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Teatro Del Siglo XX


Enviado por   •  3 de Septiembre de 2013  •  5.281 Palabras (22 Páginas)  •  530 Visitas

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Teatro del Siglo XX.

Desde el renacimiento en adelante, el teatro parece haberse esforzado en pos de un realismo total, o al menos en la ilusión de la realidad. Una vez alcanzado ese objetivo, a finales del siglo XIX, una reacción antirrealista en diversos niveles irrumpió en el mundo de la escena.

El Teatro tradicional Durante el primer tercio del siglo XX dos tendencias dominan la escena española, un teatro tradicional y de consumo y un teatro innovador con rasgos marginales y con una relativa influencia en el conjunto del panorama teatral. Este teatro tradicional presenta a su vez diversos aspectos:

Un teatro poético de tendencia modernista en el que hay que citar autores como Eduardo Marquina, Francisco Villaespesa, o los hermanos Machado.

Un teatro cómico en el que Carlos Arniches, el creador del género chico es la figura indiscutible. Sus sainetes, La chica del gato, ¡Qué viene mi marido! etc., mezclan el cuadro de costumbres y el conflicto sentimental, dentro de una idealización populista y con lenguaje casticista.

El teatro de Benavente, un teatro realista y comedido frente al neorromántico de José Echegaray, que triunfaba en ese momento. Fue el teatro de la burguesía desde 1896 en que estrena Gente conocida, hasta su última obra, Titania, 1976. Se caracteriza por la falta de conflictos graves y por su suave crítica social. En su obra maestra, Los intereses creados se apartan del esquema habitual.

El Teatro innovador

Algunos autores de la generación del 98 hacen los primeros intentos por renovar el anquilosado teatro comercial. Entre ellos destaca Unamuno, que considera el teatro como método de conocimiento y que hace unos dramas en esqueleto, a los que llama “drumas” como El otro o El hermano Juan; Joaquín Grau, con El señor de Pigmalión; Azorín que hace un teatro antirrealista, carente de tensión; Ramón Gómez de la Serna que en Los medios seres, utiliza técnicas claramente vanguardistas. Los dos grandes renovadores de eta época son Valle-Inclán y García Lorca.

El género Dramático

El género dramático o teatral se basa en la presentación simultanea, en forma de dialogo directo entre personajes, de acciones humanas que se van oponiendo hasta generar conflictos dramaticos. Asi pues conocemos el argumento a través de las palabras de los personajes y de los otros códigos que interactúan. No existe la figura del narrador, puesto que es innecesario que algien nos vaya contando algo que esta ocurriendo ante nuestros ojos en ese momento. Solo aparece en casos

En el siglo actual se ha cedido al culto de la libertad. Y en el teatro del siglo XX se pone en tela de juicio el concepto mismo de acción dramática. Algún texto del llamado teatro del absurdo carece ostensiblemente de ella, y hace de esta ausencia un verdadero programa para las nuevas orientaciones teatrales. En cuanto a la regla que separa claramente a las obras, y distingue a tragedias de comedias, es fácil comprender que rara vez se llegará a los géneros puros.

El teatro se ha desarrollado durantes estos últimos años en competencia inevitable con el cine y la televisión, que han acaparado al gran público. Ionesco ha manifestado hasta dónde perturba en el teatro al gran público, la presencia del hombre de “carne y hueso”. No es fácil elevarse a la ficción desde una realidad tan insobornable como la que establece la presencia del actor. El cine puede crear más rápidamente la atmósfera propia que todo arte necesita: la televisión, como ya se sabe, puede llevar esta atmósfera hasta la sala del hogar.

Esslin decía de su profesión y de las posibilidades del teatro: “El teatro como arte de base más amplia que la poesía y la pintura abstracta, sin por eso ser como los ‘massmedia’, producto colectivo de empresas comerciales, es el punto de intersección donde las corrientes profundas del pensamiento que cambia alcanzan por primera vez un público numeroso”

El teatro realista.

Tuvo un impulso poderoso en los primeros años del siglo. Está ligado al pasaje del llamado “teatro de actores” al “teatro de los directores” o del conjunto psicológico. Cuatro experiencias en países europeos ilustran esto: el Teatro de Arte de Moscú, el Teatro Libre de André Antoine, en Francia, la Escena Libre de Otto Brahm en Alemania y el Teatro independiente en Inglaterra. En estas cuatro compañías se cumplió el desplazamiento del “divo” en beneficio de una labor colectiva.

Danchenko decía del director: “no es sino un actor entre otros muchos que posee una experiencia más amplia, más grande, que sabe más y está más adelantado, más evolucionado que los demás. Es el mejor cuando muere en otro actor, y después, desconocido, resurge en su creación”. Con este criterio, el director procuraba – en un extremo del realismo – llevar “la vida misma sobre el escenario”. Este ideal terminó con las expresiones de horror y los ojos fuera de órbitas, para introducir largas pausas, miradas “significativas”, examen atento de las propias manos, dedos y uñas; tomar con gesto íntimo y de confianza el botón del saco de un compañero; cambiar de lugar las sillas y los objetos ubicados sobre la mesa; hablar con voz y tono “natural”.

Un teatro así reclamaba autores como Chéjov y Gorki. El primero eliminó, en sus piezas, el clásico esquema que desenvuelve un planteo, un conflicto y un desenlace. El conflicto existe, sí, en el hombre de Chéjov, pero no siempre se desenlaza, porque en la vida no ocurre que necesariamente todas las íntimas circunstancias difíciles desemboquen en una solución. Sus dramas continúan cuando cae el telón y existen ya cuando éste acaba recién de alzarse.

Chéjov creía ser fiel a la realidad. “Se exige un héroe, el heroísmo, y que ellos produzcan efectos escénicos. Sin embargo, en la vida, no siempre se dispara una bala, o alguien se ahorca… o se enuncian pensamientos profundos. ¡No! Lo más frecuentemente se come, se bebe, se flirtea, se dicen tonterías. Es esto lo que debe verse en escena”.

“Teatro de medio registro”: así se ha llamado a este arte donde lo esencial es la creación de la atmósfera. Y como la vida gusta más bien de los claroscuros, resulta casi inútil buscar aquí la nítida determinación de los géneros.

Con Máximo Gorki se establecía la alianza entre las nuevas formas teatrales y el realismo socialista. El apacible drama lírico de Chéjov – casi sin acción – dio lugar al llamado “teatro de agitación”, el cual hasta el ritmo de las escenas refleja el nervio de la lucha por el cambio social.

Con el irlandés Bernard Shaw, puntal del Teatro

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