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Sociedad-mundo contra Terror-mundo

Jonathan Alexis Rosas HernandezInforme12 de Septiembre de 2017

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Sociedad-mundo contra Terror-mundo

 Shakespeare es uno de los numerosos autores invocados por Edgar Morin en su último libro, La Humanidad de la Humanidad. “Estamos hechos del tejido del que están hechos los sueños”. Después de más de medio siglo de mezclar y aliar los conocimientos, este prolífico pensador esboza las condiciones que nos evitarán ser del tejido del que están hechas las pesadillas.

                                                                        por Edgar Morin

“Lo contrario de la violencia no es la tranquilidad, sino el pensamiento.”

                                                        

Étienne Baulieu, autor romand.

Para empezar, una cuestión de vocabulario.

Terrorismo. La noción de terrorismo es aceptable para la internacional djihadiste Al-Qaida que actúa a través de atentados y asesinatos en masa en contra de la población civil, pero resulta un tanto estrecha cuando se busca referirla a las formas violentas de resistencia nacional carente de medios democráticos para expresarse. Del mismo modo, el término utilizado por los Nazis para los resistentes europeos también fue reductor, como lo aplicó Poutine a la resistencia chechena. Aunque evidentemente se tratara de una rama del terrorismo, no puede sustraerse totalmente a ello. La violencia de Estado que abate un pueblo, al mismo tiempo que la violencia de aquéllos que la combaten, es completamente una violencia de terror.

Al-Qaida constituye un estadío nuevo del terrorismo. La mundialización tecno-económica permite una mundialización del terrorismo, y esto es lo que lo lleva a transformarse en una amenaza mundial.

Islamista. Abundan los malos entendidos sobre este término. Designando en un principio a todo creyente del Islam, se ha convertido, por acción de los occidentales, en sinónimo de fanático. Más cercano a islámico (noción que designa todo lo competente al Islam), islamista corre el riesgo de confundirse con fanatismo y terrorismo.  De hecho, el islamismo, que comporta el retorno al Corán y la aplicación de la charia, supone un rechazo de la civilización occidental, incluídos el liberalismo político y la democracia. Empero, no implica por sí mismo la guerra santa y el terrorismo, aun cuando en cuestión de nociones se pueda relacionar el islamismo con el djihadismo. Una confusión análoga afecta al término fundamentalista, que no es un término agresivo en sí mismo.

En cuanto a la internacional djihadiste de Al-Qaida, se trata de una desviación religiosa enajenante a la que no se puede reducir todo el islam. La palabra islamista, empero,  tal como es usualmente empleada por los medios de comunicación occidentales, reduce todo lo islámico a los islamistas, y los islamistas a terroristas potenciales, y todo esto nos impide percibir el verdadero y complejo rostro del islam.

Todo error de pensamiento conduce a fallas de procedimiento que agravan los mismos riesgos que buscamos combatir. Debemos pensar en la complejidad, no solamente del islam, sino de los Estados Unidos, de Israel, de la mundialización en sí, reconociendo las contradicciones presentes en cada uno de los términos.

Estados Unidos representan la democracia más antigua del globo. Constituye una sociedad abierta, y por esa característica, irremisiblemente vulnerable. Salvó a Europa Occidental del Nazismo, la protegió de la URSS que estaba muy lejos de ser un peligro imaginario. Ha socorrido pueblos islámicos en Bosnia y Kosovo. No son resposables de la guerra sangrienta Irak-Irán, del terror en Argelia, de todos los conflictos de los árabes con los árabes. Su cultura no se reduce solamente a Mc Donald’s ni a la Coca Cola, sino que se muestra creativa en la ciencia, la literatura, el cine, el jazz, el rock. América se europeiza tanto como Europa se ha americanizado.

Sin embargo, constituyen una potencia imperial que domina militar y económicamente. Su democracia no le impide absolutamente sostener dictaduras cuando su interés se los exige. Su humanismo incluye una mancha negra de inhumanidad. Han llevado a cabo bombardeos de terror sobre ciudades alemanas, las hecatombres de Hiroshima y Nagasaki. Los bombardeos continuos de Afganistán vuelven a poner de relieve el terrorismo que victima a la población civil, y que no se refiere únicamente a bombas o misiles lanzados desde muy alto y muy lejos, sino al horror y la hambruna que constriñe a los pueblos al éxodo. Sensibles al sufrimiento de cinco mil víctimas del World Trade Center, son insensibles a los desastres humanos que sus bombardeos infligen a los pueblos afganos. Son inconscientes, pues,  de la contradicción que representa el terror de sus bombardeos antiterroristas.

