Sociedad Mundo Imperio
levas556 de Marzo de 2013
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RESUMEN
La globalización tecnoeconómica es la última fase de la era planetaria, sumida en la crisis. El proceso de globalización se encuentra ante un dilema: la formación de una "sociedad mundo" mediante la confederación democrática de todas las naciones de la Tierra; o bien un "Imperio mundo", dominado por Estados Unidos. En cualquier caso, permanece sin solución el problema del desarrollo. Es preciso abandonar el concepto de desarrollo al objeto de adoptar una política de la humanidad, una política de civilización. Para esto son necesarias grandes metamorfosis, que son inciertas e improbables, pero no imposibles.
Sociedad mundo? O mundo imperio?
Una mundialización plural
La globalización que comienza en 1990 es la etapa actual de una era planetaria que se abre en el siglo XVI con la conquista de las Américas y la expansión de las potencias de Europa occidental sobre el mundo. Este proceso está marcado por la rapiña, la esclavitud, la colonización, pero la era planetaria conoce también otro desarrollo.
De hecho, la civilización occidental produjo los antídotos a la barbarie que ella engendraba; éstos, aunque insuficientes y frágiles, han minado desde dentro la esclavitud; las ideas emancipadoras, tomadas en propia mano por los sometidos, condujeron a las descolonizaciones sobre la mayor parte del globo. Según una notable paradoja histórica, que se verifica de nuevo respecto al derecho de las mujeres, el hogar de la mayor y más duradera dominación ha sido también el de las ideas emancipadoras. Así, ha habido que luchar contra el imperialismo occidental para aplicar los valores occidentales.
La globalización de los años 1990 se inscribe en el doble proceso de dominación / emancipación y le aporta nuevas características. La implosión del totalitarismo soviético y el desplome de las economías burocratizadas de Estado favorecen a la vez un impulso democrático sobre todos los continentes y una expansión del mercado, que se convierte en verdaderamente mundial bajo la égida del liberalismo económico; el capitalismo se encuentra energetizado por una fabulosa expansión informática, la economía mercantil invade todos los sectores de lo humano, de la vida, de la naturaleza; correlativamente, la mundialización de redes de comunicación instantánea (teléfono móvil, fax, Internet) dinamiza el mercado mundial y es dinamizada por él.
Así, la globalización de los años 1990 opera una mundialización tecnoeconómica al mismo tiempo que favorece otra mundialización, ciertamente incompleta, vulnerable, de carácter humanista y democrático, que se encuentra entorpecida por las secuelas de los colonialismos y la rémora de las graves desigualdades tanto como por el afán de beneficio.
¿Sociedad mundo?
Esta globalización tecnoeconómica se puede considerar como el último estadio de la planetarización. Al mismo tiempo, se puede considerar como la emergencia de una infraestructura de un nuevo tipo de sociedad: una sociedad mundo.
Una sociedad dispone de un territorio que lleva consigo un sistema de comunicaciones. El planeta es un territorio dotado de una textura de comunicaciones (aviones, teléfono, fax, Internet) de la que ninguna sociedad pudo disponer en el pasado.
Una sociedad incluye una economía; la economía es desde ahora mundial, pero le faltan las constricciones de una sociedad organizada (leyes, derecho, control) y las instituciones mundiales actuales, FMI y otras, son ineptas para efectuar las más elementales regulaciones.
Una sociedad es inseparable de una civilización. Existe una civilización mundial, salida de la civilización occidental, que desarrolla el juego interactivo de la ciencia, la técnica, la industria, el capitalismo y que comporta un cierto número de valores típicos.
Una sociedad, aunque acoge en su seno múltiples culturas, suscita también una cultura propia. Ahora bien, existen múltiples corrientes transculturales que constituyen una cuasi-cultura planetaria. A lo largo del siglo XX, los medios han producido, difundido y combinado un folclore mundial, a partir de temas originales procedentes de distintas culturas, a veces repristinados, a veces sincretizados. Se ha constituido un folclore planetario y se enriquece mediante integraciones y encuentros. Ha expandido por el mundo el jazz, que ha ramificado diversos estilos a partir de Nueva Orleáns, el tango nacido en el barrio portuario de Buenos Aires, el mambo cubano, el vals de Viena, el rock norteamericano que a su vez produce variedades diferenciadas por todo el mundo. Ha integrado el sitar índico de Ravi Shankar, el flamenco andaluz, la melopea árabe de Um Kalsum, el huaiño de los Andes. El rock, aparecido en Estados Unidos, se aclimató en todas las lenguas del mundo, adoptando en cada ocasión una identidad nacional. Hoy, en Pekín, Cantón, Tokio, París, Moscú, se danza, festeja y comunica rock, y la juventud de todos los países se mueve al mismo ritmo sobre un mismo planeta. Además, la difusión mundial del rock ha suscitado un poco por todas partes nuevas originalidades mestizas como el rai y ha llegado a cocinar en el rock-fusión una especie de caldo rítmico donde se casan entre sí las culturas musicales del mundo entero.
