Sistemas Eticos
tharosi11 de Noviembre de 2012
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Sistema Ético: El Hedonismo.
Concepción ética que considera que la consecución del placer determina el valor moral de la acción. De esta manera el hedonismo identifica el bien con el placer, que pasa a ser considerado como el fin último que persigue la acción humana.
Se distinguen dos grupos de Hedonistas
Los cirenaicos y los epicúreos.
Los cirenaicos (llamados así porque el iniciador de la teoría fue Aristipo de Cirene, 435 a.C.) consideraron que el bien era el placer, y el mal, era el dolor. La naturaleza, decían, nos ha dado un criterio claro para distinguir la acción buena de la mala: si nos produce una sensación placentera, es que obramos bien; si nos la produce dolorosa, es que obramos mal.
Los placeres sensibles (comida, bebida, sexo, etc.) son importantes, pero son los que más fácilmente se convierten en dolor cuando se cometen excesos, cosa que no ocurre con los espirituales (el equilibrio mental, la amistad). Hay que gozar, sí, pero nunca debemos perder el autocontrol convirtiéndonos en esclavos de los placeres.Para los epicúreos (nombre que proviene de su fundador Epicuro de Samos, que vivió entre el 341 y el 270 a.C.), el placer consiste más en la tranquilidad, es decir, en la ausencia de dolor, que en una sensación positiva proveniente de una agitación del cuerpo o del espíritu, como creían los cirenaicos.
Los epicúreos distinguen el placer estático, que es justamente el estado de tranquilidad, sin ninguna clase de dolor, y los placeres cinéticos, que consisten en un movimiento o variación de estado. Así, cuando tenemos hambre, cuando sentimos un malestar, comemos (placer cinético) hasta que ya no sentimos hambre (placer estático). Si seguimos comiendo, podemos sentir un nuevo placer cinético, pero éste, al ser forzado (ya no se come para aliviar el hambre, que es lo natural) produce a la corta o a la larga dolor.
Así pues, hay que perseguir el auténtico placer, el estático, que es el estado natural de equilibrio, de calma. Al placer estático del cuerpo lo llamaban estado de aponía, es decir, la ausencia de molestias o de dolores corporales, y al placer del espíritu, ataraxia, que es la ausencia de ansiedad o turbación mental.
Distinguían entre los deseos
A) naturales y necesarios (como la comida y la bebida);
b) naturales e innecesarios (como el comer manjares exquisitos, o el sexo).
c) no naturales y no necesarios (el triunfo político, la fama ).
Sistema Ético: El Eudemonismo
La auténtica felicidad es, pues, el fin último y, por tanto, el sumo bien: quien es feliz ya no persigue otro fin. En esto está de acuerdo todo el mundo, dice Aristóteles, pero ¿en qué consiste la felicidad? Aquí es donde aparecen las discrepancias. Hemos visto que los hedonistas la identifican con el placer; otros, sigue Aristóteles, la identifican con los honores y la fama, y otros con la riqueza. Pero ninguna de estas cosas produce la felicidad. Respecto de los primeros dice que, si bien el placer parece un fin último, a la larga esclaviza al hombre, ya que se acaba pronto y le obliga a buscar nuevos placeres, hecho que le produce ansiedad. Tampoco los honores y la fama conducen a la felicidad, puesto que dependen de los demás, al igual que las riquezas, que sólo son un medio para conseguir otras cosas.
Según Aristóteles, virtud y vicio son hábitos que se adquieren por repetición de actos. Cuando uno ha adquirido el hábito, por ejemplo, de decir la verdad, ya no le cuesta ser sincero, y al revés. De hecho, no somos sinceros porque decimos la verdad, sino que decimos la verdad porque somos sinceros, porque hemos adquirido este hábito.
Así pues, la persona virtuosa y, por tanto, feliz, es aquella que todo lo que hace lo hace de modo excelente.
Actualmente esto no se entiende así, pero en tiempos de Aristóteles el hombre
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