TRABAJO Y ORDEN SOCIAL: DE LA NADA A LA SOCIEDAD DE EMPLEO (Y SU CRISIS) CARLOS PRIETO
juantorped28 de Noviembre de 2012
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TRABAJO Y ORDEN SOCIAL: DE LA NADA A LA SOCIEDAD DE EMPLEO (Y SU CRISIS)
Carlos Prieto (UCM)
(Publicado en Política y Sociedad, nº 34, 2000)
"Au-delà même des intérêts économiques défendus pas ces (des métiers) régulations, c’est de la place des métiers dan une société d’ordres qu’il s’agit. La paticipation à un métier ou à une corporation (...) marque l’appartenance à une communauté dispensatrice de prérogatives et de privilièges que assurent au travail un statut social. Grâce à cette dignité collective dont le métier et non l’individu est propiétaire, le travailleur (compagon) n’est pas un salarié qui vend sa force de travail, mais le membre d’un corps social dont la position est réconnue dans un ensemble hiérarchique" (Castel, 1995: 117).
0. Como es lógico y viene siendo normal a lo largo de la historia de una ciencia social tan pegada al terreno como es la sociología, la crisis del empleo que viven y sufren las sociedades industriales (o como quiérase denominarlas) desde la pasada década está produciendo una verdadera sacudida en su sistema conceptual. Y si este fenómeno afecta a la sociología en su conjunto, ha conmovido de un modo especial a esa sociología particular que durante los años sesenta y setenta reinó sobre todas las demás, a la sociología del trabajo (Touraine, 1998/99); su crisis –que sólo nos interesa como síntoma – es tal que se ve obligada a preguntarse "adónde va" (Castillo, 1994). A su vera le surgido, además, una hermana respondona que en parte la anula y, en todo caso, la re-coloca.
Si de la crisis conceptual de la sociología del trabajo se pasa al objeto social del trabajo como tal, las discusiones más profundas giren en torno al cuestionamiento de su centralidad en las formaciones sociales actuales. Ya hace unos años, en 1984, Offe (1992) consideraba que el trabajo había dejado de ser "una categoría social clave". Más recientemente – tomamos a la sociología francesa como muestra – se habla de "sus enigmas, de su crisis, su metamorfosis, sus disonancias, sus nuevas bazas y sus desafíos, del trabajo como un valor en peligro de extinción" (Friot y Rose, 1996: 16).
En medio de tantas preguntas la respuesta más coherente a esa crisis del trabajo parece ser la que señalan Friot y Rose (1996: 26) en el espléndido capítulo primero de su obra "La construction sociale de l’emploi en France": "Si hay crisis, no concierne al trabajo sino a su reconocimiento social en tanto que empleo. Lo que estaría en crisis, nos dicen estos autores, no es el trabajo como tal sino la forma social que había llegado a adquirir su existencia y reconocimiento públicos en la sociedad actual, es decir su "reconocimiento en tanto que empleo". Tesis que, reflexionada con detenimiento, permite desagregarla en los siguientes significados: a) el trabajo puede llegar a adquirir distintas formas de existencia social b) en términos sociales y políticos la relevancia del trabajo pasa del trabajo en sí a sus formas de reconocimiento societal c) lo que ponen en primer plano estas formas es la posición del trabajo en el orden social, es decir, el modo como éste lo clasifica y valora (dando por supuesto que clasificación y valoración son inseparables); y d) , en consecuencia, teórica y metodológicamente la consideración de la configuración del orden social es previa a la consideración del trabajo (hasta el punto de que sea concebible un orden social sin "trabajo", es decir, sin que se den en él un agrupamiento de ciertas actividades en la clase trabajo).
Si lo que está en crisis es el trabajo en su forma social empleo, una de las cuestiones que habrá de abordar (y que ya está abordando) la sociología es en qué consiste esa forma de clasificar el trabajo en forma de empleo y en qué configuración del orden social encuentra su lugar. Por otro lado, una vez abierto este marco teórico, puede ser sociológicamente relevante mostrar cómo en distintos órdenes sociales el trabajo, o mejor las actividades sociales denominadas o simplemente denominables "trabajo", que en modo alguno es lo mismo, adquieren significados diferenciados.
Ese será el primero de nuestros objetivos en este artículo: mostrar, ordenando y resumiendo las análisis y reflexiones realizados por otros autores, cómo la centralidad adquirida por el trabajo en la historia de nuestras sociedades no aparece hasta la implantación del orden social de la modernidad y cómo y por qué esa centralidad es sustituida por el trabajo en forma de empleo en el siglo XX. Antes, sin embargo, nos referiremos al lugar que la clase "trabajo" y "trabajadores" pudo ocupar en otros sistemas de clasificación social.