Es destacable que las formidables máquinas culturales del cine, la canción, el rock, la televisión, animadas por el beneficio y organizadas según una división casi industrial del trabajo, sobre todo en Hollywood hayan producido no sólo obras mediocres y conformistas, sino también obras bellas y con fuerza; ha habido y hay creatividad en todos esos dominios; como yo expliqué en El espíritu del tiempo, no se pueden producir en serie películas o canciones idénticas; cada una debe tener su singularidad y su originalidad; y la producción apela necesariamente a la creación. A menudo la producción asfixia la creación, pero a veces permite que surjan obras maestras; el arte del cine ha florecido por doquier, por todos los continentes, y se ha convertido en un arte mundializado, preservando no obstante las originalidades de los artistas y las culturas.
Cuando se trata de arte, música, literatura, pensamiento, la mundialización cultural no es homogeneizadora. Se constituye de grandes oleadas transculturales, que favorecen la expresión de las originalidades nacionales en su seno. Mestizajes, hibridaciones, personalidades cosmopolitas o biculturales (Rushdie, Arjun Appadura) enriquecen sin cesar esa vida transcultural. Así, para lo peor a veces, pero a menudo también para lo mejor, y esto sin perderse, las culturas del mundo entero se interfecundan, sin saber todavía que engendran hijos planetarios.
Añadamos a esto los sentimientos comunitarios transnacionales que se manifiestan a través de la mundialización de la cultura adolescente y de la mundialización de la acción feminista.
Por otra parte, como en toda sociedad, se ha creado un trasfondo, esta vez planetario, con su criminalidad: desde los años 1990 se han desplegado mafias intercontinentales (especialmente de la droga y la prostitución).
En fin, la mundialización de la nación, acabada a fines del siglo XX, da un rasgo común de civilización y cultura al planeta; pero al mismo tiempo lo fragmenta más aún, y la soberanía absoluta de las naciones obstaculiza precisamente la emergencia de una sociedad mundo. Emancipadora y opresora, la nación hace extremadamente difícil la creación de confederaciones que respondan a las necesidades vitales de los continentes y aún más el nacimiento de una confederación planetaria.
Esbozos de una ciudadanía terrestre
Desgraciadamente las internacionales que crearon una solidaridad planetaria de los trabajadores han perecido, pero las aspiraciones que las alimentaban han resucitado a través de las vanguardias de ciudadanía terrestre.
Gary Davis fue el precursor que, tras la segunda guerra mundial, creó la asociación internacional de losCiudadanos del Mundo que, aunque marginada, mantuvo la aspiración a la unidad planetaria.
Desde los años 1970, las asociaciones de médicos acuden a todos los lugares a curar todas las enfermedades, sin distinción étnica o religiosa. Amnesty International defiende los derechos humanos por todo el planeta, denunciando el encarcelamiento arbitrario y la tortura de Estado. Greenpeace se ha consagrado a la tarea vital de salvaguardar la biosfera. Survival International se dedica a los pequeños pueblos que en todos los continentes están amenazados de exterminio cultural o físico. Numerosas asociaciones no gubernamentales se hacen cargo de problemas comunes a toda la humanidad, como la desigualdad de derechos para las mujeres.
Ha habido un salto cualitativo en diciembre de 1999. La manifestación anti-Seattle contra la mundialización tecnoeconómica se transformó en manifestación por una mundialización diferente, cuya divisa fue: «El mundo no es una mercancía». Esta toma de conciencia de la necesidad de una respuesta a escala planetaria buscó prolongarse con fuerza de propuesta. Porto Alegre se convirtió así en el foro de una naciente sociedad civil mundial.
Hace falta saber también lo que fue ignorado por los medios, que la Alianza por un mundo responsable y solidario organizó, durante diez días en Lille, a principios de diciembre de 2001, una asamblea de ciudadanos del mundo, que congregó a 700 provenientes de todos los países y continentes, que con un extraordinario fervor elaboraron en sus debates una carta de las responsabilidades humanas.
En marzo de 2001, se creó, por iniciativa de Federico Mayor, antiguo director de la UNESCO, una «red de redes de la sociedad civil mundial», denominada Ubuntu (palabra africana
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