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Trabajo Y Orden Social, Carlos Prieto

albertoascaso3 de Noviembre de 2013

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Como es lógico y viene siendo normal

a lo largo de la historia de una

ciencia social tan pegada al terreno

como es la sociología, la crisis del empleo que

viven y sufren las sociedades industriales (o

como quiérase denominarlas) desde la pasada

década está produciendo una verdadera sacudida

en su sistema conceptual. Y si este fenómeno

afecta a la sociología en su conjunto, ha

conmovido de un modo especial a esa sociología

particular que durante los años sesenta y

setenta reinó sobre todas las demás, a la sociología

del trabajo (Touraine, 1998/99); su crisis

–que sólo nos interesa como síntoma– es tal

que se ve obligada a preguntarse «adónde va»

(Castillo, 1994) 1. A su vera ha surgido, además,

una hermana respondona que en parte la

anula y, en todo caso, la recoloca.

Si de la crisis conceptual de la sociología del

trabajo se pasa al objeto social del trabajo

como tal, las discusiones más profundas giran

en torno al cuestionamiento de su centralidad

en las formaciones sociales actuales. Ya hace

unos años, en 1984, Offe (1992) consideraba

que el trabajo había dejado de ser «una categoría

social clave». Más recientemente –tomamos

a la sociología francesa como muestra– se

habla de «sus enigmas, de su crisis, su metamorfosis,

sus disonancias, sus nuevas bazas y

sus desafíos, del trabajo como un valor en peligro

de extinción» (Friot y Rose, 1996: 16) 2.

En medio de tantas preguntas la respuesta

más coherente a esa crisis del trabajo parece

ser la que señalan Friot y Rose (1996: 26) en el

espléndido capítulo primero de su obra «La

Título del artículo 19

Carlos Prieto. Universidad Complutense de Madrid.

Política y Sociedad, 34 (2000), Madrid (pp. 19-32)

construction sociale de l’emploi en France»: Si

hay crisis, no concierne al trabajo sino a su

reconocimiento social en tanto que empleo. Lo

que estaría en crisis, nos dicen estos autores,

no es el trabajo como tal sino la forma social

que había llegado a adquirir su existencia y

reconocimiento públicos en la sociedad actual,

es decir su «reconocimiento en tanto que

empleo». Tesis que, reflexionada con detenimiento,

permite desagregarla en los siguientes

significados:

a) el trabajo puede llegar a adquirir distintas

formas de existencia social

b) en términos sociales y políticos la relevancia

del trabajo pasa del trabajo en sí a sus

formas de reconocimiento societal

c) lo que ponen en primer plano estas formas

es la posición del trabajo en el orden

social, es decir, el modo como éste lo clasifica

y valora (dando por supuesto que clasificación

y valoración son inseparables); y

d) en consecuencia, teórica y metodológicamente,

la consideración de la configuración

del orden social es previa a la consideración

del trabajo (hasta el punto de que sea concebible

un orden social sin «trabajo», es decir, sin

que se den en él un agrupamiento de ciertas

actividades en la clase «trabajo»).

Si lo que está en crisis es el trabajo en su

forma social empleo, una de las cuestiones que

habrá de abordar (y que ya está abordando 3) la

sociología es en qué consiste esa forma de clasificar

el trabajo en forma de empleo y en qué

configuración del orden social encuentra su

lugar. Por otro lado, una vez abierto este marco

teórico, puede ser sociológicamente relevante

mostrar cómo en distintos órdenes sociales el

trabajo, o mejor las actividades sociales denominadas

o simplemente denominables «trabajo

», que en modo alguno es lo mismo, adquieren

significados diferenciados.

Ese será el primero de nuestros objetivos en

este artículo: mostrar, ordenando y resumiendo

los análisis y reflexiones realizados por otros

autores, cómo la centralidad adquirida por el

trabajo en la historia de nuestras sociedades no

aparece hasta la implantación del orden social

de la modernidad y cómo y por qué esa centralidad

es sustituida por el trabajo en forma de

empleo en el siglo XX. Antes, sin embargo,

nos referiremos al lugar que la clase «trabajo»

y «trabajadores» pudo ocupar en otros sistemas

de clasificación social.