Las orgullosas Torres Gemelas eran a la vez hyper-reales e hyper-simbólicas: encarnación y símbolo de la riqueza, del poderío americano, de su capitalismo y su democracia, de su dominación y apertura, la Estatua de la Libertad convertida en una alegoría obtusa. Su caída ha engendrado un agujero negro inconmensurable en nuestra visión, no solamente de Manhattan, sino de todo el mundo. Para algunos, es una herida infligida al imperialismo americano y al capitalismo, para otros más preocupados, se trata de una raja abierta a la democracia y la civilización: estas dos realidades antagonistas y complementarias.

Ciertamente, los Estados Unidos suscitan aspiraciones en los más miserables: la emigración y muchas otras maneras de integrarse a su civilización. Inspiran el respeto y la obediencia de parte de sus vasallos. El sentimiento de solidaridad occidental, incluso, permanece fortísimo en Europa. Al mismo tiempo, la contemplación de su riqueza y prosperidad, en el seno del abandono y la carencia, en ese mundo más miserable, produce un profundo sentimiento de frustración. Su dominación provoca incontables humillaciones, un complejo de inferioridad técnica (en el Sur), un complejo de superioridad cultural (en Europa), y tanto uno como otro despiertan la misma animadversión.

El subdesarrollo que afecta a las naciones es atribuído al superdesarrollo económico americano. La extrema precariedad alimenticia y médica que deja desarmados a tantos pueblos frente al Sida y otras pandemias, nutren los resentimientos a la vista de pueblos sobrealimentados y sobreprotegidos de Occidente, especialmente los Estados Unidos. Dondequiera que haya una civilización antigua, antes gloriosa y hoy venida a menos o amenazada, el mundo americano engendra alergias, antagonismos, agresividad.

 Las consecuencias nefastas de la liberación del mercado mundial, el aumento de la desigualdad, las crisis económicas constantes, todo esto agrava los malos ánimos.

En los espíritus en los que ha reinado o reina todavía la ideología marxista-leninista, el modelo del socialismo duro se ha hundido por completo (aunque no haya llegado a pudrirse todavía), pero la convicción de que el capitalismo y el imperialismo americano son el mal absoluto permanece. Han respladado la satanización de América, hogar del capitalismo y el imperialismo, olvidando que el comunismo soviético actuó peor que el capitalismo ignorando las virtudes de la democracia y los vicios del totalitarismo, negando que el imperialismo americano es menos atroz que los viejos imperialismos, especialmente soviéticos.

De esta manera, el conjunto de resentimientos nacidos en las regiones más diversas del planeta suscitan un odio fantástico, y a veces fantasmagórico, en contra de los Estados Unidos: son culpables de todos los males del planeta. Amos del mundo (lo que no son más que parcialmente), son los responsables de los males del mundo (de lo que no son responsables todavía más que parcialmente). Los Estados Unidos son considerados como el mal actual y supremo de este occidente que se ha desencadenado sobre el planeta a partir del siglo XVI y que lo ha conquistado, colonizado, explotado y masacrado sobre pueblos enteros.

No obstante, debemos relacionar dos verdades que parecen opuestas. Si bien es cierto que la dominación de Occidente ha sido lo peor de la historia humana en toda su duración y extensión planetaria, todavía nos falta decir que todos los ingredientes de la liberación han nacido y se han desarrollado en el seno del mismo Occidente y han permitido la emacipación de los pueblos colonizados, por estar éstos imbuidos de los valores humanistas europeos: derecho del hombre, derecho de los pueblos, derechos de la nación, democracia, derecho de la mujer. Se puede decir  incluso que la tardanza de una gran parte del mundo para integrar la democracia, los derechos humanos, y el respeto de los derechos de las mujeres, es una causa del riesgo en que se encuentra el mundo actual de no alcanzar la democracia.

El islam tampoco podría reducirse a una visión unilateral. La historia nos ha enseñado claramente que la tolerancia religiosa estuvo del lado del islam a los ojos de los cristianos y de los judíos tanto en Andalucía como en el Imperio Otomano. El islam hizo nacer la más grande civilización del mundo en los tiempos del Califato de Bagdad. La nostalgia de un pasado glorioso, en el seno de un presente infortunado bajo el lastre de dictaduras policiacas o militares corrompidas, y tras el fracaso del desarrollismo, del socialismo, del comunismo, y la ausencia de deseo en el progreso y en un futuro occidentalizado, todo esto suscita un retorno a las raíces religiosas de la identidad.

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