Debe quedar claro así que el objeto de nuestra reflexión no es preguntarnos por el significado y el papel del trabajo en términos de materialidad u objetividad. En modo alguno pretendemos abordar la vieja y permanente cuestión de si y hasta qué punto es el modo de producción (y dentro de él el modo de trabajar) el que determina, en primera o última instancia, la estructuración de sociedad o, si lo es, por establecer un contraste alternativo, el modo de reproducción. Sólo nos interesamos por la posición y el significado del trabajo en el orden social. Son dos cuestiones y dos planos bien distintos que conviene no confundir. Hasta es posible – y, como veremos, real – que por más que, por ejemplo, pueda considerarse hipotéticamente que toda estructuración social encuentra su plataforma explicativa en el modo de producir (y trabajar),
el trabajo no tenga ninguna relevancia, tal y como ya se ha apuntado, en el sistema de representaciones en que consiste todo orden social.
Pero si el primer objetivo de este artículo es el que acaba de indicarse, no es el único ni el principal. La historia del significado de la actividad que denominamos trabajo en órdenes sociales distintos ha sido ya hecha por otros autores (un buen resumen, entre otros, puede verse en Méda, 1995). Pretendemos, además, plantear y sostener al respecto una tesis interpretativa de esa historia: la posición de la actividad denominada "trabajo" y de los individuos denominados "trabajadores" en un orden social responde a una operación política, es decir a la lucha por definir y crear un determinado orden social y/o a la lucha de ciertas clases de individuos por ocupar una cierta posición de poder y reconocimiento en esos órdenes sociales.
Dada la importancia que aquí se otorga a un concepto tan controvertido como el de orden social, conviene que, aunque no entremos en una discusión del mismo, ofrezcamos al menos una definición del sentido que atribuimos al mismo. Por orden social entendemos el sistema central de clasificación, jerarquización y valoración de actividades e individuos que constituyen una sociedad y que es compartido (y a la vez disputado desde los propios criterios de clasificación) por los miembros que forman parte de la misma. El hecho de que sea a la vez compartido y disputado supone que sólo puede constituirse y reproducirse a lo largo del tiempo por combinaciones diversas de conformidad y coacción, coacción que, por otro lado, ha de ser "clasificada" como legítima. Es una definición que derivamos de la obra de M. Douglas (1996).
1. EL TRABAJO EN LAS SOCIEDADES PREMODERNAS
La modernidad, en palabras de Arendt (1993: 17), "trajo consigo la glorificación teórica del trabajo cuya consecuencia ha sido la transformación de la sociedad en una sociedad de trabajo" y de trabajadores, es decir, en un orden social que construye su legitimidad en torno a la centralidad de la actividad "trabajo" y a la figura genérica del "trabajador". Más abajo se volverá más precisamente sobre este tema y se matizará, pero desde ahora queda clara una idea: en la historia de la humanidad y, en todo caso en la historia de las sociedades europeas, sólo las sociedades modernas habrían construido su identidad colectiva y su orden social en torno a binomio trabajo/trabajador. ¿Qué fue de este trabajo y de estos trabajadores en los órdenes sociales precedentes?
En este epígrafe se hará referencia al modo como se inscriben la actividad de trabajo y los trabajadores en tres tipos diferentes de órdenes sociales: el de las sociedades llamadas primitivas, el del mundo clásico griego y romano y el de la sociedad de órdenes del Antiguo Régimen.
En el orden social de las sociedades llamadas primitivas, la categoría social de trabajo y aún menos la de trabajador no juegan ningún papel. Lo que sostiene Panoff, citado por Chamoux (1998: 18), acerca de esta cuestión concerniente a una comunidad melanesia de Oceanía parece que puede sostenerse, aunque con matices diversos, de todas esas sociedades: "No existe (en ella) noción de "trabajo" en cuanto tal, como tampoco existe un
término específico para aislar las "actividades productivas" de los demás comportamientos humanos. No puede esperarse, por lo tanto, descubrir ni celebración ni desprecio del trabajo". Esto no quiere decir, obviamente, que no se den en ellas actividades productivas ni de intercambio de bienes, ya que ninguna sociedad puede reproducirse sin producir, pero no son actividades con entidad social propia ni definen en cuanto tales ninguna posición social. Lo que sucede es que esas actividades se hallan "embebidas" (Polanyi) en y determinadas por otras clasificaciones/posiciones sociales definidas por la familia y el parentesco. "Un hombre labora, produce en su aptitud como persona social, como esposo y padre, hermano y camarada de linaje, miembro de un clan, de
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