Debe quedar claro así que el objeto de nuestra

reflexión no es preguntarnos por el significado

y el papel del trabajo en términos de

materialidad u objetividad. En modo alguno

pretendemos abordar la vieja y permanente

cuestión de si y hasta qué punto es el modo de

producción (y, dentro de él, el modo de trabajar)

el que determina, en primera o última instancia,

la estructuración de sociedad o, si lo es,

por establecer un contraste alternativo, el

modo de reproducción. Sólo nos interesamos

por la posición y el significado del trabajo en

el orden social. Son dos cuestiones y dos planos

bien distintos que conviene no confundir.

Hasta es posible –y, como veremos, real– que

por más que, por ejemplo, pueda considerarse

hipotéticamente que toda estructuración social

encuentra su plataforma explicativa en el

modo de producir (y trabajar), el trabajo no

tenga ninguna relevancia, tal y como ya se ha

apuntado, en el sistema de representaciones en

que consiste todo orden social 4.

Pero si el primer objetivo de este artículo es

el que acaba de indicarse, no es el único ni el

principal. La historia del significado de la actividad

que denominamos trabajo en órdenes

sociales distintos ha sido ya hecha por otros

autores (un buen resumen, entre otros, puede

verse en Méda, 1995). Pretendemos, además,

plantear y sostener al respecto una tesis interpretativa

de esa historia: la posición de la actividad

denominada «trabajo» y de los individuos

denominados «trabajadores» en un orden

social responde a una operación política, es

decir a la lucha por definir y crear un determinado

orden social y/o a la lucha de ciertas clases

de individuos por ocupar una cierta posición

de poder y reconocimiento en esos

órdenes sociales.

Dada la importancia que aquí se otorga a un

concepto tan controvertido como el de orden

social, conviene que, aunque no entremos en

una discusión del mismo, ofrezcamos al

menos una definición del sentido que le atribuimos.

Por orden social entendemos el sistema

central de clasificación, jerarquización y

valoración de actividades e individuos que

constituyen una sociedad y que es compartido

(y a la vez disputado desde los propios criterios

de clasificación) por los miembros que

forman parte de la misma. El hecho de que sea

20 Carlos Prieto

a la vez compartido y disputado supone que

sólo puede constituirse y reproducirse a lo

largo del tiempo por combinaciones diversas

de conformidad y coacción, coacción que, por

otro lado, ha de ser «clasificada» como legítima.

Es una definición que derivamos de la

obra de M. Douglas (1996).

1. El trabajo en las

sociedades premodernas

La modernidad, en palabras de Arendt

(1993: 17), «trajo consigo la glorificación

teórica del trabajo cuya consecuencia

ha sido la transformación de la sociedad

en una sociedad de trabajo» y de trabajadores,

es decir, en un orden social que construye

su legitimidad en torno a la centralidad de

la actividad «trabajo» y a la figura genérica del

«trabajador». Más abajo se volverá más precisamente

sobre este tema y se matizará, pero

desde ahora queda clara una idea: en la historia

de la humanidad y, en todo caso en la historia

de las sociedades europeas, sólo las

sociedades modernas habrían construido su

identidad colectiva y su orden social en torno a

binomio trabajo/trabajador. ¿Qué fue de este

trabajo y de estos trabajadores en los órdenes

sociales precedentes?

En este epígrafe se hará referencia al modo

como se inscriben la actividad de trabajo y los

trabajadores en tres tipos diferentes de órdenes

sociales: el de las sociedades llamadas primitivas,

el del mundo clásico griego y romano y el

de la sociedad de órdenes del Antiguo Régimen.

En el orden social de las sociedades llamadas

primitivas, la categoría social de trabajo y

aún menos la de trabajador 5 no juegan ningún

papel. Lo que sostiene Panoff, citado por Chamoux

(1998: 18), acerca de esta cuestión concerniente

a una comunidad melanesia de Oceanía

parece que puede sostenerse, aunque con

matices diversos, de todas esas sociedades:

«No existe (en ella) noción de “trabajo” en

cuanto tal, como tampoco existe un término

específico para aislar las “actividades productivas”

...

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