote I

Erik Sánchez Gutiérrez

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Sancho Panza, el otro Quijote

El Quijote es la novela por excelencia del Siglo de Oro en la España del siglo XVII. Su autor, Miguel de Cervantes escribe una primera parte con 52 capítulos en 1605; posteriormente apareció una segunda parte con 74 capítulos en 1615.  Los dos personajes de la novela son Don Quijote y su escudero Sancho Panza; ambos son descritos muy a menudo como dos personajes contrarios y complementarios a la vez: la figura del Quijote se engrandece por la presencia de Sancho y viceversa; juntos encarnan el idealismo y el realismo, la locura y la cordura, la valentía y la timidez (Miura). Paralelamente, en esta relación aparecen la amistad, el apego, la ira, la repulsión, la alegría, la tristeza y muchos más sentimientos humanos. Consecuentemente, la novela presenta una cierta universalidad y atemporalidad, lo que la vuelve una lectura contemporánea. De igual modo, se ha dicho que Sancho Panza permite al Quijote sostener conversación durante los largos viajes que hace. Sin embargo, éste no cree del todo en sus palabras: contradice a su amo, lanza ironías y crea la duda en el Quijote (Miura). Sin embargo, las dimensiones de Sancho Panza son muchos más ricas e interesantes que solo darle valor a su caballero; el escudero existe como individuo fuera del claro mimetismo con el Quijote.

            Cervantes nos presenta a un Sancho glotón, cobarde, materialista –recordemos que se une a Alonso Quijano sólo cuando se le promete el gobierno de una ínsula-, « de muy poca sal en la mollera », según la presentación del capítulo 7. Si don Quijote respeta los códigos y protocolos aristocráticos de la sociedad –y de paso, se avergüenza de los malos modales de su escudero-, Sancho se siente libre de decir lo que sea, cuando quiere y dónde sea (Da Costa, 2015). Citemos la escena de los cabreros de la primera parte, Sancho no quiere sentarse al lado de su amo por no verse forzado a seguir los protocolos establecidos. Esta misma idea se ve trabajada en el capítulo 32 de la segunda parte centrado en los buenos modales en la mesa de los duques; será aquí cuando el Quijote no de una descripción de su escudero:

“quiero que entiendan vuestras señorías que Sancho Panza es uno de los más graciosos escuderos que jamás sirvió a caballero andante; tiene a veces una simplicidades agudas, que el pensar si es simple o agudo causa no pequeño contento; tiene malicias que lo condenan por bellaco, y descuidos que le confirman por bobo; duda de todo, y créelo todo; cuando pienso que se va a despeñar de tonto, sale con unas discreciones, que le levantan al cielo. Finalmente, yo no le trocaría con otro escudero […] y así, estoy en duda si será bien enviarle al gobierno de quien vuestra grandeza le ha hecho merced” (DQ 275)

            El mismo Quijote exalta las cualidades de su acompañante; paralelamente, reconoce su ingenuidad y falta de instrucción en las letras. Sancho es un bobo bueno (Berrio, 1989). Por momentos, Sancho se muestra astuto, perspicaz, actitud que contrasta con sus momentos de ingenuidad. El personaje tiene, pues una cierta inestabilidad (Da Costa 2015). Será en la segunda parte cuando Sancho, a través de la amistad con Alonso Quijano, irá adquiriendo poco a poco las maneras y modos del segundo; “opuestos al comienzo […] lleguen a sentir y pensar de forma casi análoga en el transcurso de la historia” (Duffé, 2005). Muchos de los críticos apuntan hacia una “quijotización” de Sancho a la par de una “sanchificación” del Quijote. Es cierto, Sancho termina por imitar los comportamientos de su amo; es capaz de aprender de él.

            Recordemos ahora parte del discurso que hace Sancho durante el episodio de los batanes del capítulo 20 para convencer a su amo de no marcharse:

“Señor, yo no sé porque quiere vuestra merced acometer esta tan tenebrosa aventura; ahora es de noche, aquí no nos ve nadie, bien podemos torcer el camino y desviarnos del peligro, aunque no bebamos en tres días; y pues no hay quien nos vea, menos habrá quien nos note de cobardes: cuanto más que yo he oído muchas veces predicar al cura de nuestro lugar, que vuestra merced muy bien conoce, que quien busca el peligro perece en él: así que no es bien tentar a Dios acometiendo tan desaforado hecho, donde no se puede escapar sino por milagro”

         Sancho presenta un estilo retorico bastante trabajado, nos muestra un hombre inteligente e intelectual. Claro, el léxico que utiliza es menos variado que el del Quijote, lo que lo lleva a utilizar los refranes populares en sus intervenciones, lleva consigo el saber popular –sobre todo hacia la segunda parte-, no olvidemos que Sancho es un campesino.

         Haré aquí un paréntesis para analizar un poco el lenguaje utilizado por Sancho; pues desde del punto visto literario, es una riquísima fuente documental sobre los usos lingüísticos de la España del Siglo de Oro; si bien es cierto que Cervantes utiliza este recurso para dotar al personaje de comicidad, a nosotros nos sirve actualmente para conocer algo del refranero popular de la época y mostrar más aspectos de la personalidad del personaje. Sancho es analfabeta: malentiende las palabras del amo; construye falsas etimologías; abomina el latín (Berrio, 1989).  Este recurso incide en la comicidad y mentecatez del personaje que, a causa de estos errores lingüísticos es constantemente reprendido por los personajes “letrados” de la novela –por ejemplo don Quijote o el bachiller Carrasco-. Veamos un ejemplo usando un discurso entre escudero y caballero tomado del capítulo (DQ II, 25):

     -Mira Sancho, yo he considerado bien la extraña habilidad de este mono, y hallo por mi cuenta que sin duda este Maese Pedro, su amo, debe tener hecho pacto, tácito o expreso, con el demonio.

      -Si el patio es espeso y del demonio –dijo Sancho-, sin duda debe de ser muy sucio patio; pero ¿de qué provecho le es tal Maese Pedro tener esos patios?

      -No me entiendes, Sancho; no quiero decir sino que debe de tener algún concierto con el demonio…

           Recordemos que cuando le dicen que debe aprender de gramática y dice: “con la grama bien me avendría yo, pero con la tica ni me tiro ni me pego, porque no la entiendo”

           De igual modo, la sapiencia popular del escudero se muestra en el uso de adivinanzas, acertijos –que le propone al primo en el capítulo 22 de la segunda parte por ejemplo-, o las citas a leyendas y romances tradicionales:

“yo me acuerdo haber oído cantar un romance antiguo que dice:

                                De los osos seas comido,

                               como Favila el nombrado” (DQ II, 34)

            Recordemos que lo popular se alimentaba de la Biblia y otros textos religiosos usados en sermones por ejemplo; de igual modo interviene la trasmisión oral de leyendas, romances, historias, dichos o cuentos (Berrio, 1989). En este sentido, Sancho no conoce el latín ni las palabras cultas, pues es hombre del pueblo; sin embargo, es prueba fehaciente de la sabiduría popular.

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