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Sociedad Mundo Imperio


Enviado por   •  6 de Marzo de 2013  •  10.811 Palabras (44 Páginas)  •  455 Visitas

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RESUMEN

La globalización tecnoeconómica es la última fase de la era planetaria, sumida en la crisis. El proceso de globalización se encuentra ante un dilema: la formación de una "sociedad mundo" mediante la confederación democrática de todas las naciones de la Tierra; o bien un "Imperio mundo", dominado por Estados Unidos. En cualquier caso, permanece sin solución el problema del desarrollo. Es preciso abandonar el concepto de desarrollo al objeto de adoptar una política de la humanidad, una política de civilización. Para esto son necesarias grandes metamorfosis, que son inciertas e improbables, pero no imposibles.

Sociedad mundo? O mundo imperio?

Una mundialización plural

La globalización que comienza en 1990 es la etapa actual de una era planetaria que se abre en el siglo XVI con la conquista de las Américas y la expansión de las potencias de Europa occidental sobre el mundo. Este proceso está marcado por la rapiña, la esclavitud, la colonización, pero la era planetaria conoce también otro desarrollo.

De hecho, la civilización occidental produjo los antídotos a la barbarie que ella engendraba; éstos, aunque insuficientes y frágiles, han minado desde dentro la esclavitud; las ideas emancipadoras, tomadas en propia mano por los sometidos, condujeron a las descolonizaciones sobre la mayor parte del globo. Según una notable paradoja histórica, que se verifica de nuevo respecto al derecho de las mujeres, el hogar de la mayor y más duradera dominación ha sido también el de las ideas emancipadoras. Así, ha habido que luchar contra el imperialismo occidental para aplicar los valores occidentales.

La globalización de los años 1990 se inscribe en el doble proceso de dominación / emancipación y le aporta nuevas características. La implosión del totalitarismo soviético y el desplome de las economías burocratizadas de Estado favorecen a la vez un impulso democrático sobre todos los continentes y una expansión del mercado, que se convierte en verdaderamente mundial bajo la égida del liberalismo económico; el capitalismo se encuentra energetizado por una fabulosa expansión informática, la economía mercantil invade todos los sectores de lo humano, de la vida, de la naturaleza; correlativamente, la mundialización de redes de comunicación instantánea (teléfono móvil, fax, Internet) dinamiza el mercado mundial y es dinamizada por él.

Así, la globalización de los años 1990 opera una mundialización tecnoeconómica al mismo tiempo que favorece otra mundialización, ciertamente incompleta, vulnerable, de carácter humanista y democrático, que se encuentra entorpecida por las secuelas de los colonialismos y la rémora de las graves desigualdades tanto como por el afán de beneficio.

¿Sociedad mundo?

Esta globalización tecnoeconómica se puede considerar como el último estadio de la planetarización. Al mismo tiempo, se puede considerar como la emergencia de una infraestructura de un nuevo tipo de sociedad: una sociedad mundo.

Una sociedad dispone de un territorio que lleva consigo un sistema de comunicaciones. El planeta es un territorio dotado de una textura de comunicaciones (aviones, teléfono, fax, Internet) de la que ninguna sociedad pudo disponer en el pasado.

Una sociedad incluye una economía; la economía es desde ahora mundial, pero le faltan las constricciones de una sociedad organizada (leyes, derecho, control) y las instituciones mundiales actuales, FMI y otras, son ineptas para efectuar las más elementales regulaciones.

Una sociedad es inseparable de una civilización. Existe una civilización mundial, salida de la civilización occidental, que desarrolla el juego interactivo de la ciencia, la técnica, la industria, el capitalismo y que comporta un cierto número de valores típicos.

Una sociedad, aunque acoge en su seno múltiples culturas, suscita también una cultura propia. Ahora bien, existen múltiples corrientes transculturales que constituyen una cuasi-cultura planetaria. A lo largo del siglo XX, los medios han producido, difundido y combinado un folclore mundial, a partir de temas originales procedentes de distintas culturas, a veces repristinados, a veces sincretizados. Se ha constituido un folclore planetario y se enriquece mediante integraciones y encuentros. Ha expandido por el mundo el jazz, que ha ramificado diversos estilos a partir de Nueva Orleáns, el tango nacido en el barrio portuario de Buenos Aires, el mambo cubano, el vals de Viena, el rock norteamericano que a su vez produce variedades diferenciadas por todo el mundo. Ha integrado el sitar índico de Ravi Shankar, el flamenco andaluz, la melopea árabe de Um Kalsum, el huaiño de los Andes. El rock, aparecido en Estados Unidos, se aclimató en todas las lenguas del mundo, adoptando en cada ocasión una identidad nacional. Hoy, en Pekín, Cantón, Tokio, París, Moscú, se danza, festeja y comunica rock, y la juventud de todos los países se mueve al mismo ritmo sobre un mismo planeta. Además, la difusión mundial del rock ha suscitado un poco por todas partes nuevas originalidades mestizas como el rai y ha llegado a cocinar en el rock-fusión una especie de caldo rítmico donde se casan entre sí las culturas musicales del mundo entero.

Es destacable que las formidables máquinas culturales del cine, la canción, el rock, la televisión, animadas por el beneficio y organizadas según una división casi industrial del trabajo, sobre todo en Hollywood hayan producido no sólo obras mediocres y conformistas, sino también obras bellas y con fuerza; ha habido y hay creatividad en todos esos dominios; como yo expliqué en El espíritu del tiempo, no se pueden producir en serie películas o canciones idénticas; cada una debe tener su singularidad y su originalidad; y la producción apela necesariamente a la creación. A menudo la producción asfixia la creación, pero a veces permite que surjan obras maestras; el arte del cine ha florecido por doquier, por todos los continentes, y se ha convertido en un arte mundializado, preservando no obstante las originalidades de los artistas y las culturas.

Cuando se trata de arte, música, literatura, pensamiento, la mundialización cultural no es homogeneizadora. Se constituye de grandes oleadas transculturales, que favorecen la expresión de las originalidades nacionales en su seno. Mestizajes, hibridaciones, personalidades cosmopolitas o biculturales (Rushdie, Arjun Appadura) enriquecen sin cesar esa vida transcultural. Así, para lo peor a veces, pero a menudo también para lo mejor, y esto sin perderse, las culturas del mundo entero se interfecundan, sin saber todavía que engendran hijos planetarios.

Añadamos

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